TRABAJO PREMIADO DE DON RICARDO RUIZ ARIAS. 1934
Como se
prometió, aquí traemos el trabajo premiado del maestro mollinato Ricardo Ruiz
Arias. Hay que hacer notar la licencia de identificar Moguer con Palos de
Moguer, actual Palos de la Frontera. Todo para hacer hincapié en el recurso
didáctico de la salida de Palos del comandante Ramón Franco. El trabajo pedagógico intenso, más teniendo
en cuenta que había niños de edades muy diferentes en la misma clase.
Tendríamos que esperar a los años sesenta para volver a tener un maestro -en
este caso exiliado interior- con esta sensibilidad.
UN DÍA DE NUESTRO HACER.
(Trabajo seleccionado
en el primer concurso de ESCUELAS DE ESPAÑA)
l.-Mi escuela y su
ambiente.
Pueblo
agrícola-industrial, de campiña, en la
vega antequerana. Los olivares se pliegan a los domos de las colinas, verdioscuros
y simétricos. Las tierras arcillosas, cárdenas, se estrían con los surcos del arado paniego.
Lejos, el espolvoreo nítido de los cortijos. La Peña de los Enamorados, salpicón
de granito en la llanura, pone en la solana su pico blando y rosa. Fábricas de
harina, de aceite, de pan; todo en pequeño, como corresponde a sus cuatro mil y
pico de habitantes. La escuela típica de pueblo andaluz: chiquita e imposible.
Es unitaria. Matrícula numerosísima. Asistencia irregular. Hay tres secciones
numerosas que dificultan el trabajo. Material escaso, pero abunda -eso sí- los
libros, los periódicos, lápices, papeles, tizas de colores y buena voluntad.
Los chicos ayudan. Los grandes van ayudando también.
2.-Comienza el
trabajo.
Mañana de invierno.
Frío. Van llegando los chicos. Automáticamente comienza el trabajo. En nuestra
escuela la palabra «trabajo» se utiliza con una frecuencia machacona. Incluso
nuestro programa tiene por nombre el de «Plan de trabajo», y como subtítulo,
«La vida». Todas nuestras deducciones nos han llevado al convencimiento de que
el trabajo no es un castigo, sino una alegría. Cada cual sabemos lo que hay que
hacer. La tercera sección-la más adelantada-van pasándose unos a otros sus
ejercicios, sus problemas, sus gráficos, sus resúmenes de lecturas y lecciones.
En estas correcciones yo no tengo por qué intervenir. Ellos discuten, recurren
a la bibliotequita de la clase,
consultan diccionario, atlas,
libros. Luego realizan su ejercicio de ambidextrismo. Escriben con la mano
izquierda, pero aun (sic) no saben dibujar con ella.
Nuestro plan de trabajo, inspirado en «La vida», se encierra dentro de
las necesidades humanas. En nuestro cuadro estas necesidades se acoplan en tres
grupos:
I .º Necesidades físicas. (Trabajo,
alimentación y confort.)
2.° Necesidades espirituales.
3.° Necesidades
físico-espirituales.
No voy a entrar en la explicación de este
plan. Baste saber que en este cuadro encajan perfectamente las consabidas
enseñanzas que impone nuestra legislación. En caso de apuro hasta es posible
colocar las etiquetas con los nombres de las asignaturas.
Como ayer trabajamos en la necesidad física
(b) de alimentarnos--el cerdo-, hoy han
empezado a llegar las aportaciones de los muchachos: una estadística del ganado
porcuno y unas fotografías de una exposición pecuaria en los Estados Unidos. Y
como se hizo notar el precepto coránico. religioso-higiénico, que prohibe comer
carne de cerdo a los fieles de Mahoma, se han traído una estampa con un
magnífico musulmán.
Problemas en el encerado referentes al cerdo.
La tercera sección, bien engrasada, trabaja activamente.
Entretanto yo me he dedicado por completo a
las dos secciones anteriores. Con la primera, breves ejercicios de cálculo, intuitivos
y sencillitos: cerillas, guisantes, estampas. Gimnasia intelectual. Iniciación
del lenguaje. Lectura y escritura simultáneas. Frases y dibujos en el encerado
para copiar en sus cuadernitos. Trabajo para toda la mañana.
La segunda sección requiere mi presencia. Va
haciendo un trabajo que participa de las dos secciones entre las que se
desenvuelve: ambidextrismo, ejercicios de cálculo sobre el tema explicado.
Formación de frases. Dictado. En este último ya apenas si intervengo yo.
3.-El tema del día.
Ya en marcha las dos
secciones primeras los chicos mayores
requieren mi atención. Los más hábiles y rápidos hace rato que terminaron su
trabajo. Descansaron en el patio -como irá descansando sucesivamente el resto
de la escuela-o se dedicaron a leer la prensa diaria y semanal, de la que la escuela está bien surtida,
producto tanto de nuestro pequeño fondo de resistencia como de generosas
donaciones.
Es media mañana. Entramos en el tema del día:
« Necesidades espirituales del hombre: Las Bellas Artes»,
Se trata de la primera
lección de esa parte de nuestro programa. Tema: «La Literatura».
Material, previamente preparado: tizas de
colores, mapas y un libro. Un libro nada
más. Un libro nada menos. «Platero y yo», de Juan Ramón Jiménez.
En el encerado una
interrogación: «¿Trabajamos nosotros en la escuela? »
Rueda de discusiones. Opiniones encontradas. No
tenemos taller, luego no trabajamos. Aprendemos muchas cosas con «esfuerzo»,
Obtenemos resultados. Gastamos energías. Por fin llega el acuerdo. Alguien dice:
«Trabajamos con la cabeza, y no con las
manos.» Alguien también refuta: «Con la cabeza, no; con la cabeza trabajan los
bueyes. Nosotros trabajamos con el pensamiento,» Gran observación. Ya es fácil
ahondar en los conceptos. Trabajo con las manos, trabajo con la inteligencia.
¿Cómo trabaja el novelista, el ingeniero y el
maestro? ¿Cómo el carpintero, el
panadero y el campesino?
Chisporrotean las
observaciones como un fuego de artificio. La lectura del libro surge sin ningún
esfuerzo.
4.-La lectura.
Veamos un producto magnífico
del trabajo intelectual, de ese trabajo malsano, agotador, que no tiene la compensación de los amplios
horizontes puros y saludables. Abrimos el libro al azar. (Falso azar, porque antes hemos seleccionado
cuidadosamente. En la escuela, como en la vida, hay que ser un poco prestidigitador.) Leo yo.
Es el de la lectura un arte difícil. Artificioso, como gran arte que es. Para
ser artista hay que tener modelos. Arropado en un silencio vivo y abierto
comienza la lectura. «Platero es pequeño,
peludo, suave...» El misterio llena de luces la expectación escolar. i
Hay tantas cosas bellas, bellamente incomprensibles! Y en medio de la sombra
violeta de lo desconocido, lumbraradas cegadoras de nítida claridad.
Pausa. Ahora leen los
chicos el mismo trozo. Comienza el preguntar. (Quién es Platero? La prosa, empedrada
de imágenes y metáforas, se va
desmenuzando. Y siento la alegría que me produce la confirmación de una
sospecha que tenía clavada y difusa desde hace mucho tiempo: el niño-¡aun este
niño rural!---comprende la metáfora, y cuando no la comprende se siente
arropado en su belleza. Un mundo irreal brota del libro: “los espejos de
azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro»; «las
uvas moscateles, todas de ámbar...»; «entra en el arroyo, pisa la luna y la
hace pedazos».
La chiquillería gitana
agobia al autor-figura estrafalaria,
enlutada, barba nazarena-tomándole por loco. Al fondo, las callejuelas
blancas de Palos de Moguer.
iPalos de Moguer! Recuerdo de la ventura de
Colón. Situación geográfica. Precisamente en estos días el almanaque mural de
la escuela-almanaque con efemérides--señaló el aniversario de otra gesta
gloriosa: El “Plus Ultra”, tripulado por
Franco, también salió de Palos de
Moguer.
Juego de diccionario.
Averiguaciones de años transcurridos desde estos hechos gloriosos; situación en
el tiempo. Se aprovecha la lectura hasta en sus menores recovecos.
5.-El loco.
Pero mis niños bajan
un poco el nivel de su atención. Ya basta. Falta un cuarto de hora para la
salida. En el encerado dibujo, a color, un burrito gracioso. Sobre él,
descolgadas las piernas, «la barba nazarena», un poco caricaturizado, cabalga
un hombre. “ jEl loco !”, gritan en la clase los chicos alborozados.
Se dibuja-dibujan cuantos quieren, pertenezcan
a cualquier sección-y se hace el resumen. No importa que éste no se termine en
la mañana, siempre que lo esté al día siguiente.
6.-Salida.
Se canta el romancillo
de «Las tres cautivas», ¡A salir!
7.-La tarde.
Yo, en mi escuelita,
muchas veces durante el día me siento niño. Vienen a mi recuerdo los años
pretéritos y las sombras chinescas de mis días escolares. Y así, comprendo esas
vaguedades infantiles, esos mundos indeterminados que cuelgan de una sola
palabra desconocida o que arrastran tras las luminosidades de un nombre
exótico. Recuerdo el tedio insoportable de las tardes nubladas, de las clases
oscuras, perdidas en el machaconeo de la tabla de multiplicar. Aun me pesan,
como plomo, las tardes del sábado, áridas y desesperadas, con la tristeza y el
cansancio de toda una semana de labor rutinaria.
Pensando en mi
niñez-jalón que deben tener siempre por delante los ojos del maestro-, yo
procuro prestar a las tardes de mi escuela una transparencia en el hacer que ilumine,
en lo posible, la grisura del local y del cansancio. En esta tarde del sábado,
tarde de agotamiento, no se hace nada. Y. por lo mismo, acaso sea la media
jornada sabática la de más positiva labor.
8.-No hacer.
No hacer es lo
siguiente: El sábado se ordenan las aportaciones para nuestro periódico manual.
La redacción del mismo, integrada por tres chicos -sufragio directo-, escoge algunos trabajos de los redactados en
la semana. Acopia fotografías alusivas. Los dibujantes van realizando su labor.
Se discute el título de algún artículo. Hoy la discusión ha sido intensa para
titular uno sobre Piccard. Al fin se ha perfilado en un «A la estratósfera»
(sic), que ha tenido aceptación (1).
Igualmente se
coleccionan fotografías para el porfolio geográfico de la escuela, monedas
extranjeras -¡nada más que calderilla!-, se escriben cartas de gratitud a los
donantes de libros y periódicos. Una labor menuda, graciosa, que no cansa.
Así hasta las tres. Pequeño descanso. Continúa
el no hacer.
9.-Biblioleca pública.
Nuestra clase -media
clase-se transforma en una biblioteca pública. Las dos secciones avanzadas
piden libros al bibliotecario-también por elección popular-. No hay obligación
de coger un libro determinado. Ni siquiera de leer. Cada cual leer lo que
quiere y el tiempo que guste. No hay más obligación que la de no molestar a los
demás. Es un gran ejercicio de cultura ciudadana. Yo imagino-soy algo poeta-a
estos palurditos visitando una gran ciudad, entrando en una biblioteca pública,
pedir un libro, leerlo en silencio ... No hacemos nada la tarde del sábado;
pero ¿no haremos más que durante toda la semana?
10.-Los pequeñuelos.
¿Y la primera sección?
Tampoco hace nada.
Manipulan unos trocitos de madera. Son blancos, rojos, verdes... Componen torrecitas, palacetes, casas.
Luego dibujan algunas piezas. Yo converso con ellos. Conversación sencilla, aniñada. Salen nombres de colores que se
verifican con los taruguitos. Se habla de muchas cosas con una media lengua
encantadora. Y se contemplan historietas y hay risas, porque una escuela silenciosa es un
contrasentido.
Así termina la tarea semanal.
11.-Final.
Yo pensaba hacer
algunas consideraciones pedagógicas a mi labor, pero releo el trabajo y me
parece inútil. La única consideración imprescindible es la siguiente: Si dentro
de algún tiempo los sábados de mi escuela fuesen exactamente como éste, me
consideraría fracasado.
(1) Algún día insistiremos sobre este periódico manual,
de resultados magníficos.
R. RUIZ ARIAS
Maestro nacional de Mollina
(Málaga) .
La imagen corresponde a la portada de la revista donde salió
publicado este artículo.
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