REPASO A LOS NÚMEROS 111 A 115 DE LA RAZÓN. 1933

Página tres de La Razón, cinco de marzo de 1933.






En estos últimos repasos vamos viendo cómo los artículos que salían escritos desde Mollina aparecen firmados con pseudónimo. Debemos tener en cuenta que, tras la euforia de los primeros tiempos en la II República donde la libertad parecía real, van apareciendo fuerzas que la coartan. De ahí que la gente prefiera no dar sus nombres para transmitir las ideas.

Primum vivere, deinde philosophari es una cita latina que significa primero vivir, después filosofar. Advierte contra los que se dedican a teorizar, sin tener los pies en el suelo. Aunque algunos la atribuyen a Hobbes ya apareció algo de esto en el Quijote: el corcel del Cid Campeador dice: —Metafísico estáis. —Es que no como, responde el escuálido caballo de Don Quijote, Rocinante. También es similar el refrán: Primero la obligación, después la devoción.

No olvidemos que los escritores de estos artículos eran obreros del campo. Trabajo fijo, de ninguna manera.

El número 111, año IV, del semanario socialista antequerano La Razón apareció el 5 de marzo de 1933. En su página 3 traía un interesante artículo sobre algo que en aquellos tiempos era de primordial importancia para los trabajadores: la enseñanza:

La enseñanza en Mollina

Toda persona que haya pasado por Mollina durante los dos últimos años habrá escuchado las infantiles voces que cantan a modo de estribillo:

Mollina ya no es Mollina;

 Mollina es un pueblo rico,

 porque han puesto de maestro

 al señor don Federico.

 Y con el que suscribe habrá creído al oír esto que el tal don Federico es un personaje fabulosamente rico que reparte su dinero a manos llenas, o bien que posee un caudal inagotable de ciencia que llevará a sus alumnos al pináculo de la cultura. ¡Nada más lejos de la realidad!

Un pueblo rico tendrá que ser Mollina, pues si los padres quieren darle alguna instrucción a sus hijos tendrán que pagarles un maestro particular y no contar en absoluto con el concurso del «pedagogo» aludido, que aunque no se olvida nunca de percibir mensualmente sus haberes en lindas pesetas, ha tomado su profesión a chirinota (sic) y no va a la escuela ni para dar un recado.

Y eso, amigo don Federico, no tiene la más insignificante disculpa, pues si bien ha pretendido usted cubrirse con el cierre oficial de la escuela por deficiencias del local, creo que sería más propio de una persona que alardea constantemente de su horror al analfabetismo, recabar de las autoridades que le doten con urgencia de local adecuado.

Pero no... A usted le es más cómodo hacerse maestro en el juego de dominó y tresillo (que con tanta asiduidad cultiva) que enseñar a unos pobres niños los rudimentos más elementales de la Ciencia. Usted no tiene inconveniente en dar clase a los adultos, porque la supresión de dichas clases mermaría su presupuesto particular en las equis pesetas con que por ello se le gratifica, pero necesita tener el día libre por completo para lucir por todas partes su elegantísima figura y dedicar buena parte de su tiempo a torpedear a los elementos obreros y a los republicanos de toda su vida, rodeado de una camarilla de origen caciquil de la que a la vez es lacayo y mentor.

 Esta es su labor negativa en cuanto a su escuela concierne, pero aun es más lamentable su tolerancia y buen compañerismo como presidente del Consejo local de primera enseñanza. Para nadie es un secreto que una maestra se pasa en su pueblo todo el año y sólo va a Mollina a pasarse unos días por sport. También se comenta mucho que cada vez que la otra maestra hace uso de licencia la sustituye en la escuela una persona que no tiene la capacidad legal necesaria para desempeñar dicho cargo.

 ¡Esto es intolerable! El Gobierno de la República les paga espléndidos sueldos para que cumplan su elevada misión docente. Los maestros deben corresponder a esto con desvelos en pro de la enseñanza. Y las autoridades e Inspector de primera enseñanza deben velar por el cumplimiento del deber que les está confiado y no tolerar que los niños de Mollina estén en el mayor desamparo por el abandono culpable en que los tienen sus maestros, que más que elementos culturales parecen aliados del analfabetismo.

EL LICENCIADO VIDRIERA.

Sobre este maestro ya se habló en el artículo Maestros dispares en la república y antes, que se puede ver en https://lopez29532mollina.blogspot.com/2018/08/maestros-dispares-en-la-republica-y.html
 
El número 112, del 12 de marzo de 1933 no traía nada sobre Mollina. Tampoco el 113, del 19, ni el 114, del 26 de ese mismo mes y año. El número 115, del 2 de abril de 1933 hacía lo mismo.



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