XXVII PREGÓN DE LA VENDIMIA. LUIS EDUARDO AUTE. 2013








La verdad es que el pregón de 2013 ya estaba dado antes de pronunciarse. El encargado de hacerlo, Luis Eduardo Aute, Manila, 1943, era, ya de por sí, materia suficiente para esta tarea.

Impensable la música en castellano actual sin su acople de la cadencia del idioma a las nuevas músicas, trabajado por Aute a partir de los años sesenta del pasado siglo. Poeta, con pasión de cineasta, y pintor de valía, la vida cultural española de la segunda mitad del siglo XX no se puede entender sin su trabajo.



El cartel de ese año fue obra de Cristina Galeote, del Humilladero, pintora y galerista.



Éste fue el pregón de Aute:



Tras este más que simple pero muy sentido pareado, debo confesaros que nunca había estado antes en este pueblo. Es la primera vez que voy a tener la enorme satisfacción de conocer sus campos, sus calles, sus casas y, lo más importante, los seres humanos que lo habitan. Y eso, nada más y nada menos que coincidiendo con su gran Feria de la Vendimia. No se puede pedir más.

Espero conocer, aunque lamentablemente sólo sea por muy poco tiempo, a las personas que dan vida a estas tierras, personas que, en consecuente reciprocidad, reciben de las entrañas de esa misma tierra el mejor espíritu de su generosa vid. Vida y vid, vid y vida, aquí, en Mollina, no solamente son palabras que comparten la misma raíz (quiero pensar que también etimológica) sino que son, en esencia, cuerpo y alma, alma y cuerpo de una misma razón de ser, como sería la razón de ser andaluz, en este caso de pura cepa malagueña (valga la torpe redundancia) y, sobre todo, la razón de una manera de ser, una manera de convivir con la madre tierra en todos los sentidos, con su dureza y su fragilidad, con sus exigencias y sus frutos, con su exuberancia y su desolación.

Esa tan elemental convivencia, en estos tiempos de implacable destrucción de la Naturaleza en nombre de una diabólica dictadura que defiende los intereses más espurios y despreciables, es todo un milagro. Y hablando de milagros, tal vez habría que evocar, en estas fiestas, aquel primer milagro de Jesús en las Bodas de Caná, aquella dionisíaca epifanía que consistió en convertir las últimas gotas de agua que contenían unas tinajas, en abundante y jugoso vino para celebrar la fiesta del amor.

Amor y vino, vino y amor... como tributo del pueblo a la imprescindible e inaplazable alegría de vivir, y de convivir. Convivamos pues todos juntos en estos días de celebración colectiva, convivamos y con-bebamos también, brindando, primero, a la memoria de los que ya no están entre nosotros, aunque, con toda certeza, lo estarán en espíritu, y, por qué no, fluyendo por ese sublime espíritu del intenso vino de Mollina.

Y bebamos y con-bebamos a la salud de los aquí presentes, vecinas y vecinos de Mollina, y amigos visitantes de estos entrañables paisajes y paisanajes. A la salud de esos infinitos campos abiertos no sólo al cultivo de la mejor uva autóctona, sino también al cultivo de la mejor cultura, la que enaltece, por encima de cualquier contingencia, los valores más altos que dignifican al ser humano: la justicia, la libertad, la solidaridad, el derecho al trabajo, a la educación y el conocimiento, a una vida digna y a todos los valores que le hacen merecedor de que se cumplan sus más anhelados sueños. Entre ellos, el de llevar a cabo esa extraordinaria iniciativa, de que Mollina, sede del Centro Eurolatinoamericano de Juventud, lleve a cabo un proyecto que, en estos momentos históricos de quebranto y desesperanza para los jóvenes (y, lamentablemente, no tan jóvenes), ponga en marcha encuentros de jóvenes de ambos continentes, y más concretamente Europa y América Latina, para desarrollar ideas y empeños que, uniendo esfuerzos, puedan abrir horizontes de cooperación para el logro de un mundo distinto a este que se nos cae encima, un mundo más justo e igualitario, que tenga como objetivo, no la obsesión de integrarse en una maquinaria absolutamente corrupta y ya obsoleta sino la de crear una sociedad nueva, que considere al ser humano como causa primera y última de su lucha y sus desvelos.

Todo es cuestión de no poner la primera piedra de un proyecto, sino la de tirar las primeras piedras del gigantesco muro que han levantado para dividir la sociedad en cada vez más ricos y más pobres. Ese muro es cada vez más alto y aparentemente inexpugnable pero ya empieza a mostrar síntomas inequívocos de que está llegando a como dicen que reza el principio de Peters, su máximo nivel de incompetencia en ese desenfrenado delirio de imponer la competitividad como dogma de fe de su ideología. Su megalómana y neo feudal religión empieza a ser un castillo en el aire que, frente al primer conflicto estructural de sus propios intereses, (“contradicciones del capitalismo” lo llamaba Carlos Marx) ese castillo inexpugnable caería. Por ahora empieza a mostrar sus esquizofrénicas grietas.

Todos los datos de esta terrible crisis que estamos padeciendo en todo el mundo, unos más, otros menos, son síntoma de esa enfermiza decadencia. Como dice el refrán no hay mal que por bien no venga, creo que estamos acercándonos a la situación de obligarnos a aprovechar esos resquicios del edificio, para que la buena hierba penetre por sus cimientos y, poco a poco, empiece a tomar la fortaleza. Jamás para hacerse fuerte en ella con sus mismas armas sino para desmontarla y, en su lugar, levantar campos de todos los cultivos y todas las culturas.

Esa podría y debería ser la tarea de ese encuentro de jóvenes de América Latina y Europa desde ese puente de entendimiento, desde esa escuela de cooperación que tiene su sede en este solidario pueblo de Mollina.

Sin haber realizado nada para merecerlo, os lo puedo asegurar, me habéis concedido el gran privilegio de ser el pregonero de vuestras Fiestas de la Vendimia. No he podido recibir mejor regalo y no tengo palabras para agradeceros tanta consideración. Sé que las palabras de este pregón se quedarán cortas y dudo de que estén a la altura de las circunstancias que nos han convocado en esta tierna noche septembrina pero os puedo asegurar que están escritas desde un corazón que palpita con algunos latidos andaluces: mis abuelos paternos nacieron en estas tierras y algunas muy intensas gotas de esa sangre me deben circular por las venas, porque de haber podido elegir lugar de nacimiento, hubiera elegido, sin duda alguna, esta maravilla del mundo que se llama Andalucía. Y después de este honor que me habéis concedido de ser pregonero de las Fiestas de la Vendimia de Mollina, os podría garantizar, que, de tener que elegir un pueblo donde nacer, elegiría este dignísimo y noble pueblo. Nada me produciría más satisfacción y orgullo que me considerarais, si así os parece, un mollinato más.

Y ya me despido, queridos y amables vecinos y vecinas de Mollina. Ya va siendo hora de que las palabras den paso a los hechos, a la buena vida y a la buena vid. Que circule por estas calles (que apenas he tenido tiempo de pisar pero que pienso hacerlo en cuantito acabe este pregón) todo el gozo y el alborozo que quepan en vuestros corazones que sí entienden las razones de la Fiesta, cuando la Fiesta es la justa compensación por vuestro trabajo a lo largo de todo el año. Que cunda el vino, sin perder la medida, que ya sabéis que la vida, como la vid, es siempre una cuestión de tiempo y medida.

A festejar, mi querida (permitidme la atrevida confianza que me tomo) familia de Mollina, a festejar que son dos días, en este caso algunos cuantos más felizmente, con sus noches, y las noches, ya sabéis, están hechas no sólo para el amor y los dulces placeres sino también para el reposo tan trabajosamente ganado. Como decía el viejo trovador argentino Atahualpa Yupanqui: “A la noche la hizo Dios para que el hombre la gane”. Pues bien ganada la tenéis, vuestro esfuerzo os ha costado. Lo dicho, a disfrutar de esta noche llena de luz y magia, saberes y sabores, y, a ser posible, disfrutadla con mucho amor que es lo más importante. Yo, desde aquí, predicaré con el ejemplo diciendo: Vecinos y vecinas, (sobre todo estas últimas), os amo...

Gracias, gracias, por vuestra presencia y afecto.

Convivamos y con-bebamos pues, brindando por la vida, por la vid y por el amor. ¡Salud, familia, salud!



De alguna manera

De alguna manera

tendré que olvidarte,

 por mucho que quiera

no es fácil, ya sabes,

me faltan las fuerzas,

ha sido muy tarde

 y nada más, y nada más,

apenas nada más.



Las noches te acercan

 y enredas el aire,

 mis labios se secan

e intento besarte.

Qué fría es la cera

 de un beso de nadie

 y nada más, y nada más,

 apenas nada más.

 Las horas de piedra

 parecen cansarse

 y el tiempo se peina

 con gesto de amante.

 De alguna manera

tendré que olvidarte

y nada más, y nada más,

 apenas nada más.



Al Alba

Si te dijera, amor mío,

que temo a la madrugada,

no sé qué estrellas son estas

que hieren como amenazas,

ni sé qué sangra la luna

al filo de su guadaña.



Presiento que tras la noche

vendrá la noche más larga,

quiero que no me abandones

 amor mío, al alba.



 Los hijos que no tuvimos

 se esconden en las cloacas,

 comen las últimas flores,

 parece que adivinaran

que el día que se avecina

 viene con hambre atrasada.



 Presiento que tras la noche

 vendrá la noche más larga,

 quiero que no me abandones

 amor mío, al alba.



 Miles de buitres callados

 van extendiendo sus alas,

 no te destroza, amor mío,

 esta silenciosa danza,

 maldito baile de muertos,

 pólvora de la mañana.



Presiento que tras la noche

 vendrá la noche más larga,

quiero que no me abandones

amor mío, al alba.

Al alba, al alba, al albaaaa.



¡Viva la Feria de la Vendimia! ¡Viva Mollina!





Las imágenes que acompañan a este texto son el cartel de ese año, una imagen del pregonero tomada de WordPress.com y el azulejo con sus palabras colocado en una esquina de la calle Alta.

  Agradecemos a Chari Carmona, Técnica de Cultura del Ayuntamiento de Mollina, las facilidades ofrecidas para esta publicación.







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