CALLEJERO EN LA MOLLINA DEL SIGLO XIX










CALLEJERO EN LA MOLLINA DEL SIGLO XIX

Los casi tres kilómetros que hay entre la calle de los Alcornocales –en la sinrazón urbanística de Castaño- hasta la Crujía nos indica lo mal que se gestionó el urbanismo en el pueblo durante la burbuja inmobiliaria y la transición. Esta opinión no es mía. La comparto de un mollinato dos veces premio nacional de urbanismo.

A propósito del desastre urbanístico, digamos de nacimiento, haremos una reflexión sobre el nomenclátor de las calles y plazas del pueblo durante el siglo XIX. Y digo de nacimiento porque ya en el siglo XVIII el párroco del pueblo decía: …labrando cada cual su casa para propia habitación en aquella heredad que poseía; y de esta suerte, y unas veces dividiendo entre herederos, y otras vendiendo por pedazos, han llegado a multiplicarse las heredades, y sus casas hasta el número que hoy se advierte y manifiesta el vecindario sobredicho. Formándose su población por estas causas con tan poca unión entre sus casas, que se hace singular en toda la península de España. (Respuestas al Diccionario Geográphico del Obispado de Málaga, de Medina Conde, publicado aquí el día uno de febrero).

El Ayuntamiento de Mollina, en sesión celebrada el catorce de enero de 1823 ya reconoce que el pueblo no tiene calles propiamente dichas. Tendremos que esperar al veinticinco de junio de ese año para ver reflejado en acta un nombre de calle –plaza en este caso-. Se refería a la Plaza de la Constitución. En vista de lo poco que duraba la placa con el nombre puesto en la misma, el ayuntamiento pleno tomó la decisión de poner el mismo en una placa de quita y pon al lado del balcón de la casa consistorial.

Ya en 1860 se ponen los números en las casas y los nombres en las calles. Las placas las hizo un tal Juan García Pacheco que cobró un real y medio por cada uno de los números y cuatro reales por cada una de las veintiséis placas que nombraban calles o plazas, según nos dicen las actas de siete de abril y trece de mayo de ese año. Aún podemos ver esas placas en la calle del Codo, Salida para Estepa, Carreteros…

De nuevo el ayuntamiento nos dice en 1865, acta del cinco de febrero, que el pueblo estaba dividido en barriadas que distaban entre sí más de tres cuartos de legua de radio. No es de extrañar, por tanto, que D. Cristóbal Fernández, antequerano que fue cura en Mollina, y que  sacó en julio de 1842 su Historia de Antequera desde su fundación hasta el año de 1800, impreso en Málaga en la Imprenta del Comercio dijera en su página 299: …Mollina, cuya dilatada é irregular extensión se describe en este proverbio vulgar: ni es ciudad ni villa y es más grande que Sevilla.

Esta situación de desparrame nos la repite el acta de uno de noviembre de 1875 cuando se refiere –ya en metros- a la separación de grupos de casas. Más de cien metros, dice.

Años antes, 1868, se hace referencia al Callejón de Galeote, nombre popular en la segunda mitad del siglo XIX de la calle de la Alameda –acta del doce de enero-. En 1882, el veintiuno de julio hablando de arreglos de calles el acta hace referencia al Barrio de los Agachas, la Plaza de la Verdura, el Callejón de la Molina y la Calle Alta. Con motivo de los primeros estudios para la traída de aguas al pueblo sabemos que la Cañada (sic) era el centro del pueblo y que tenía lo que se llamaba Puerta de la Jara –acta del veintiséis de mayo de 1883-.

El acta del veintitrés de octubre de 1887, con motivo de delimitar las secciones para el censo nos indica el callejero de Mollina. Son estas:

1ª Plaza de la Constitución, Codo, Alta, Archidona y de la Alameda.

2ª Plazuela de la Verdura, Antequera, Pachecos, Real, Horno y Nueva.

3ª Sol, Pozo, Viento, Estrella y Barrio del Albaicín.

4ª Calle del Humilladero, Barrio de las Cuatro Casas, Salida para Estepa, Carreteros y Cañada.

5ª Barrio del Portugalejo, calle del Carmen, calle de San Marcos, Camorra y Barrio Alto.

6ª Barrio del Cerrillo, calle de la Capilla y Barrio de la Capilla.

7ª Barrio de la Crujía, calle de Sevilla, Barrio de Morella y casas situadas en el campo.

Aparte menciona las calles de la Fuente y del Aire.

Con estos datos podemos hacer unos grupos teniendo en cuenta la nomenclatura de calles, plazas y barrios, teniendo en cuenta que barrio eran grupos de casas cercanas sin constituir muchas veces una calle como tal. Serían estos grupos:

PRIMERO, SALIDAS: Como era natural en muchísimos sitios las vías de salida hacia otras localidades o lugares llegaron a denominar a calles de la localidad. En Mollina estaban las de Archidona, la Alameda, Antequera, El Humilladero, la Salida para Estepa, La Camorra (esta rebautizada luego con el finolis y políticamente correcto nombre de Sierra de la Camorra) y Sevilla. En total, siete.

SEGUNDO, IMPOSICIÓN POLÍTICA:  Ya desde las Cortes de Cádiz se pedía a los Ayuntamientos que aquellos lugares donde se había producido una jura a la Constitución se llamaran así.  De esta forma la plaza de la iglesia se denominó ya desde los primeros tiempos de la independencia de Mollina como Plaza de la Constitución. En total, una.

TERCERO, REFERENCIAS A USO DE LA CALLE O PLAZA, ELEMENTO SIGNIFICATIVO… : Tenemos a la Plaza de la Verdura, donde hasta los años sesenta del siglo XX se vendía la fruta, de ahí ese nombre tan hermoso que ya no recuperó; la del Pozo, nombre obvio, ya que hasta hace pocos años tenía un pozo con acceso de los vecinos;  el Barrio de las Cuatro Casas, seguramente por ser este el número de casas en su origen; la Cañada, como su nombre indica ocupando una cañada; el Cerrillo, por su ligera elevación; la calle y el barrio de la Capilla, donde estaba la capilla de Santa Bárbara; y la Crujía, seguramente haciendo referencia a la forma de la plaza que tiene forma, precisamente, de crujía. En total, siete.

CUARTO, APELLIDOS O SANTOS: No fue nunca Mollina muy de santoral en las calles. En este documento solo aparece uno, San Marcos, que no sabemos dónde pudo estar. Apellidos salen dos: Pachecos y Morella. En total, tres.

QUINTO, NOMBRES COMPARTIDOS CON EL NOMENCLÁTOR DE CALLES DE ANTEQUERA, ACTUAL O HISTÓRICO: Es el grupo más numeroso. El compartir nombres con la ciudad de la que dependimos nos puede dar explicación a algo tan extraño para gente de fuera cuando ven, por ejemplo, que el Barrio Alto no está en lo alto, sino en lo más bajo. Aventuro una teoría: Los primeros vecinos pondrían nombre a sus casas rememorando el sitio de Antequera de donde vendrían.  Así tenemos la calle del Codo, Alta, Real (en Antequera cuesta Real), Horno (en Antequera Hornos), Nueva, calle del Sol, del Viento, de la Estrella, del Albaicín, de Carreteros, El Portugalejo, del Carmen, el Barrio Alto, la Fuente y del Aire (esta última perdió su hermosísimo nombre que hoy lo da a una colección de poesía por el obsceno de Monseñor de Rojas en 1914 inaugurando una nefasta moda de cambiar los nombres tradicionales por personajes muchas veces vergonzantes). En total, quince, a la que podríamos sumar la de San Agustín, por el barrio de la Estrella que tampoco recuperó su nombre.

Esta influencia antequerana fue desplazada por Málaga a finales del siglo XIX. Ya en 1899 aparece el nombre de La Caleta para hacer referencia a un lugar que dista muchos kilómetros del mar. Nombre que a nosotros nos parece normal, pero que causa extrañeza a quien sabe lo que en realidad es una caleta.

Por último una referencia a La Encrucijada. Nunca apareció –en el siglo XIX- como plaza. Sí en el lenguaje popular para definir el punto de encuentro de las calles de Carreteros, Sevilla, Aire, la Camorra y las Cañadas.  Aunque hay otras poblaciones que tienen ese nombre en su callejero –Maracena, por ejemplo- Mollina no ha tenido aún una corporación con el valor y sensibilidad suficientes para denominar así lo que el pueblo dice. Cómo me acuerdo de lo que José María Moreno Galván, pintor y poeta morisco, compuso para que José Menese cantara por marianas:

Cuándo llegará el momento

que las agüitas vuelvan a sus cauces.

Las esquinas con sus nombres:

ni roques, ni reyes, ni santos, ni frailes.

Por supuesto que no iba contra los nombres tradicionales de santos, sino con el abuso del callejero franquista y sus famosos generales. Los que lo oíamos en los primeros setenta sabíamos por dónde iba la letra. Pero, eso sí, aún no he visto más bonita reivindicación de los nombres tradicionales en la nomenclatura callejera.

Las ilustraciones que acompañan este artículo son del Taller de Empleo de Turismo Rural de principios de este siglo. Está el plano de Mollina -aproximado- del siglo XIX. El  actual y uno muy curioso con la situación de las eras que hubo en Mollina antes de la llegada de las cosechadoras mecánicas.

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