FRANCISCO DE ROJAS GARCÍA. 25. SOBRE LOS NOMBRES, EMBLEMAS Y ROPAJES.

 

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Sobre los nombres



    Nos dijo en uno de sus poemas Gabriela Mistral: 


                                                    El nombre mío que he perdido

                                                    ¿dónde vive, dónde prospera?

                                                     Nombre de infancia, gota de leche, 

                                                     rama de mirto tan ligera. 



     Y Efraín Huerta en otro de los suyos: 

                                        Eres, amor, la flor del falso nombre. 




    Francisco de Rojas García usó dos nombres legítimos en su vida.


     Francisco de Rojas García, su nombre de nacimiento y Fray Lorenzo de Mollina. Lógicamente Padre Mollina también estuvo correctamente puesto, a raíz de su ordenación sacerdotal.


    Nacido el 26 de mayo de 1851, fue bautizado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Oliva dos días después. En la pila se le impusieron los nombres de Francisco, José y Felipe, aunque Francisco utilizó siempre el primero únicamente.


    Con ese nombre de Francisco de Rojas García se enroló en el ejército español del que desertó, luchó en las filas carlistas, hasta que escapado de la prisión donde estaba recluido por abandono del ejército regular español se recluyó en Bayona.


    Allí adoptó, con veinticuatro años y diez días de edad el nombre de Lorenzo de Mollina. Nombre también legítimo. 

    Cuando alguien profesaba en la orden capuchina adoptaba un nuevo nombre. El apellido lo perdía. En lugar de apellido se le imponía el nombre de la población de la que provenía. El título de fray era lógicamente el título dado a individuos de ciertas órdenes, entre ellas la capuchina. Al ser ordenado sacerdote ya podía utilizar la palabra padre anteponiéndose al apellido, en este caso Mollina.


    De ahí que Francisco de Rojas García fuera conocido en su época de fraile capuchino como Padre Mollina. Y con ese nombre fue alabado y vilipendiado durante su estancia en Madrid sobre todo. Más vilipendiado que alabado.


    Si una persona moría dentro de la orden capuchina ya sería conocida para siempre por el nuevo nombre religioso. Pongamos un ejemplo:


    El 24 de junio de 1864 nació en Alpandeire Francisco Tomás de San Juan Bautista Márquez Sánchez.  Cuando emite sus votos adopta el nombre de Leopoldo y como apellido, como era norma, el de su pueblo: De Alpandeire. Como no dejó nunca la orden capuchina, la Iglesia Católica, cuando dice a beatificarlo en 2010, no beatifica a Francisco, sino a Leopoldo. 


    Pues bien, ¿qué pasaba cuando alguien ya no estaba en la orden capuchina o bien había cambiado su estatus dentro de la jerarquía eclesiástica? Lo normal en el primer caso es que esa persona volvía a usar su nombre de nacimiento.


    En caso de cambio en estatus eclesiástico el clérigo afectado volvía a retomar su apellido de nacimiento, pero no así su nombre. El nombre eclesiástico prevalecía sobre el nombre civil. Veamos un ejemplo relacionado en algún modo con Francisco de Rojas.


    José María Amigó y Ferrer nació en Masamagrell el 17 de octubre de 1854. Cuando ingresa en la orden capuchina adopta el nombre de Luis de Masamagrell. Con el nombre de fray Luis de Masamagrell fue ordenado diácono y presbítero en 1879 –posiblemente el mismo año que su connovicio Francisco de Rojas-. Con ese nombre fundó también las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, en cuya fundación le ayudó Francisco de Rojas. Pues bien, al ser ordenado obispo adoptó el nombre de Fray Luis Amigó.  O sea, recuperó el apellido, pero su nombre eclesiástico siguió siendo el mismo.


    Así lo atestigua su tumba.

Imagen 341 Tumba de fray Luis Amigó. Fotografía de luisamigo.info.

 

 

    Al no ser expulsado de la orden capuchina, Fray Luis Amigó, obispo, no se afeitó. Conservó su barba, distintivo capuchino, hasta su muerte.

Imagen 342. Fray Luis Amigó, como obispo. Fotografía de luisamigo.info



 

    Sigamos con Francisco de Rojas García.


    Al ser expulsado de los capuchinos lo normal hubiera sido que Francisco de Rojas García se siguiera llamando así, con su nombre de pila. Pero en alguien con una personalidad tan presuntuosa como la de nuestro personaje eso no casaba.


    Por otro lado lo de Padre Mollina era un nombre bastante contaminado por la mala fama y por el mal recuerdo como ya hemos visto por la prensa en Madrid.

     Entre la presunción, la inmodestia,  la imaginación, la  creatividad y las ganas de aparentar, Francisco de Rojas García se encuentra, entre 1892 y 1901, con cinco nombres distintos y con algunos cargos distintos también. 

    Evidentemente no sabía que cien años después se podrían juntar esos nombres. Ni él ni ninguno de sus contemporáneos –incluido el más fantasioso- podría imaginar las ventajas de la Internet.


En 1892 aparece como Fray Lorenzo María de Mollina.

Imagen 343. El Guadalhorce de 16 de octubre de 1892.

 


    En 1895 lo hace como Monseñor de Rojas Mollina.

Imagen 344. Diario de la Marina de la Habana del 24 de julio de 1895.

 

    En 1897, Reverendísimo Padre Mollina, superior general de las misiones de la América Central.

Imagen 345. Renaixensa, de Barcelona, del día 26 de setiembre de 1897.

 


    Un poco antes de 1898 hace un refrito con su nombre civil, su nombre antiguo eclesiástico y el añadido de María y adopta su nombre más largo, más barroco y más enrevesado: Reverendo Señor Francisco Lorenzo María de Rojas de Mollina. El mismo que el año anterior había utilizado para editar su libro.

En ese mismo año se hace llamar también fraile, cuando no lo era: Reverendo Fray Francisco Lorenzo María de Rojas de Mollina.

Imagen 346. La Hormiga de Oro. Siete de febrero de 1898.

 



    Para darnos cuenta de la carga de caricatura que contiene este nombre vamos a suponer este hecho. Supongamos que el bueno de fray Leopoldo de Alpandeire hubiera sido expulsado de los capuchinos. Y supongamos que hace exactamente igual que Francisco de Rojas. Su nuevo nombre no sería –seguimos con la suposición- Francisco Márquez Sánchez, su nombre de pila. Si hubiera seguido el ejemplo de De Rojas el tierno y compasivo de Alpandeire se hubiera llamado Francisco Leopoldo María Márquez de Alpandeire.

Imagen 347. La Ilustración Española y Americana del 28 de febrero de 1898. Insistiendo en el nombre barroco.

 

    En alguno que otro ejemplar de este libro aparece resumido el nombre: Misionero-Rojas de Mollina. Lo pondremos más adelante cuando estudiemos el libro. Como hay duda del autor de ese nombre -pudiera ser de De Rojas o bien de su editor- no lo ponemos aquí.

 

 

    En 1901 aparece por primera vez lo de Monseñor de Rojas.

Imagen 348. Pluma y Lápiz. 31 de marzo de 1901.



    El nombre de Monseñor de Rojas tenía bastantes ventajas sobre los intentos anteriores de cambiar el nombre. Era más improbable que en Madrid se enteraran de por dónde andaba el antiguo Padre Mollina con ese nombre y, por supuesto, con ese título de Monseñor.


    Así que de 1901 en adelante ese sería su nombre. Aunque, como hemos visto salió a la imprenta muy pocas veces. Si la prensa madrileña llega a enterarse que quien se hacía llamar Monseñor de Rojas era su antiguo amigo Padre Mollina se hubiera formado un pitote enorme.


 

    Francisco de Rojas García era consciente de la falsía de estos nombres.


     De hecho, cuando en 1912 publica su Revisión del más inicuo proceso cuyo autor era Monseñor de Rojas, pone este tratamiento debajo de su fotografía. Sin embargo, en su interior no se atreve a hacerlo así. La dedicatoria al Ilustrísimo y Reverendísimo Señor don Francisco Muñoz e Izquierdo, Doctor en Sagrada Teología y Derecho Canónico, Dignísimo Arcipreste de la Santa Iglesia Catedral y Secretario de Cámara y Gobierno del Obispado de Barcelona, su venerado y distinguido amigo, Francisco de Rojas firma como Francisco de Rojas, presbítero, como así consta en la página 8 de ese libro.

Imagen 349. Recorte de la página 8 del libro Revisión del más inicuo proceso.

 


    La súplica que aparece en las páginas 9, 10 y 11 del mismo libro aparece firmada por Francisco de Rojas García, presbítero.

Imagen 350. Recorte de la página 11 del mismo libro.


 

    Y, como ya vimos, la propia Iglesia Católica no le reconoció ese nuevo nombre fingido. Francisco de Rojas García se enterró como Francisco de Rojas García. Como nació.

Imagen 351. Nombre que aparece en el libro de defunciones del archivo parroquial de Mollina.

 



Sobre los emblemas



    Nos dejó dicho Quevedo:


…que el oro es cárcel con blasón de muro.

 

    Pasemos ahora a estudiar los blasones usados por Francisco de Rojas.


    El primer emblema que conocemos de Francisco de Rojas aparece en un ejemplar de Ramillete formado de perlas y diamantes para tejer la corona de la gloria ó sea método fácil para adelantar en la perfección y agradar de veras á Dios, publicado en Madrid en 1884. Aparece en el ángulo superior derecho de la portada.


    No está en tinta. Es lo que se llama un sello en seco. El dibujo lo hace un relieve.


    En el centro se ve un brazo desnudo, simbolizando a Jesús, cruzado sobre otro brazo que sale de un hábito, recuerdo de San Francisco, sobre nubes y rayos. Las letras que lo bordean forman una especie de óvalo. En la parte superior pone P. Lorenzo de Mollina. En la inferior, Misionero Apostólico.

    Abajo, en línea recta, Capellán de la Sa. Casa.

 Imagen 352. Sello en seco, primer emblema conocido del Padre Mollina.



    El siguiente emblema que conocemos es un sello de los llamados de tinta. Está en el libro que poseemos de su Viaje á Tierra Santa, en su edición de 26 de mayo de 1887.


    El Padre Mollina complica algo más su emblema. El sello tiene forma ovalada. En el interior, en un escudo de forma triangular están los brazos –Cristo y San Francisco-. Y de entre ellos surge una cruz de la Trinidad. Lo rodea con una corona de espinas. Alrededor pone: MIHI ABSIT GLORIARI NISI IN CRUCE D.N.J.C. FR.L.M.


    El lema lo toma de la epístola de San Pablo a los Gálatas, versión Vulgata latina, 6:14: Mihi autem absis gloriari, nisi in cruce Domini nostri Jesu Christi: per quem mihi mundus crucifixus est, et ego mundo.


    Toma la primera parte del versículo que, en su totalidad, dice: lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. 


    Fr. L. M. significa Fray Lorenzo de Mollina. 

Imagen 353. Sello de tinta usado por Francisco de Rojas en 1887.

 

 

    Cuando en 1897 Francisco de Rojas se autotitula Francisco Lorenzo María de Rojas de Mollina acompaña a ese barroquísimo nombre con un emblema no menos barroco. El ejemplar que tenemos no está demasiado claro, pero intentaremos describirlo.


    De forma circular, lo rodea una leyenda que dice: +Francisco Lorenzo Mª de Rojas de Mollina+Superior de la Misión Apostólica de las Siete Palabras.

    En el interior un blasón cuartelado. En el primero, una cruz de Jerusalén. En el segundo se adivina un Calvario. El tercero se nos hace más ilegible. El cuarto, nos parece una balanza. Sobre ellos, escusón con una paloma con ramo de olivo.

    Acostado a su lado diestro mata de trigo con tres espigas y a su siniestro una rama de vid frutada.


    Cuando hablamos de derecha e izquierda lo hacemos en lenguaje heráldico significa desde el punto de vista del portador del escudo, que es la izquierda desde el punto de vista del espectador. 

 

    El blasón tiene dos timbres, o sea, adornos en la parte superior. El primero es el emblema franciscano de los dos brazos y la cruz de la Trinidad. Y sobre él un capelo con 2x3 borlas negras, puestas 1,2. O sea, de canónigo.


    Por si fuera poco recargamiento, coloca de nuevo la cruz de Jerusalén con corona real cerrada. Parte de ella –la corona- dentro del círculo. Fuera de él la cruz de Jerusalén, que es una cruz griega potenzada, rodeada de otras cuatro cruces de la misma forma y menor tamaño, llamadas crucetas, situadas en cada uno de los cuadrantes delimitados por sus brazos.

Imagen 354. Emblema utilizado por Francisco de Rojas en 1897.



 

    El emblema utilizado en 1912 es bastante más simple que el de 1897.


    También de forma circular lo rodea la leyenda *Mons. Francisco de Rojas García* Protonotario Apostª Can. Sin abreviaturas sería: Monseñor Francisco de Rojas García Protonotario Apostólico Canónigo. 

    En el interior un blasón en el que se representa un Calvario. En campaña –abajo- en el lado diestro las cinco estrellas que aparecen en el blasón de los Rojas de Antequera y en su lado siniestro la paloma con la rama de olivo. Como signos externos, a su diestra, acostado, una mata de trigo con tres espigas y a su siniestra una rama de vid frutada.

    Lo timbra con los brazos franciscanos y sobre ellos un bonete.

    A pesar de autotitularse protonotario y canónigo, De Rojas renuncia en este emblema a los borlones correspondientes.

Imagen 355. Emblema utilizado por Francisco de Rojas en 1912.



    Lo más seguro es que los dos emblemas último de De Rojas hubieran sido encargados en Barcelona y costeados por él. Hechos por alguien que sabía de la costumbre eclesiástica de poner en los blasones personales alguna referencia al lugar de origen. Ya por aquel entonces la parroquia de Mollina usaba la paloma con el ramo de olivo como signo diferenciador.

    Lo de usar las cinco estrellas de un Rojas como propio es algo arriesgado. De todos es sabido que los apellidos no tienen blasones, los linajes sí. De ahí que usar ese símbolo hay que tomarlo como una apropiación. Francisco de Rojas venía de familia humilde. No creemos que tuviera archivo familiar para demostrar linaje alguno.


    Hay algo raro en este emblema. Se hace titular Protonotario apostólico y, sin embargo, no adorna el blasón con el capelo correspondiente. Tampoco con el capelo de canónigo. Sin embargo pone un bonete. Habrá que pensar que De Rojas no entraría en estos detalles. En los ropajes, sí.


    Tanto en el emblema de 1912 como en el de 1897 Francisco de Rojas coincide en timbrar el blasón con los brazos de Cristo y de San Francisco. Aunque ya no era capuchino, aprovecha el detalle –circunstancial- de su nombre de pila para seguir usando un emblema franciscano.

 

 

 

Sobre los ropajes



    Nos dijo Serrat en sus Lecciones de urbanidad, 1987: 


Cubra sus bajos instintos 

con una piel de cordero. 

El hábito no hace al monje, 

pero da el pego. 



    En la primera fotografía que tenemos de Francisco de Rojas éste se nos representa en una pose beatífica muy en boga entre el personal eclesiástico -varones y hembras- en esos años. 

    Si tenemos en cuenta que el tiempo de exposición era de algunos segundos, no es raro que los eclesiásticos se tomaran la foto de rodillas y sujetos a algo, mientras que las monjas ya mayores, lo hacían sentadas.

La fotografía que ponemos tiene fecha de 4 de diciembre de 1882. Francisco de Rojas tendría unos treinta y un años. Joven y lozano, vestía el hábito capuchino.

 Imagen 356. Francisco de Rojas García cuando tenía unos treinta y un años.


 

    Esta fotografía se conserva en el Archivo Municipal de Burgos, signatura FC-3888// y tiene en el reverso manuscrito lo siguiente: Recuerdo del P. fr. Lorenzo de Mollina / Misionero Apostólico Capuchino / Burgos 4 Dbre 1882


    Por su tamaño, 13,1 x 10 cm. tiene forma de cabinet, algo mayor que la carte de visite. 



    Una vez instalado en Madrid sigue vistiendo hábito capuchino, aunque una vez expulsado del convento de San Antonio del Prado por la duquesa de Medinaceli en la primavera de 1883, Francisco de Rojas García alterna el hábito capuchino con unos ropajes que no corresponden ni a ninguna orden religiosa ni a la vestidura talar de cualquier clérigo secular -o sea, un cura normal-.


    El 20 de marzo de 1883 ya vimos cómo El Siglo Futuro, diario carlista e integrista hablaba así de De Rojas: 

"...el santo hábito capuchino, que tan dignamente lleva el reverendo Padre Mollina..."


    Muy pronto empieza a usar un hábito distinto al capuchino. Nos lo dijo Un clérigo de esta córte en el verano de 1886: 

"Es fraile, y no está con los suyos; no viste el hábito, pero usa barbas, y su traje no es el del sacerdote español, aunque vive aquí y es andaluz; á pesar de sus votos, de que no ha podido ser dispensado, acepta honores y vive con gran lujo; no es hombre distinguido ni apenas sabe hablar, y ve á sus pies los adoradores á cientos.”


    Estas palabras del clérigo aparecieron citadas en El Motín del 8 de agosto de 1886.


    El uso de barba larga le debió de ser bastante útil a De Rojas.

     Si quería viajar y tener hospedaje gratis, no tenía más que ponerse el hábito capuchino y ya está. No necesitaba meses para dejarse la barba.

 


    Una vez expulsado  de la orden capuchina es cuando Francisco de Rojas puede dar rienda suelta a sus dotes de travestismo.


    Ya vimos cómo en 1897 hizo un refrito con su nombre civil y su nombre capuchino saliendo su nombre más barroco. Pues bien, con la vestimenta hizo lo mismo.


    En el libro editado en ese año aparece una fotografía de De Rojas cuando contaba unos cuarenta y seis años de edad. Eso sí, afeitado.


    La sotana aparece con un vivo central y botones de colores. Reproducidos en ambas mangas. Sobre el pecho, lado izquierdo, un bordado con la cruz de Jerusalén. Parece llevar una capa,  con el forro coloreado, echada para atrás.


    Para la pose ha cogido el crucifijo de cuando era capuchino y posa con él. Otro refrito, en este caso fotográfico.

Imagen 357. Francisco de Rojas a los cuarenta y seis años.


 

    El tipo de crucifijo y su postura son similares a los que usaba cuando capuchino. Lo podemos comprobar en esta fotografía de 1908 tomada a un grupo de capuchinos, profesos y novicios –sin barba-.

Imagen 358. Grupo de capuchinos en 1908. Enciclopedianavarra.com

 


    En la primera década del siglo XX Francisco de Rojas posa para dos fotografías publicitarias con el nombre impostado de Monseñor de Rojas. Lo más seguro es que estuvieran tomadas en un estudio de Barcelona. Y actualmente conservadas en un archivo familiar de Mollina.


    En la primera De Rojas posa con una sotana negra con botones coloreados. Un ancho fajín con borlones le ciñe la cintura. Al cuello otra cinta ancha de la que pende la cruz de Jerusalén, seguramente la comprada en su viaje a Palestina. Algo le cuelga también, de forma circular. Sobre la sotana, la dulleta, especie de gabán. Y un sombrero eclesiástico a la cabeza.


No es difícil imaginar la impresión que entre las clases populares daría semejante visión.

 Imagen 359. De Rojas con algo más de cincuenta años.

 


La otra foto tamaño postal con fines publicitarios es esta otra. Tampoco tiene desperdicio. Francisco de Rojas amaga con subir la escalera. Pero se gira para la pose. Aunque la fotografía es en blanco y negro, vemos que para la ocasión viste una sotana coloreada. Sobre ella un roquete en el que no caben más encajes. Todo encaje, nada de tela. Sobre el roquete una esclavina. Y sobre la esclavina una capucha. Y sobre la capucha un lazo.

 Imagen 360. Francisco de Rojas en pose.

 


Aproximadamente de esa época es esta otra fotografía de tamaño mayor. Para regalar a la familia y fuera colocada en el salón. La dulleta aquí parece más simple.

Imagen 361. Francisco de Rojas para el salón.



    La última fotografía, también publicitaria,  que conocemos es la aparecida en el libro Revisión del más inicuo proceso de 1912.


    Retoma la sotana negra, el fajín y la cinta de la cruz. Sobre la dulleta lleva bordada la cruz de Jerusalén. Y el sombrero que lleva en la mano luce unos borlones.

 Imagen 362. Francisco de Rojas con unos sesenta y un años.



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