XV PREGÓN DE LA VENDIMIA. ESPIDO FREIRE. 2001







El primer pregón del nuevo siglo y milenio es otro de los que están desaparecidos. Aunque la desaparición de éste último no es similar a la desaparición del de Manuel Alcántara. La jovencita pregonera habló menos de diez minutos.  No traía, al parecer, nada escrito.

 Para la edición de los pregones que el Ayuntamiento de Mollina hizo en 2014, la autora, María Laura Espido Freire, Bilbao, 1974, más conocida como Espido Freire, novelista y articulista, envió a los servicios culturales del Ayuntamiento este texto que es el que se incluyó en esa edición.



El cartel de ese año reproducía un cuadro del grandísimo pintor Juan Fernández Béjar, Málaga, 1946, más conocido como Juan Béjar.



Éste es el texto enviado por Espido Freire:


2001 fue para mí un año confuso, y convulso: vivía en Noruega, y eso me hizo ser consciente, de manera súbita, de los hábitos y las nostalgias que dejaba atrás. No añoraba el sol, ni el calor: ni siquiera, en plena aventura, echaba de menos a mis amigos o a mi familia. Eran los sabores, la comida que me resultaba imposible conseguir en Oslo, lo que me perseguía y lo que me despertaba en mitad de la noche, ansiosa por una naranja madura, o por un chorretón de buen aceite con el que alegrar el soso brócoli cotidiano.

Y el vino... ah, el vino. Creo que fue allí, en el norte, donde comencé a apreciar el buen vino. Aquel vino que, como joven recién llegada a la edad adulta, había descubierto muy poco tiempo antes. Por lo tanto, la invitación que recibí para ser pregonera de la Feria de la Vendimia, en Mollina, me llegó como un regalo inmerecido y muy preciado.

Del norte extremo al cálido sur. Se nos hizo muy de noche muy pronto: todo eran palabras (las mías, las de los recién encontrados amigos, las de los vecinos), eran manjares que se deshacían en la boca, con ese aceite que tanto ansiaba llevarme conmigo, y era el dulce, amado, deseado vino. Una cata rápida, una degustación lenta. Algunas calles levantadas, en obras, y la Feria, con una alegría que casi había olvidado mientras me encontraba tan lejos.

Durante muchos años el cartel de la Feria de la Vendimia de Mollina dio la bienvenida a mis invitados, en la entrada de mi casa. Era mi manera de recordar que existía otra forma de vida, donde el placer y la sensación de pertenencia se regalaban a los extraños. Era mi manera de recordar a dónde debía regresar siempre que me sintiera perdida.





Las imágenes que acompañan a este texto corresponden al cartel de ese año y al retrato de la pregonera que está en su página de Wikipedia.




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