EFEMÉRIDES BANDOLERAS. 1925-1935. EL TÍO MARTÍN

Fotografía del hijo de El Tío Martín, aparecida en el libro Bandidos Célebres Españoles de Florentino Hernández Girbal. 










Entre los años 1925 y 1935 son varias las veces en que Mollina aparece en la prensa relacionada con el bandolerismo, pero no como noticias de actualidad, sino como recordatorio.





La Verdad, periódico conservador antequerano, en su edición del día veintitrés de mayo de 1925, en su página 3 y dentro de la sección de Efemérides Antequeranas decía:


Y el día 21 hizo 68 años que fué secuestrado en las cercanías de Mollina un hijo del rico propietario señor Rojas Alvarez. Los ladrones exigieron por el rescate crecida cantidad, amenazando con dar muerte al secuestrado si no se les enviaba. 


Aclaraba que la información estaba tomada de la obra Nueva (sic) Efemérides Malagueñas de Díaz de Escovar. 

Se refería al secuestro que tuvo lugar en 1857 y del que dimos cuenta en este blog hace tiempo.





Por su parte el Heraldo de Madrid de fecha veintiséis de agosto de 1930 en su página dedicada a la sección TODAS LAS NOCHES traía el relato de nuestro Tío Martín, aclarando que las ilustraciones de bandidos correspondían a los herederos de Zugasti, que fue quien nos había informado en el siglo anterior de las andanzas y crímenes de nuestro paisano. 

Decía así:


LOS SECUESTRADORES DE ANDALUCÍA

En las proximidades de la huerta y en el declive hacia el río de las Yeguas, poblado de álamos y chopos, con frondosa floresta, y junto al Peñón de Ardila, se levantaban dos chozas, una a cada lado del ferrocarril, en donde vivían Juan y Antonio (éste, cojo de la pierna derecha), hijos del tío Martín, que con dos varones más y dos hembras (una de ellas casada en término de Lucena) y los demás en Casariche formaban toda la familia del tío Martín y de su esposa, la tía María Torres, de Antequera.

 El tío Martín fué mozo de mulas de P. Diego Moreno, de Mollina. Casó a los veinte años y se trasladó después a una huerta en término de Roda, propiedad de D. Francisco Pleitos Tenía entonces el tío Martín veintisiete años y permaneció hasta 1830, en que arrendó otra huerta a D. Francisco Morales, de Casariche, y residió hasta 1847. fecha en que compró a D. .Juan Moreno, de Estepa, la huerta que hemos descrito. 

PRIMER SECUESTRO Y CRIMEN

Él tío Martín tenía setenta y seis años en 1870, pero se conservaba fuerte, como si tuviera la mitad. Una noche de marzo de dicho año esperaba impaciente la llegada de alguien. De pronto la puerta se estremeció al rudo golpe de una llamada. El tío Martín facilitó el paso, y se introdujeron en la cocina dos hombres que conducían a otro de la mano, que traía la cabeza envuelta en un ancho pañuelo. Los que acompañaban al encubierto eran los secuestradores Antonio Romero Pozo y José Carrascoso (a) «el Maruso» ; su víctima era D. Francisco Agapito Delgado, vecino de La Alameda. Le sorprendieron en un olivar de su propiedad, sin que pudiera defenderse. En el secuestro ayudó un bandolero conocido por Cagarrache. En la carta que dirigieron a doña María Gallardo, esposa de la víctima, y que se depositó en la Administración de Correos de Campillos, fijaban el precio de rescate los secuestradores en 8.000 duros, un sobrino del secuestrado, José Melero, se entendió con 1 o s bandidos, así como el hijo del secuestrado Frasquito. Se regateó el precio y los secuestradores exigieron la entrega de 5.000 duros para el día 5 de abril. En tanto, la víctima era objeto de los más atroces tormentos. Le sustentaban con habas, pan y agua; le tenían cubierta la vista con fuertes vendas, taponados los oídos con yesca y atado de pies y manos. No. obstante, una noche pudo desembarazarse de aquel tormento y con el único deseo de respirar el aire escaló a tientas un boquete o respiradero de la cueva, cubierto tan sólo con maleza. El tío Martín le sorprendió, castigándole con la pena de «ponerle los guantes». Consistía este tormento en introducirle estaquillas de caña a golpes de martillo entre carne y uña. El anciano no pudo resistir tanto mal, cayendo desvanecido. Por miedo a que se muriese, el tío Martín le curó las heridas con sal y vinagre, pero después le condenó a la inmovilidad, introduciéndole en un cuévano que sólo le dejaba libre la cabeza. Los síntomas de asfixia de la victima le libraron también de esta crueldad. Después de algunas entregas en metálico por la familia del secuestrado se convino en que Melero se presentase el 18 de abril, a las nueve de la noche, en las gradas de la catedral de Sevilla, donde una mujer recogería la cantidad estipulada. Así se hizo, recibiendo los bandidos el rescate en oro y fijando para el 23. en Archidona, en la posada existente en la plaza, la entrega del prisionero.


 Ya se había pagado la libertad del secuestrado. La noche precedente a su entrega fué librado de cuantos tormentos le infligían, un hijo del tío Martín le sacó de la cueva y le trasladó a la cocina, sin desvendarle los ojos. Fué atendido en su debilidad. Comió con apetito. Y se le preparó una cama para que pasase la noche. Cuando se hallaba comiendo llegaron los secuestradores. Antonio Romero Pozo, más conocido por Alberto, pretendió animar a la víctima, confortándola con la alegría que le esperaba al día siguiente. Para más confiarle, le arrancó la venda de los ojos. En tal momento llegó el tío Martín, que al reparar en que el secuestrado podía reconocer el sitio donde se hallaba protestó enérgicamente. Con tal motivo sobrevino una disputa entre el Alberto y el tío Martín, y cuando estaban próximos a llegar a las manos, la tía María avisó a uno de sus hijos del peligro que corría su padre. El hijo del tío Martín entró en la reyerta y a traición mató de una puñalada a Alberto. La sangre derramada excitó la bestialidad de aquellos seres y el tío Martín rubricó la sangrienta gesta ahogando a D. Agapito Delgado, como culpable de todo.

 Durante aquella noche, y mientras enfebrecían los familiares del secuestrado, contando los minutos que faltaban para abrazarle, el tío Martín, su mujer y el hijo quemaron las ropas de los muertos, limpiaron las manchas de sangre y a la luz de la luna, en un hoyo abierto al pie de un peral, en la misma huerta, hundieron al secuestrado y a uno de sus secuestradores. 

SEGUNDO SECUESTRO

El 25 de marzo marchaba con dirección al cortijo de Las Canteras, en término de Santaella, un anciano, a quien acompañaba su nieto, el niño de diez años Antonio Fernández Merino, hijo de Francisco Fernández y de Concepción Merino, de Puente Genil. Mediado el camino, el viejo se percató de que había olvidado la llave del colmenar adonde se dirigían. El pequeño, velozmente, desanduvo el camino, pero al cruzar por un sembrado salieron a su paso cuatro enmascarados, que le detuvieron y, tapándole la boca, cargaron con él. El niño fué conducido al monte del cortijo de Pata de Mulo, y allí un nuevo sujeto, que llegó a caballo, se lo, llevó oon dirección a Casariche, a la huerta del tío Martín,_ en la que se hallaba ya D. Francisco Agapito Delgado, por lo que hubo que ahondar en la cueva para establecer una separación entre los dos secuestrados. El pequeño no cesaba de llorar, y el tío Martín pensó, por toda medida previsora, ante ol. temor de que le comprometiese el llanto del chico, degollarle. No se realizó el salvaje acto, porque providencialmente se desmayó cuando el tío Martín entró en la cueva. Los secuestradores se dieron cuenta del mal negocio que habían realizado y rebajaron a 1.000 duros el precio del rescate. Citado el padre del chico, acudió en su sustitución, por hallarse enfermo su cuñado Rafael Almela, que entregó en La Alameda 3.000 pesetas a cuenta. El tío Martín censuró a sus cómplices por los malos negocios en que se metían y decidió se soltara a1 chico sin otra espera. Una noche de abril los bandidos sacaron al chico de su encierro y se lo llevaron a caballo, camino de Santaella, donde le soltaron. A causa de haber tenido 1os ojos tapados constantemente, el niño casi veía en su camino. Una de las veces cayó por un terraplén, quedando allí exánime hasta que la aurora le devolvió la vista y pudo llegar al pueblo de Santaella. donde le recogieron unos familiares, que lo trasladaron a casa de sus padres. Llegó infectado de parásitos y cubierto de llagas.


TERCER SECUESTRO

La suma de un misterioso personaje y el descontento del tío Martín por los quebrados negocios que le traían dieron un carácter de altura a los crímenes de aquella gente. Ya uno de los secuestradores, Carrascoso (a) «el Maruso», tenía planeado con el incógnito personaje el secuestro de algún familiar de D. Manuel Rema y Zayas, militar retirado y rico labrador de Arahal. El 21 de abril D. Manuel Reina, que frisaba entonces en los cuarenta y ocho años, con su hijo D. José y el inteligente desbravador Manuel Cabrera, regresaban a la caída de la tarde del cortijo de Ibamalilla, en donde estuvieron seleccionando unas yeguas con destino a la feria de Mairena, y se dirigían a Arahal. En el camino se cruzaron con dos jinetes, que les saludaron, primero, y repentinamente les apuntaron con sus armas, obligándoles a descabalgar Con las mismas amenazas les hicieron entrar en un lugar oculto, llamado Posada de La Alameda, camino de los Puertos, cerca de Arahal, donde se hallaban apostados cuatro bandidos más. Ya en libertad de discutir se convino en que el Sr. Reina, padre, volviese a Arahal, para enviar el precio del rescate, conminándole, así como a Manuel Cabrera, para que no dijese nada de lo ocurrido, so pena de sacrificar a su hijo. Los secuestradores siguieron hasta la fuente de Montefrage, término de Morón, donde decidieron descansar, hundiendo en un hoyo lleno de agua que le llegaba a la cintura al secuestrado, bien atado y vendados los ojos. Reanudada la marcha, se encaminaron al cortijo de Cañada Hermosa por la vereda de La Puebla, donde quedó instalado provisionalmente, hasta su traslado definitivo a la huerta del tío Martín. Los secuestradores fueron, entre otros, Carrascoso. Antonio Rojas y el Borrego. Pronto recibió D. Manuel Reina noticias de los bandidos, que le pedían 16.000 duros. El corredor de granos José Camacho Pedregal se avistó en Málaga con los secuestradores, entregándoles 11.250 pesetas que el Sr. Reina tenía disponibles. Posteriormente, un nuevo emisario, Antonio Moreno Rodríguez, aperador de uno de los cortijos del señor Reina, les llevó 5.000 pesetas más. Por esta fecha loa agentes de Zugasti, disfrazados de cazadores unos y de mendigos otros, comienzan las pesquisas. El tío Martín se informa en Casariche de que está mal conceptuado. A su regreso invita a los secuestradores para que se lleven al hijo de Reina y lo maten. Carrascoso y el caballero misterioso sacan al secuestrado. Al montar en sus caballos una voz oculta les amenaza con delatarles si le matan. La persona que ha proferido esas palabras huye a favor de la oscuridad. Carrascoso cree que es una enlutada que sirve en el cortijo del tío Martín, y de quien recibió algunos favores el infortunado Reina. Pero tienen que abandonar su persecución para no desatender al secuestrado. Se dirigen a La Roda, y entonces el caballero incógnito (1) vende a Reina el favor de su protección, se justifica en su vida aventurera y le aconseja que huya antes de que Carrascoso u otro cualquiera pretenda matarlo. Le arranca la venda que cubre la vista y le indica el camino. Una pareja de la Guardia civil le encuentra a pocos pasos y le conduce a casa de su familia. 


FINAL DEL TIO MARTIN

Entre los medios de que se valió Zugasti para luchar contra los secuestradores es digno de consignar la creación de los "cantadores de lugares". Eran éstos agentes del gobernador, disfrazados de mendigos, que al pedir limosna declaraban en voz alta el sitio de donde venían y adonde se dirigían. Este detalle y el de los secuestrados en la huerta del tío Martín, que declararon haber oído el paso de trenes, sirvió para estrechar la vigilancia cerca de la famosa huerta. En una batida la Guardia civil se llevó detenido a Juan, un hijo del tío Martín. Este, por temor de ser apresado, huyó a Lucena, donde tenía una hija casada, en el cortijo de 1as Grajas. Pensándolo mejor, volvió a la huerta sin que encontrara a nadie. En Casariche se enteró de que su mujer y sus hijos habían sido detenidos. Anduvo vagando sin rumbo cierto. Se detuvo junto a una choza, enviando a un mozalbete al pueblo próximo de Bobadilla a comprar pan y tabaco. La Guardia civil, que rondaba los contornos, sorprendió al muchacho, y como no respondiera satisfactoriamente a! interrogatorio que se le hizo, los guardias le siguieron, capturando a poco al tío Martín. Trasladado al cuartel do Antequera, D. José Ruiz Sánchez, brindándole el favor de una ficticia protección, le sonsacó sobre la muerte de Alberto, confesando e1 preso que lo habían matado los bandidos y que le habían obligado por la fuerza a enterrarle en su huerta, así como al secuestrado D. Francisco Agapito Delgado. El 15 de julio de aquel año de 1870 se realizó la exhumación, que dirigió el mismo tío Martín. Asistieron los hijos del secuestrado Delgado. Tras esta diligencia el tío Martín fué recluido en la cárcel de Estepa. Los secuestrados, José Reina y el niño Antonio Fernández Merino reconocieron el lugar de su encierro. El tío Martín fué conducido a la huerta, reconstituyéndose los secuestros, y al terminar la diligencia y trasladarle de nuevo a la cárcel de Estepa, cerca de la dehesa de los Cerverales, entre Casariche y Estepa, a eso de las seis de la tarde, cuatro bandidos hicieron frente a la Guardia civil para libertar al tío Martín. En la refriega cayó muerto éste y uno de sus libertadores. Nadie ha sabido aún  —y ya será difícil averiguarlo—quién fué el autor del hecho. Una noche la casa aneja a la huerta del tío Martín, escenario de sus crímenes, se iluminó al resplandor de su propio incendio. Sólo quedaron en pie los muros ennegrecidos, que aún pueden verse al pasar en el ferrocarril de Córdoba a Málaga junto a la estación de Casariche. 

En su aspecto criminal no deja de ser interesante la figura del tío Martín. En la cárcel de Estepa lo visitaron unas señoras, entre ellas una de extraordinaria hermosura. El tío Martín, a sus setenta y seis años, todavía proclamaba:
 —Si esa hermosa señorita se quedase aquí conmigo una noche renunciaba con gusto a mí libertad para toda la vida.
 En otra ocasión se lamenta de que le separen de su mujer, y pide «que se la dejaran usar, porque ya se apetecían». 
Para salvarse delató a todos sus cómplices y como precio de su libertad ofreció al juez que si le dejaban volver, a su huerta se atraería de nuevo a sus compañeros y, le presentaría en un cesto las cabezas de todos.






El Sol de Antequera, en su edición del 27 de mayo de 1934, en su sección de Efemérides antequeranas y archidonesas traía de nuevo el secuestro de 1857.

 Decía:

1857. En las cercanías de Mollina fué secuestrado un hijo del rico propietario de aquel pueblo Sr. Rojas Alvarez. Los ladrones exigieron por el rescate una crecida cantidad, amenazando con asesinar al niño si no se entregaba. 



Aclara que la noticia está extractada de los Anales de Antequera y Archidona escritos por don Narciso Díaz de Escobar.




La Nueva Revista Comarcal Ilustrada, de Antequera, correspondiente al mes de noviembre de 1935, año IV, núm. 47 traía este recuerdo en el que Mollina aparece de refilón:


Efemérides curiosas 
19 NOVIEMBRE 1821
 El comandante interino de la milicia local de Caballería, conde de la Camorra, ha dado parte al jefe político de la provincia de la acción que ha tenido con una gavilla de bandidos salteadores: «En la tarde del día 19 salió dicho comandante con doce hombres, entre ellos el teniente don José Hoscoso y el alférez marqués de la Vega, en compañía del alcalde tercero constitucional, en persecución de unos ladrones que en el cortijo de la Covaleda, distante dos leguas y media de la ciudad, estaban robando a los pasajeros. En el camino habían observado un grueso número de hombres montados, que a su vista huían hacia el olivar llamado del Atero, se dirigieron hacia ellos a escape, con el objetivo de coger el único paso del río en aquellos parajes, como lo consiguieron, contribuyendo a ello principalmente el alférez marqués de la Vega, quien rompió su sable en una de las escopetas de los ladrones, al tiempo de descargar un golpe a su dueño, sin embargo de que los salteadores eran veintidós con caballos de mano, no titubearon sólo ocho milicianos que se habían reunido en el paso del río, el acometerles sable en mano, despreciando el vivo y terrible fuego que aquéllos le hacían. Este ataque les obligó a poner en fuga, acogiéndose a una ventajosa posición desde la cual destacaron seis hombres con su capitán al frente, con el designio de envolver a los milicianos; pero no pudieron lograrlo, pues el valor de éstos les hizo retirarse al grueso que tenían a la espalda.
 La noche puso fin a tan sin igual combate, retirándose los salteadores; en cuya persecución salieron todos los milicianos de Antequera reunidos ya y otros seis de Bobadilla hasta las paredes de Mollina, en donde fué preciso detenerse para dar algún descanso a sus caballos, por ser entrada la noche. Por la mañana continuó la milicia en persecución de los ladrones por las pisadas de los caballos hasta el término de Benamejí en que perdieron el rastro, viéndose obligada a retirarse a Antequera. El fruto de esta acción ha sido el haber herido a alguno de los ladrones y haberles cogido cuatro caballos, varias armas de fuego, cuatro capas y otros efectos hallados en el sitio del combate y en la retirada.






Si estáis interesados en este asunto hay varias páginas donde se amplía la noticia sobre el Tío Martín.


Una de ellas es:

 

https://historiadecasariche2.blogspot.com/p/el-tio-martin.html escrita por Francisco Estepa, de Casariche.

 

Otra es:

 

https://elsobrino.wordpress.com/tag/huerta-del-tio-martin/   del arahaleño José María Jiménez.

 

Otra:

 

http://desdelaalcazaba.blogspot.com/2011/11/historias-del-bandolerismo-andaluz-iii.html  del estepeño Antonio Rodríguez Crujera. Precisamente de esa página es la imagen que acompaña este texto y que corresponde a un hijo del Tío Martín extraída del libro Bandidos Célebres Españoles de Florentino Hernández Girbal.

 

Otra:

https://casariche-historico.blogspot.com/2015/02/secuestro-de-d.html del casaricheño José Herrera.

 

Por último decir que si consultáis http://www.casariche.es/?tag=tio-martin os aparecerá la crónica de la presentación en Casariche del Libro Cuando el diablo reza. La historia del Tío Martín,  del también casaricheño Miguel Ángel Duque Gil.

No hemos tenido aún la ocasión de leerlo, pero seguro que estará repleto de datos que nos pueden interesar.

La elección del título viene a cuento. Cuando el diablo reza, engañar quiere. Hace referencia a la doblez del Tío Martín con respecto a su aspecto y simulación beatos pero tan alejados de su comportamiento criminal.

El refrán le sentaba muy bien.

Aquí tenéis la portada de ese libro.









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