ROBOS E INCENDIOS EN EL CAMPO. 1919
Recorte de El Sol de Antequera, veinte de julio de 1919.
Empezaba diciendo así:
—¿A dónde va V. Eufemia?
—Pos voy al campo, porque quieren mis hijas unas alcaparrillas, y voy por ellas.
— Pues tenga usted cuidado,, no vayan a creer que va por otra cosa; se dice que por el campo ha habido estos días varios robos.
— Sí que lo he oído. Pero donde creo que ha habido más ha sido por Mollina. Allí han quitado garbanzos, cebada, trigo y avenate a varios vecinos del pueblo.
—También me han dicho que del cortijo de la Capilla de Santa Eufemia, se llevaron unas caballerías de Miguel Pérez Velasco, y han sido encontradas cerca de Loja; y, en terrenos de Las Lomas, que están por Fuente-Piedra, le han quitado dos mulos a Juan Torres Casasola.
—¿Se enteró usted de un incendio de mieses que hubo el lunes en el cortijo de Gadea?
—Algo he oído. ¿De quién es ese cortijo?
—De D. Carlos Blázquez; pero a quien se le han quemado las gavillas es al colono, que se llama Antonio Carmona; dicen que pierde allá unas cuatrocientas fanegas de trigo,
—Siempre ocurren las desgracias a los más pobres. ¿Y se sabe sí ha sido intencionado?
—Dicen que han cogido preso a un viejo de setenta y tantos años, que se llama Antonio Muñoz García, que según parece fué quien tuvo la culpa, aunque sin intención.
— Vaya; antes de separarnos acabe de contarme si sabe algo de sucesos.
— Le diré que el lunes, a una muchacha que se llama Encarnación Narbona, le tiró una piedra un chiquillo de ocho años, y la hirió en la boca.
—Eso de los niños tirando piedras a lo que pillan es una cosa que todos los días está pasando, y no se puede remediar por lo visto. Los municipales cogieron el miércoles a tres niños que estaban tirando piedras al tejado de la Plaza de Abastos.
—Pues el miércoles, también hubo un escándalo en la calle Lucena, porque se estaban peleando Francisco García Gutiérrez, zapatero de la calle del Toril, y un mozuelo llamado Juan Pérez Cañada.
—¿No ha oído usted hablar del escándalo que ese día mismo armó María Gutiérrez Jiménez, en un tienda de la plazuela del Espíritu Santo?
-No; no me he enterado. Cuéntemelo usted.
—Pues, nada, que estando en la tienda se lió de pindonga con Ana Vilches Jiménez, y hasta le tiró una pesa, que por suerte, no le dió. Después, Ana fué y se lo dijo a los guardias de Seguridad, y uno de éstos fué en busca de María, para que se fuera con él al cuerpo de guardia. Pero lo gracioso es, que ella le dijo que se esperara un instante, y, mientras, fué de nuevo en busca de Ana Vilches, y cuando la encontró se lió a tirarle piedras a ella y a su marido que estaba también allí.
—¡Pues vaya una hembra brava! De otro suceso sé yo, que ocurrió ayer por la mañana en la calle Lucena. Fué que iban muy agarraítos un mozo y una joven, que ya no es mocita, cuando la madre de él les salió al encuentro y se lió a insultar a la tál, porque, según ella, iba a extraviar a su hijo. Parece que un industrial de la esquina de la calle Duranes y un vejete que con él trabaja, salieron a la defensa de la paloma, y se trabaron de palabras con la madre y el hijo, hasta que el viejo, en son de amenaza, se entró dentro de la tienda, y cuando la gente que se acercó al oír el escándalo, creía que la cosa se iba a poner seria, salió empuñando un escobón, por lo que, al verlo, le armaron un abucheo estrepitoso.
.¡Sí que tuvo gracia el caso!
-¡Ea!, no me entretengo más.
-Vaya usted con Dios.
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