NOVILLADA EN MOLLINA. 1915



Recorte de El Heraldo de Antequera, veintitrés de agosto de 1915.




Aunque sabemos que anteriormente hubo becerradas, tendremos que esperar al lunes veintitrés de agosto de 1915 cuando el Heraldo de Antequera nos trae la que quizá sea la primera crónica taurina de Mollina. Está en la página tres del ejemplar del año VI, número 291 y dice así con su poquito de retranca:

¿A DÓ VAS?

¡¡A MOLLINA!!

Eran las quince horas del domingo.. . ,

 El sol en plena fuerza, y este cronista, que «está para las verdes y no para las maduras" en una bici a todo meter por la carretera conductiva al vecino pueblo, que celebra fiestas en honor a la Virgen de la Oliva.

Tras de un pequeño descanso, y un buen vaso de bien tostado café, paso a la inquisición de dar tres reales, completos, por una p'ar só. (Había sombra y sol fuera de la plaza, pero dentro tan solo había la mala sombra que hacían los encaramados esos que por que sean vecinos del sitio ocupado por un ovalado circulo taurino, se creen con derecho, a más de disfrutar del espectáculo gratis, a tener un distraído movimiento intencionado que hace desprenderse un ínfimo chinito, y vá a dar en la rubicunda luna de algún señor de respeto, situado debajo).

 Absteniéndome de hacer chistes voy, pero en mi condición és el brote de ellos, y sálense. Me pasa lo que al del cuento: que, son muy malos pero siquiera doy a luz muchos.

LA NOVILLADA.

Entro por la puerta….. casualidad, por que siempre voy por las etéreas regiones, y debí  entrar por el vacío .... pero, no, aquello estaba lleno de carne humana …y divina a causa de eso que llaman bello sexo, y que yo he dado en llamar merengues con guindilla.

Aparece un mozo con un regador de la mano y moja la plaza, trás de llenarlo dos veces más… La banda de música acompaña, con bien acompasadas notas, en el paseo de la cuadrilla… Huesudo merengue con guindilla, montando brioso corcel encabeza a ésta…  suena el clarín… sale corriendo un endividuo cojo haciendo de cabestro. ... Aparece cabisbajo el bicho, como avergonzado de presentación tan brusca… Le saca de su letargo un astro de los que viajan a vertiginosa carretera, con una larga… muy larga, que es contestada con una coz de desprecio. El astiado se anima y dá un peu de jeu. Le enardecen con un par de rehiletes, colocados cerca de los tobillos; otro pone la mitad de medio par (eran de las cortas), y, etc. etc. El corneta anuncia la hora de la muerte, y el espada brinda, asegurando la muerte del taurus, (cuando sea viejo). Hace unas pocas de cosas con la muleta, de esas que no tienen calificativo apropiado, y se deja ir para dar un pinchazo a un cuerno… el toro dobla ..... al del estoque, que sale hecho un chachipiro lío. Dá otro con coraje, pero se le vá el toro y pincha el suelo, quedando el ninchi como los hijos de Mahoma toman el thé. Al pinchar otra vez, se hiere con una banderilla, herida que le obliga a soltar los trastos... ¡¡¡bien a pesar de su deseo!!!

Nuestro paisano Herrerita pide permiso para seguir la suerte, y se lo conceden, pero el primer banderillero entabla discusión... recoje los trastes... se vá al toro... se lía a sablazos, y su enemigo, yá de mal humor, le manda con su superior coletudo a la enfermería. Herrerita es pedido por el público, y sale tranquilo, dá unos pases que aplauden y corean con ¡oles! Intenta pincharle y el cornudo no quiere bromas.

Juaico, de la cuadrilla de Herrerita, viendo la imposibilidad de despacharlo en forma correcta, agarra de las astas al bichejo y le apuntillan, después de openerse (sic) y querer deshacer a su rival hercúleo.

En la plaza no quedan más que tres de los malagueños y nuestros dos paisas. Vuelve a salir el del regador; suena el clarín... asoma tranquilo, pacífico, sin ganas de maltratar a naiden. el segundo y último de la tarde.

 Herrerita le dá unos capotazos y remata con un farol de diáfanos cristales, (aplausos) los peones dan muchas largas, y el bicho no hace por asustarlos. Le acarician con un par y se enfurece, convirtiéndose aquello en carrera fugaz.

Cuatro o cinco pares más, pero uno o dos palos colocados. Herrera coje los trastes y tras del reglamentario brindis, se vá al toro que aún sigue pensativo; le dá un pase por alto, unos minutos y por fin entra el bicho más pases, un molinete estilo Belmonte, un pinchazo en hueso (no tenía otra cosa el animalito) otro pinchazo, media delantera. Se hace imposible pinchar mejor, y entra Juaico en faena, haciendo la operación que al anterior.

 El publico aplaude la faena de Herrerita, y la fuerza y maña del célebre Juaico.

DETALLES: El público aclama el arrastre, verificado por cuatro forzudos homes, y otro también home, empuñando el mosquitero becerril.

 ¿DE DO VIENES?= DE MOLLINA...!

AU E K




De este Herrerita habla este mismo periódico en su edición del día tres de octubre de 1915 y recuerda su actuación en Mollina. 
Dice:

Paquillo Herrera es un torerito, que se arrima y que lo entiende; si con amor y entusiasmo trabaja por salir airoso y lo más lucidamente posible en cuantas fiestas de esta índole tome parte, llegará a ser buen torero.

 Paco Herrera es ya casi popular en nuestra región, en las corridas en que ha alternado, ha conseguido dejar bien puesto su nombre y esto ya es suficiente y revela un buen torerito, dado el poco entrenamiento y la falta de materia prima para adiestrarse.

Después de la corrida que despachó en ésta en compañía de Rafael Galán, ha toreado en Mollina donde dió muerte a un boyancon que los toreros contratados se negaron a despachar.

Contrató con posterioridad dos corridas en Sierra de Yegüas, matando en la primera, y por cierto muy bien, dos vacas, siendo sacado en hombros de los entusiastas.

La segunda corrida no pudo efectuarse por haberse escapado los bichos que habian de lidiarse. Ségun dicen los que le rodean va decidido a ganar el título de maestro en el difícil arte de Cuchares, a cimentar el edificio de su futuro encumbramiento y a reverdecer los laureles conquistados en otras plazas de menor cuantía.

La transcripción es tal cual respetando la ortografía de la época y las faltas del cajista.



Página de El Heraldo de Antequera, veintitrés de agosto de 1915.



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