CALLEJERO EN LA MOLLINA DEL SIGLO XIX
Mollina desde el siglo XIX hasta mediados del XX.
Mollina en el último tercio del siglo XX.
Situación de las eras alrededor del pueblo.
Los casi tres kilómetros que hay entre la calle de los
Alcornocales –en la sinrazón urbanística de Castaño- hasta la Crujía nos indica
lo mal que se gestionó el urbanismo en el pueblo durante la transición y la burbuja
inmobiliaria. Esta opinión no es únicamente nuestra. La compartimos con un
mollinato dos veces premio nacional de urbanismo.
A propósito del desastre urbanístico, digamos de nacimiento,
haremos una reflexión sobre el nomenclátor de las calles y plazas del pueblo
durante el siglo XIX. Y decimos de nacimiento porque ya en el siglo XVIII el
párroco del pueblo decía: …labrando cada
cual su casa para propia habitación en aquella heredad que poseía; y de esta
suerte, y unas veces dividiendo entre herederos, y otras vendiendo por pedazos,
han llegado a multiplicarse las heredades, y sus casas hasta el número que hoy
se advierte y manifiesta el vecindario sobredicho. Formándose su población por
estas causas con tan poca unión entre sus casas, que se hace singular en toda
la península de España. (Respuestas al Diccionario Geográphico del Obispado
de Málaga, de Medina Conde, publicado aquí en https://lopez29532mollina.blogspot.com/2018/02/gracias-rosario-camacho-malagabarroca.html ).
El Ayuntamiento de Mollina, en sesión celebrada el catorce
de enero de 1823 ya reconoce que el pueblo no tiene calles propiamente dichas.
Tendremos que esperar al veinticinco de junio de ese año para ver reflejado en
acta un nombre de calle –plaza en este caso-. Se refería a la Plaza de la Constitución. En vista de lo
poco que duraba la placa con el nombre puesto en la misma, el Ayuntamiento
pleno tomó la decisión de poner el mismo en una placa de quita y pon al lado
del balcón de la casa consistorial.
Ya en 1860 se ponen los números en las casas y los nombres
en las calles. Las placas las hizo un tal Juan García Pacheco que cobró un real
y medio por cada uno de los números y cuatro reales por cada una de las
veintiséis placas que nombraban calles o plazas, según nos dicen las actas de
siete de abril y trece de mayo de ese año. Aún podemos ver esas placas en la
calle del Codo, Salida para Estepa, Carreteros…
De nuevo el ayuntamiento nos dice en 1865, acta del cinco de
febrero, que el pueblo estaba dividido en barriadas que distaban entre sí más
de tres cuartos de legua de radio. No es de extrañar, por tanto, que D.
Cristóbal Fernández, antequerano que fue cura en Mollina, y que sacó en julio de 1842 su Historia de Antequera desde su fundación hasta el año de 1800,
impreso en Málaga en la Imprenta del Comercio dijera en su página 299: …Mollina, cuya dilatada é irregular
extensión se describe en este proverbio vulgar: ni es ciudad ni villa y es más
grande que Sevilla.
Esta situación de desparrame nos la repite el acta de uno de
noviembre de 1875 cuando se refiere –ya en metros- a la separación de grupos de
casas. Más de cien metros, dice.
Años antes, 1868, se hace referencia al Callejón de Galeote, nombre popular en la segunda mitad del siglo
XIX de la calle de la Alameda –acta del doce de enero-. En 1882, el veintiuno
de julio hablando de arreglos de calles el acta hace referencia al Barrio de
los Agachas, la Plaza de la Verdura, el Callejón de la Molina y la Calle Alta.
Con motivo de los primeros estudios para la traída de aguas al pueblo sabemos
que la Cañada (sic) era el centro del pueblo y que tenía lo que se llamaba
Puerta de la Jara –acta del veintiséis de mayo de 1883-.
El acta del veintitrés de octubre de 1887, con motivo de
delimitar las secciones para el censo nos indica el callejero de Mollina. Son
estas:
1ª Plaza de la Constitución, Codo, Alta, Archidona y de la
Alameda.
2ª Plazuela de la Verdura, Antequera, Pachecos, Real, Horno
y Nueva.
3ª Sol, Pozo, Viento, Estrella y Barrio del Albaicín.
4ª Calle del Humilladero, Barrio de las Cuatro Casas, Salida
para Estepa, Carreteros y Cañada.
5ª Barrio del Portugalejo, calle del Carmen, calle de San
Marcos, Camorra y Barrio Alto.
6ª Barrio del Cerrillo, calle de la Capilla y Barrio de la
Capilla.
7ª Barrio de la Crujía, calle de Sevilla, Barrio de Morella
y casas situadas en el campo.
Aparte menciona las calles de la Fuente y del Aire.
Con estos datos podemos hacer unos grupos teniendo en cuenta
la nomenclatura de calles, plazas y barrios, teniendo en cuenta que barrio eran
grupos de casas cercanas sin constituir muchas veces una calle como tal. Serían
estos grupos:
PRIMERO, SALIDAS: Como era natural en muchísimos sitios las
vías de salida hacia otras localidades o lugares llegaron a denominar a calles
de la localidad. En Mollina estaban las de Archidona, la Alameda, Antequera, El
Humilladero, la Salida para Estepa, La Camorra (esta rebautizada luego con el finolis y políticamente correcto nombre
de Sierra de la Camorra) y Sevilla. En total, siete.
SEGUNDO, IMPOSICIÓN POLÍTICA: Ya desde las Cortes de Cádiz se pedía a los
Ayuntamientos que aquellos lugares donde se había producido una jura a la
Constitución se llamaran así. De esta
forma la plaza de la iglesia se denominó ya desde los primeros tiempos de la
independencia de Mollina como Plaza de la Constitución. En total, una.
TERCERO, REFERENCIAS A USO DE LA CALLE O PLAZA, ELEMENTO
SIGNIFICATIVO… : Tenemos a la Plaza de la Verdura, donde hasta los años sesenta
del siglo XX se vendía la fruta, de ahí ese nombre tan hermoso que ya no
recuperó; la del Pozo, nombre obvio, ya que hasta hace pocos años tenía un pozo
con acceso de los vecinos; el Barrio de
las Cuatro Casas, seguramente por ser este el número de casas en su origen; la
Cañada, como su nombre indica ocupando una cañada; el Cerrillo, por su ligera
elevación; la calle y el barrio de la Capilla, donde estaba la capilla de Santa
Bárbara; y la Crujía, seguramente haciendo referencia a la forma de la plaza
que tiene forma, precisamente, de crujía. En total, siete.
CUARTO, APELLIDOS O SANTOS: No fue nunca Mollina muy de
santoral en las calles. En este documento solo aparece uno, San Marcos, que no
sabemos dónde pudo estar. Apellidos salen dos: Pachecos y Morella. En total,
tres.
QUINTO, NOMBRES COMPARTIDOS CON EL NOMENCLÁTOR DE CALLES DE
ANTEQUERA, ACTUAL O HISTÓRICO: Es el grupo más numeroso. El compartir nombres
con la ciudad de la que dependimos nos puede dar explicación a algo tan extraño
para gente de fuera cuando ven, por ejemplo, que el Barrio Alto no está en lo alto,
sino en lo más bajo. Aventuramos una teoría: Los primeros vecinos pondrían nombre
a sus casas rememorando el sitio de Antequera de donde vendrían. Así tenemos la calle del Codo, Alta, Real (en
Antequera cuesta Real), Horno (en Antequera Hornos), Nueva, calle del Sol, del
Viento, de la Estrella, del Albaicín, de Carreteros, El Portugalejo, del
Carmen, el Barrio Alto, la Fuente y del Aire (esta última perdió su hermosísimo
nombre que hoy lo da a una colección de poesía por el obsceno de Monseñor de
Rojas en 1914 inaugurando una nefasta moda de cambiar los nombres tradicionales
por personajes que algunos rozaban la desvergüenza). En total, quince, a la que podríamos
sumar la de San Agustín, por el barrio de la Estrella que tampoco recuperó su
nombre.
Esta influencia antequerana fue desplazada por Málaga a
finales del siglo XIX. Ya en 1899 aparece el nombre de La Caleta para hacer
referencia a un lugar que dista muchos kilómetros del mar. Nombre que a
nosotros nos parece normal, pero que causa extrañeza a quien sabe lo que en
realidad es una caleta.
Por último una referencia a La Encrucijada. Nunca apareció –en el siglo XIX- como plaza. Sí en
el lenguaje popular para definir el punto de encuentro de las calles de
Carreteros, Sevilla, Aire, la Camorra y las Cañadas. Aunque hay otras poblaciones que tienen ese
nombre en su callejero –Maracena, por ejemplo- Mollina no ha tenido aún una
corporación municipal con el valor y sensibilidad suficientes para denominar así lo que
el pueblo dice. Cómo nos acordamos de lo que José María Moreno Galván, pintor y
poeta morisco, compuso para que José Menese cantara por marianas:
Cuándo
llegará el momento
que las agüitas
vuelvan a sus cauces.
Las esquinas
con sus nombres:
ni roques, ni
reyes, ni santos, ni frailes.
Por supuesto que no iba contra los nombres tradicionales de
santos, sino con el abuso del callejero franquista con sus famosos generales. Los
que lo oíamos en los primeros setenta sabíamos por dónde iba la letra. Pero,
eso sí, aún no hemos visto más bonita reivindicación de los nombres tradicionales
en la nomenclatura callejera.
Las ilustraciones que acompañan este artículo son del Taller
de Empleo de Turismo Rural de principios de este siglo. Está el plano de
Mollina -aproximado- del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX. El del final del siglo XX y uno muy curioso con la situación
de las eras que hubo en Mollina antes de la llegada de las cosechadoras
mecánicas.
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