XXXII PREGÓN DE LA VENDIMIA. GRACIA QUEREJETA. 2018.
Gracia
Querejeta Marín, Madrid, 1962, fue la encargada de pregonar la Feria de la
Vendimia de Mollina 2018. Hija del afamado guionista y productor Elías
Querejeta – cincuenta y siete películas, entre ellas La prima Angélica, Los lunes al sol, Historias del Kronen, El
desencanto, Mamá cumple cien años… - comenzó a dirigir películas de forma
individual en 1992. Nueve películas –Ola
de crímenes, Felices 140…- y algunos documentales son parte de su
currículum.
Para su pregón
en Mollina se hizo acompañar de Jazmín Abuin y Paqui Horcajo, actrices.
El
ofrecimiento que Ángel Idígoras hizo a Mollina para hacer el cartel de la
Vendimia fue aceptado al año siguiente de dar el pregón, así que el cartel de
2018 fue suyo.
Éste es el
texto del pregón de Gracia Querejeta:
Estimados todos
los aquí congregados.
Antes que nada, me gustaría
decíros que acepté ser pregonera
en Mollina allá por el mes de Junio y nada convencida de que el 7 de septiembre
(lo mismo que el 15 de febrero o el 9 de
Mayo) siempre llega por muy temprano que nos levantemos cada día. Es lo que nos pasa a algunos incautos, que nos
entusiasmamos con determinadas propuestas sin tener en cuenta que arriba el día
de autos y, como es el caso, toca leer en público y sofocar el pánico escénico.
Es decir, toca controlarse y en todo caso pedir a la Virgen de la Oliva que me
eche un cablecito para salir airosa del evento.
Nunca antes
había aceptado leer en público por varias razones. La primera porque tengo que
ponerme gafas para cumplir la tarea y no me mola nada mostrar tan abiertamente
mi presbicia aguda. La segunda, porque estoy acostumbrada a hablar en público
de mi trabajo y solo de mi trabajo, y para eso los papeles me sobran, suelo
tener claro qué decir o lo voy improvisando por el camino. Y tercero, porque la
lectura para oyentes, tiene algo de interpretación actoral, de declamación, y
hace mil años y pico que decidí colocarme detrás y no delante de la cámara.
Pero aquí estoy, sin embargo y a pesar de todo lo dicho, feliz de que me propusieran
como pregonera en Mollina y feliz de poder celebrar con todos vosotros el
comienzo de la Feria de la Vendimia. Los
retos hay que cogerlos por los cuernos y con alegría, sobre todo si el reto es
celebrar la recogida de la uva que luego se convertirá en vino que disfrutar. Buen vino
Málaga, dulce, cálido
y alegre. Pensar en
todos aquellos y aquellas que me precedieron en esta tarea de pregonar
en Mollina da susto además muchísimo respeto, así que os pido un
poquito de misericordia con mis errores, erratas y tropezones.
Y ya sin más,
os digo: ¡queridos habitantes y amigos de Mollina, queridos todos! Autoridades,
vecinos y visitantes: bienvenidos a esta reunión festiva en torno a la uva y al
vino, en torno a los hombres y mujeres responsables de la vendimia, y también
en torno al otoño, mi estación favorita que ya asoma.
Cuando me
llamaron para ser pregonera de esta Feria de la Vendimia pensé que alguien
había avisado a las autoridades de este noble pueblo que mi velada perfecta es
reunirme con gente cercana y querida en torno a una buena copa de vino. Me
viene de familia, dicho sea. Mi abuelo materno nació en Santo Domingo de la
Calzada, en plena Rioja, y fue él seguramente quién inculcó a mi madre eso de
que “pan y vino no deben faltar en la mesa”.
Es verdad que el vino no significó absolutamente nada para mí hasta casi
los treinta. Pero es igualmente cierto que una vez catado, se convirtió
lentamente en mucho más que un caldo con el que celebrar lo bueno que nos va
ocurriendo en la vida. Sin darme cuenta, como creo que les ocurre
a la mayoría
de los amantes
del Rioja, o del Rivera,
del Rueda, Albarino o
Málaga, beber una
copa de vino
se fue convirtiendo
en un rito,
una aproximación en cada sorbo a una forma de cultura milenaria y sabia.
No es el vino,
el buen vino que nos deleita el paladar, sino una de las herencias más
preciadas que nuestros ancestros
nos han regalado.
Por supuesto que ha habido muchas más y de muy distinto tipo,
no podía ser de otra manera. Pero, mientras
que el Parthenon, o
el Coliseo romano,
o Las Meninas
o el cervantino Quijote permanecen
inmóviles en su
espléndida majestuosidad, el
vino es movimiento, cambio,
vida, muerte y
renacer. Es diversidad, es
mestizaje, es novedad y al tiempo
permanencia, es hoy, es ayer y es mañana.
Es siempre
pero un siempre variable como el paso del día a la noche o del invierno al
verano. Es eterno y sin embargo nunca el mismo.
Quizás por
todo ello, muchos de los más grandes artistas de todos los tiempos han
dedicado al menos
una línea, un
paso de danza,
una pincelada o
una secuencia cinematográfica a
rendir homenaje a ese vino que acompaña al ser humano desde que en el neolítico
el hombre descubrió la agricultura. También mi padre Elías y yo misma –
desde nuestra modestia
de simples guionistas
no universales- le dedicamos al Rioja unas líneas en El
Último viaje de Robert Rylands, mi segundo largometraje. Y, si
hago un rápido
repaso, recuerdo que
en “Felices 140”,
la protagonista interpretada por
Maribel Verdú se
vengaba de su
antigua pareja lanzándole una
botella de vino tasada en 3.000 euros, con nefastas consecuencias, por cierto.
Más le hubiera valido a Maribel tirarle una piedra, el resultado habría sido el
mismo, pero sin el desperdicio de todo ese líquido rubí desparramado por el
suelo de la bodega y sin posible rescate.
Como todos
sabéis, son también
muchos los poemas
y odas dedicados
al vino. Neruda, Miguel
Hernández, Borges y un largo etc. le
han ofrecido grandes homenajes a través de sus sabias
plumas. Pero de entre todos, hay un poema que a mí especialmente me llama la
atención. Quizás por por su antigüedad o quizás porque su autor Li Bai –poeta
chino del siglo VIII D.C.- murió
ahogado, según se cuenta, al tratar de abrazar el reflejo de la luna en el agua
bajo los efectos del alcohol. Dicen así sus versos:
Un vaso de vino entre las flores:
bebo solo, sin amigo que me
acompañe.
Levanto el vaso e invito la luna:
con ella y con mi sombra seremos
tres.
Pero la luna no acostumbra beber
vino,
y mi perezosa sombra
sólo sabe seguirme.
Festejemos, con mi amiga luna y
mi sombra esclava
mientras aún es primavera.
En las canciones que entono
vibran rayos lunares;
en la danza que ensayo mi sombra
se aferra y deshace.
Los tres juntos, antes de beber, holgábamos;
ahora, ebrios, cada cual va por
su lado.
¡Regocijémonos muchas horas
todavía,
en nuestro festín inanimado,
para encontrarnos al fin el Río
de las Nubes!
Es verdad, por
qué no decirlo,
que el vino
es una gran
compañero también en soledad. No necesitamos nada más que
nuestro olfato y paladar para deleitarnos con una copa, tal vez en el silencio
de la noche después de una intensa jornada de trabajo. Digo
en soledad, que no en
la tristeza. Como
decía el gran
cineasta Antonio Mercero, bien
está beber pero
hay que beber
en buena disposición
de ánimo, no en
medio de la
zozobra, de la
angustia, del desanimo.
Aunque no siempre seguimos los
consejos de los sabios, porque acordémonos de Lola Flores cuando cantaba
aquello de:
Alcé mi copa
de vino
para
brindar por tu muerte
porque es la
única forma
que puede mi alma
dejar de
quererte.
Alcé mi copa
de vino
para brindar
por tu ausencia
para pedirle a
mi sino
no volver a
verte
más por mi
camino.
(cantada por Jazmín Abuin)
No sé quién es
el autor de la copla, pero no parecía estar en su mejor momento mientras alzaba
esa copa de vino repleta de odio y venganza. Tengo la impresión de que a los
que nos gustan los buenos caldos preferimos sin duda brindar, solos o
acompañados, pero al menos contentos.
Y permítanme
saltar, en esta
noche de fiesta,
de Lola Flores
a Fellini, cuya descripción del buen vino me parece
magistral:
“Un buen vino es como una buena
película: dura un instante y te deja un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo
y, como ocurre con las películas, nace y renace en cada saboreador.”
Como sabéis,
el vino también ha sido muchas veces protagonista en las pantallas
cinematográficas. No quiero parame a recordar en esta noche alegre películas
tan duras como “Días de vino y rosas” pero sí hacer alusión a otra mucho más
reciente y que creo que
marcó un antes
y un después
en la relación
vino/cine: “Entre copas”, un
film que definitivamente aúna la buena comedia
con la enología. Estrenada en
el 2004, se
convirtió en prueba
fehaciente de que
el vino empezaba a ser
asunto importante no solo en nuestra
cultura mediterránea sino también en el mundo anglo sajón.
Recuerdo perfectamente mis primeros viajes a Londres con mi
madre a finales de los 70: como buena
hija de riojano, para mi madre,
beber una copa
de vino a la caída
de la tarde
era algo completamente natural. Pero para quienes no era natural
en absoluto era para los señores
que atendían las barras de los pubs. Vamos, que ni del blanco, ni
del tinto ni del de
Asunción. Bueno, a
ver, claro que
te OFRECÍAN algo
que ellos TENÍAN
A BIEN llamar “wyne”. Pero eso
que servían, les aseguro que ERA CUALQUIER cosa menos vino. Inútil LOS INTENTOS DE MI MADRE por hacerse entender. Perdió todas y
cada una
de sus batallas
porque entonces no
existía ningún tipo
de cultura enológica en Inglaterra. CERVEZA, 10. Vino, 0.
Pero las cosas fueron cambiando lentamente y
fruto de esa
transformación es “Entre
copas” que tiene
alguna memorable secuencia en torno al significado del vino:
A: ¿Por qué te interesa tanto el
vino?
B: Creo que empecé a interesarme
a través de mi marido, tenía una especie de bodega enorme solo para fardar…
A: Ya
B: Pero luego descubrí que yo
tenía un paladar bastante fino y cuanto más bebía, más me gustaba lo que me
hacía evocar.
A: Cómo qué.
B: Como lo farsante que era él.
A: (risa)
B: Verás, me gusta pensar en la
vida del vino, en que es una cosa viva…me gusta pensar en qué pasaba el año en
que crecían las uvas, en cómo brillaba el sol…o si llovía…me gusta pensar en
toda la gente que cuidó y recogió las uvas, y -si es un vino añejo- en cuántos
de ellos estarán ya muertos…Me gusta ver cómo un vino sigue evolucionando, por
ejemplo, si abro una botella de vino hoy, sabrá distinto a como sabría si la
hubiera abierto cualquier otro día. Porque un vino embotellado en realidad está
vivo y evoluciona y adquiere complejidad constantemente…hasta alcanzar su punto
álgido…y entonces empieza su constante e inevitable declive…
(Diálogo interpretado por Jazmín
Abuin y Paqui Horcajo)
Es decir, como
la vida misma…Nunca te bañarás dos veces en el mismo río, pero tampoco beberás
dos veces el mismo trago (caldo), porque es verdad que el vino vive y cambia,
lo mismo que cada uno de nosotros nos transformamos día tras día, hora tras
hora, instante tras instante.
Para mí el
vino no solo es cultura o industria…es algo más primario. Es pasión, es
evocación, imaginación, es color y olor, es tradición y es espíritu. En mi
memoria está asociado a gentes y lugares muy variados y, desde hace unas horas
y para siempre, también estará ligado a Mollina. A Mollina y sus
gentes productoras y recolectoras a las cuales he podido conocer
un poquito a lo largo de este siete de septiembre. Me queda mucho por aprender
de vuestra tierra, de vuestro vino, de vuestra
gente. Espero sinceramente
poder hacerlo en
futuras ocasiones. Sé que
corren tiempos complicados
para los caldos
de estas viñas,
pero no me
cabe la menor duda de que el
tesón y buen hacer que hombres y mujeres de esta tierra habéis demostrado a
través de los siglos, serán definitivos para renacer y poder seguir celebrando
año tras año la fiesta de la recogida.
De momento,
vivamos el presente y disfrutemos de esta noche mágica que marca el comienzo
de la Feria
de la Vendimia.
Os deseo unos días repletos de alegría, amor y-como no- buen vino.
Alzo mi copa por todos vosotros. ¡Salud,
Mollina!
Las imágenes que acompañan a esta
publicación son, en primer lugar, el cartel de Ángel Idígoras; una imagen de la
Pregonera en la entrega de los premios Goya 2018, tomada de su página de
Wikipedia y, por último, el azulejo con sus palabras colocado en la calle de
las Azucenas, esquina a la carretera de la Arenca.
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