ORIGEN DEL TOPÓNIMO MOLLINA. 1988


Este trabajo se realizó para que el Concejal de Cultura en esa fecha, Francisco José Campaña Rodríguez, contestara a un estudiante centroeuropeo de Filología Hispánica que estaba realizando una tesis sobre topónimos en castellano.

Básicamente está copiado íntegro, salvo la expresión del tercer párrafo donde dice “...años 70 del siglo XX,...” que en el original ponía “años 70 de este siglo,...”

Salvo el empecinamiento del Concejal  de Cultura que sucedió a Campaña, D. Cástulo Rodríguez, en mantener la lluvia fina como origen del topónimo sin más razón científica que sostenella y no enmendalla en cuestiones heráldicas, no se ha averiguado nada nuevo que haga cambiar, alterar, modificar, suprimir de este estudio. Al contrario. El cambio de nombre del “Cortijo de la Ciudad” a finales del siglo XX por el del “Cortijo de la Villa” de manera arbitraria y sin tener en cuenta toda la documentación existente,  me reafirma en lo expuesto. Aparte de la aparición de otros mapas con la expresión “Venta Torre Molino”, por ejemplo, o el olvido mío de incluir en este estudio el retrato de D. Juan II en el que Molina (de Aragón) aparece como Mollina –y que traeré en estas publicaciones- todo parece estar a favor de esta reafirmación.

En 1996? Prensa Malagueña, S.A., editora del diario Sur, publica por entregas Conocer Málaga para encuadernar en dos tomos. Mollina aparece en las páginas 107-112 del primer tomo. Conociendo cómo se elaboran este tipo de obras, se supone que el autor, D. Francisco Lancha, pidió documentación al Ayuntamiento. Es curiosa la información proporcionada por el Área de Cultura del Ayuntamiento. Por un lado mezcla los datos acientíficos con los científicos. De la obra se desprende que D. Francisco Lancha recibió este estudio sobre el topónimo. En cuanto al resumen histórico, le fue entregado -según se colige de la lectura de la obra- un bebedizo compuesto por investigaciones de quien esto escribe y afirmaciones rayanas en la leyenda del escudo heráldico oficial hecho sin el más mínimo pudor.

De la entrega de estos datos –por supuesto me refiero a los elaborados por mí- no tuve conocimiento ni de forma oficial ni privada.

La ilustración que acompaña esta publicación es el primer cuartel del escudo oficial –no real- de Mollina en el que la lluvia fina está cayendo sobre el castillo árabe que –siempre según el poder- está en lo alto de la Camorra. Ay.

Este es el texto al que he quitado sustituido las comillas –antiestéticas- y las he sustituido por cursiva.



Mollina.

Origen del topónimo.



            Independientemente de la gran cantidad de restos neolíticos y romanos encontrados en lo que hoy es término municipal de Mollina, el origen de la misma como entidad de población concentrada hay que buscarlo en 1575, fecha en que el Cabildo de la Ciudad de Antequera reparte entre colonos las tierras que rodean al pueblo y que pertenecían al Cortijo de la Ciudad o de Torre Molina. Efectivamente, los restos neolíticos y romanos –pinturas rupestres, fuerte romano, mausoleo romano, molino de aceite de la misma época, etc.- se han encontrado dispersos en distintas partes del término, y sin visos de haberse formado una población concentrada hasta el siglo XVI.

            La dependencia de la Ciudad de Antequera duró hasta 1820, fecha en que Mollina consigue erigirse en municipio independiente.



            Con respecto al origen del nombre de Mollina, ha habido hasta hace bien poco un error de bulto. En efecto, si buscamos en el diccionario la palabra mollina (con minúsculas) nos encontramos con mollizna o agua lluvia que cae menuda o blandamente o también masa para formar pomadas, consistente en un jabón blando sobreengrasado que contiene glicerina. Esta palabra –mollina- procede del latín mollis que significa suave, blando e incluso era un calificativo dado al hombre afeminado. Con esta forma de investigar la Historia en diccionarios nos hicieron creer que Mollina (con mayúsculas) se llamaba así porque aquí llovía menuda y blandamente y que cuando eso ocurría decíamos que estaba mollinando, cuando en realidad decimos que está chispeando o cualquier expresión más común para referirnos a ese fenómeno atmosférico. Mollina (con mayúsculas) no tiene nada que ver con la lluvia ni con una pomada.



            Para llegar a esta conclusión hemos tenido que llegar a finales de los años 70 del siglo XX, cuando diversos historiadores –Francisco Alijo Hidalgo sobre todo, con su estudio del Libro de Repartimientos de Antequera- investigaron seriamente la historia de esta zona en los siglos XV y XVI.



            En el Libro de Repartimientos de Antequera se recogen las anotaciones de los repartos de lotes de tierras después de la conquista cristiana, cantidad de las mismas, lugar, etc. Pues bien, en ese libro –siglo XV- aparece numerosas veces el nombre de Torre Molina, algunas Molina y muy escasas veces Molina, para referirse a estas tierras. Sin embargo, a partir del siglo XVI predomina la palabra Mollina sobre las otras dos. La razón del uso de esta palabra –evidentemente derivada de Torre Molina- nos es desconocida –quizá el que sea más corta facilitó esa elección, así como el hecho de no haber un a población estable en aquel tiempo, cosa que hubiera contribuido seguramente al mantenimiento del nombre de Torre Molina-.



            A pesar de este cambio en el nombre hemos podido encontrar Torre Molina y no Mollina en un mapa editado en el reinado de Carlos III –siglo XVIII-: Totius Regni Hispaniae, tabula per IUSTINVM DANCKERTS, Ámsterdam.



a.g.l.

Mollina, marzo de 1988

©López 2018



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