PRIMERA FERIA DEL LIBRO. 1976




En el verano de 1976 tiene lugar en Mollina un acontecimiento cultural inédito en un pueblo de estas características o incluso en poblaciones bastante mayores. Un grupo de personas entregadas, ilusionadas, piensan en montar la primera Feria del Libro.

 No hacía ni nueve meses de la muerte del dictador. Las estructuras del poder de la dictadura permanecían intactas en todos sus niveles. La desconfianza del poder ante todo aquello que la Cultura significaba se traducía en libros y autores aún perseguidos, prohibidos y vilipendiados.

Contra esa estructura tan poderosa un grupo de jóvenes y un cura.  Desarmados, pero con la fuerza de la razón que da el libro, se embarcan en un proyecto que hará de Mollina un referente en cultura y de los mollinatos un grupo humano sensible ante el conocimiento.

Miguel Ramos Morente, que luego haría de su vida una entrega completa al libro, y Benito Acosta, cura y poeta, seguidor de Cristo y perseguido por ello, piden al concejal Gerardo Fernández que acuda con ellos a una entrevista con el alcalde Máximo Sánchez Maqueda. Éste pide que no haya libros prohibidos. La Feria se lleva a cabo en el patio de la casa del cura. Con libros permitidos y con libros prohibidos, lógicamente. Gracias a esos libros, a los de la alacena de la librería de José Negrete primero y a los de la Feria del Libro de Mollina después, pudimos –parafraseando a Javier Ruibal- dar un corte de mangas a la dictadura.

Blas, Gregorio y sus primos gaditanos, Oliva L. y Paco, Emilio, Juan García, Maribel y Parapas, Loli y Antonio, Maricarmen López, Maripaz, Maricarmen Velasco, Paco Gómez Luque… todos entregados a una feria sin beneficio económico de ningún tipo.

En pocos años la Feria del Libro de Mollina se consolida y no se concibe la Feria de Mollina sin la Feria del Libro. Personas que durante el año no pisaban una librería dedicaban unas horas para estar con los libros en ese patio donde la libertad, la modernidad, la tolerancia se abría paso en una España que moría tras años de desierto cultural.

Problemas, muchos. Intransigencia, también. El desmantelamiento progresivo de las estructuras dictatoriales hizo que poco a poco se viera normal algo que después se fue copiando en otros pueblos.

Cada feria se celebraba con un lema. El elegido para esta primera de 1976 fue Cultura es libertad. Tan de actualidad en aquel 1976 como ahora.

Mollina fue pionera. Mejor dicho, una parte sensible y comprometida de ella. No tenemos recuerdos gráficos de esa primera feria. Por eso la imagen que acompaña a esta publicación es la de Benito Acosta. Cura. Poeta. Cristiano. En su corazón, desde su retiro con los pobres, lleva a Mollina.








Aunque no hubo pegatina, digamos, oficial ese primer año, Miguel Ramos sí que hizo un boceto. Afortunadamente hoy lo podemos poner:




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