REPASO A LOS NÚMEROS 96 A 100 DE LA RAZÓN. 1932


  La imagen representa a Magdalena Nile del Río, más conocida como Imperio Argentina, sueño y mito erótico de los años 30. No es muy descabellado pensar que fuera esta señora la inspiradora de los sueños húmedos retratados en “Flor Silvestre”.





El número 96 de La Razón, periódico socialista antequerano, correspondiente al día 20 de noviembre de 1932 traía en su página 2 otro escrito mollinato con pseudónimo. Esta vez era un relato erótico, rozando lo sicalíptico. :

Flor Silvestre

En la vertiente de la montaña, sobre unas peñas levantábase majestuosa en su soledad, enhiesta como un vigía, la casita, blanca como una paloma, cara al sol de la mañana.

Dominando la llanura, dijérase como si desplegando sus alas pretendiera alzarse sobre todo en sincero esfuerzo de pureza y superación.

Construida con gruesos peñascos, simbolizaba la fuerza con que había sido creada y la férrea y suprema voluntad de los que la levantaron... Y allí ella, la “Flor Silvestre”, como la denominaban los pastores de la sierra, crióse solitaria e ignorada de todos, entre el olor aromático de los tomillos y floridos romeros.

Alma pura como puros eran sus pensamientos, educados sus instintos en la escuela que Natura ofrecíale, creció en la abrupta sierra como una flor más, abriendo al ardoroso ósculo del sol sus pétalos de rosa de carne.

En sus correrías por la sierra, saltando airosa por riscos y agudas peñas, trepando por los barrancos, rodeando tos despeñaderos o ya reposando tras larga y penosa marcha en la ladera, o adentrándose en lo más oculto del bosque virgen jamás hollado por la planta humana, semejaba otra pastora Marcela, mas no recluida en la sierra por estúpida voluntad propia, sustrayéndose al Amor y a sus naturales exigencias, sino criada en ella, hija de la sierra, con su mismo espíritu fuerte y montaraz de que gozaran los hombres primitivos.

 Dotada de sublime majestad; erguida como una Agustina de Aragón en actitud y gesto, altiva mirada, de soberana de su libertad; rubia cabellera, esparcida sobre sus hombros y mecida y ondulada por el viento; decididos ademanes de encantadora bestezuela rebelde; y sus facciones, «las más verdaderamente bellas y naturales que jamás pudiera soñar poeta, o pintor», al decir de los pocos que sabíanla por aquellos lugares.

 Cambiando breves palabras con los pastores que curiosos hacíansele encontradizos, alejábase y desaparecía como una incógnita de la vida, como un misterio más de la Naturaleza.

* * *

Sobre las inaccesibles cumbres de la montaña, asomó el sol, rojo disco de fuego.

 La llanura, desde la altura, se divisaba inundada de luz como un mar de mansas y tranquilas olas. Y desde muy temprano la «Flor Silvestre» vagaba sin rumbo por la sierra, sintiendo su sangre ardorosa correrle por las venas.

Una inquietud ignorada extremecíale (sic), y en éxtasis, contemplando el inmenso e incomparable panorama, su vista perdida en la lejanía, queriendo descubrir un misterio en ella misma, la «Flor Silvestre» sentía una sed, un ansia de bebidas dulces e ignoradas.

Seguía con la vista escrutadora el caprichoso curso del agua que del manantial clara y limpia salía, hasta perderse más abajo estrepitosa por entre los peñascos del arroyo, en busca de la llanura árida y seca.

Sorprendía de momento el delicioso revolotear de los pájaros por entre el espeso ramaje de los árboles, y sus acoplamientos y posesiones seguidos de una música de incomparables melodías.

 La paz; la soledad del lugar; la maravillosa perspectiva del paisaje; el lejano eco de las esquilas de los rebaños que pacían tranquilamente por aquellos alrededores; alguna que otra canción lejana que los rabadanes o pastores lanzaban al aire; el ambiente preñado de esencias y densificado por la acción poderosa del astro rey, tantos y tan variados atractivos conjuntamente comparados, influían de distinta manera que en días anteriores en el ánimo de la «Flor Silvestre» en aquella florida mañana del florido mayo.

* * *

Con su garrote al hombro, sus botas de piel de becerro y su zurrón de pellejo de borrego, por entre la maleza asomó tranquilo, indiferente, el hombre: un pastor que en ocasiones habíanle también intrigado los decires de la «Flor Silvestre».

Su rostro curtido por la inclemencia del sol y del aire, sus varoniles facciones, su frente ancha y despejada, su acerada mirada y la desenvoltura, en fin, con que salvaba las peñas y rodeaba los enmarañados arbustos, denotaban al hombre fuerte, habituado al variado clima de la sierra.

Avanzó resuelto y ágil, cayado en mano, al sorprender recostada, en absoluto abandono, con la cabeza inclinada sobre un hombro, a la bella y misteriosa mujer, la «Flor Silvestre».

 Ella le vió venir, y tranquila esperó que llegara. Ni un movimiento, ni una sorpresa. Algunas palabras incoherentes salieron de sus labios, y con natural desenfado invitó a que tomara asiento a su lado al hombre que llegaba.

Éste, con visible emoción, aturdido, confundido por la extraña mirada y el fulgor de los ojos de la bella mujer serrana, tomó asiento a su lado, y cogiéndole una mano y reteniéndola entre las suyas, quedósele mirando a los ojos por donde asomábale una llama de intensa pasión.

Ella, la «Flor Silvestre», estremecióse al contacto de la mano del hombre que estrechaba la suya con amor. Entreabrió los ojos dulcemente, y en sus labios rojos cual sangrante herida dibujóse tenue sonrisa prometedora.

—¿Quieres ser, hermosa serrana, la pastora de mi rebaño?—habló rendido el hombre, acariciando con unción las blancas manos de la joven. La «Flor Silvestre» nada dijo; pero tal expresión de dicha puso en sus ojos, tal estremecimiento recorrió todo su cuerpo, que más que sus palabras dijo el arrebol con que se tiñeron sus mejillas. Mutuamente se acercaron el uno al otro, y los robustos brazos del pastor rodearon el cuerpo escultural de la joven. Ávidamente se juntaron sus labios en un beso prolongado de fuego y de pasión.

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Y el milagro estaba hecho. Y la Naturaleza, madre de todo, imponía en aquellos dos seres sus inmutables leyes: Ies había unido el instinto de reproducción.

FEMIO RENALDS.

 Mollina y noviembre.

El número 97, de 27 de noviembre también traía otro escrito del mismo autor en su página 2. Esta vez una soflama panfletaria contra la guerra :

¡Auroras de paz!

¡Auroras de paz son el constante esfuerzo que el proletariado mundial pone en contra de la guerra!

 ¡Auroras de paz son augurios libertadores del imperialismo capitalista!

¡Auroras de paz, que se vislumbran en lontananza; el monstruo Guerra, agotador de vidas, sediento de sangre, es abominado por los hombres que al servicio del progreso y de la civilización ponen su esfuerzo.

¡Auroras de paz! ¡Yo me descubro; yo os saludo!

«La piqueta demoledora de los siglos, ha derruido a las naciones que un día asombraron con el poderío de su fuerza”, ha dicho un eminente escritor español

. Y nosotros decimos: El constante esfuerzo que ha puesto el trabajador de todos los países en contrarrestar la guerra, la debilidad y el atraso mental que ésta ha originado, las radiaciones de los pensamientos emitidos unánimemente por las víctimas de la avaricia capitalista, ha tenido como consecuencia natural el que la guerra—cáncer gangrenista, epidemia infecciosa que la sociedad capitalista ha legado a la Humanidad—sea considerada sumamente perjudicial.

 El obrero de hoy no es el de ayer. Su vasta inteligencia ha despertado del letargo en que siglos de oscurantismo habíanle sumido, y se ha dado cuenta de que su misión es otra que la de formar en ejércitos. La vida del campo y su continuo estudio, le ha hecho comprender que los seres no han nacido para matarse entre sí, máxime cuando, como siempre ha sucedido, la guerra ha sido provocada en todos los casos y en todas las épocas por el egoísmo capitalista en consolidar y mantener sus privilegios.

El obrero ha comprendido que su misión es otra y se decide a practicarla, a llevarla a efecto.

Sabe muy bien el obrero que su única arma de defensa es la cultura y la unión, y de esos dos conceptos no habrá de separarse jamás. Tiene muchos y muy poderosos enemigos; pero esto no le arredra: él está persuadido de que le asiste la razón y no cejará jamás, antes al contrario, luchará con más bríos y denuedo para hacer factibles sus propósitos.

El obrero sabe que todo cuanto le ha rodeado ha sido para menoscabar su dignidad y apretar más las cadenas de su esclavitud. Ha comprendido que la religión ha sido el narcótico que le han aplicado para que no se diera cuenta de la realidad. Se ha convencido de que el capital es el producto todo de su trabajo y de su sudor, robado —tal como suena—por los que hoy lo detentan. Ya lo dijo Proudhon: «la propiedad es un robo». Nosotros decimos: todo cuanto existe en el mundo, todo, absolutamente todo, es del trabajador. Nosotros creemos que nadie podrá controvertirnos en esta afirmación que tan categóricamente hacemos.

Por eso, teniendo el obrero estas convicciones por lo que afecta a su emancipación, no se preocupará de otra cosa que de llevarlas a efecto. Para él no habrá más religiones, ni más privilegiados; el que no trabaje, el que no produzca, no tiene derecho a consumir nada. Tal es su divisa.

 El obrero no piensa ya en ir a combatir con otros hombres de otros países por ésta o aquella preocupación de los capitalistas, religiosos o políticos. El desarrollo de su inteligencia le ha hecho comprender que aquellos otros hombres con quien combatía, son sus hermanos y sufren igualmente el estigma de la explotación y de la esclavitud. Y este sentimiento de fraternidad, traspasando las fronteras, ha anidado igualmente en el espíritu de aquellos otros con quien en otros tiempos combatía encarnizadamente.

 El obrero se ha formado en su imaginación otra vida, limpia de impurezas. Sueña con un porvenir radiante y bello. Ha creído que lo mismo que en el campo quita las malas semillas para que el trigo se crie sano y bueno, es necesario quitar los parásitos que nada producen y que absorben el jugo nutritivo que él elabora y necesita.

Todas estas cosas cree y sabe el obrero que alentado por el propio sentimiento del bien que alberga en su corazón, no cejará en su empeño hasta ver implantada una sociedad igualitaria y fraternal, donde acabándose las guerras, las religiones, la explotación y el crimen, el capitalista y el poderoso, se abran paso el amor y la fraternidad universales, haciendo de la tierra un verdadero paraíso de bienestar y armonía.

 ¡Auroras de paz! ¡Augurios de libertad y amor a todos los hombres de la tierra: yo os venero; yo os saludo!

FEMIO RENALDS.

 Mollina y noviembre.

Nada traía sobre Mollina el número 98, que salió el 4 de diciembre de 1932. Tampoco el número 99, de 11 de diciembre.

El número 100, de 18 de diciembre sí que traía otro escrito con el mismo pseudónimo que los anteriores en sus páginas 2 y 3 contra la división en la clase obrera:

LUCHAS INTERNAS

Los obreros y las ideologías

Puede decirse sin temor a equivocarse, que desde el advenimiento de la República los obreros se debaten en un estado de .confusionismo que considero perjudicial en extremo, para la verdadera emancipación económica y moral de los trabajadores.

 Y digo desde el advenimiento de la República, porque desde entonces, «contagiados» del espíritu revolucionario que dicho triunfo hizo germinar en las masas obreras, y aprovechando la libertad de prensa del nuevo Régimen, los llamados dirigentes de todos los sectores sociales o políticos se apresuraron a lanzar en forma de libros, novelas, folletos, periódicos, manifiestos, circulares, mítines, conferencias, etcétera, etc., tan grande y abundante chaparrón de ideas, que la clase obrera española, tan ayuna de conocimientos, se ha atiborrado el cerebro de «tácticas», «fórmulas» e «ideas», encontrándonos en un lamentable estado de confusión suicida que solamente conviene al elemento religioso-capitalista-reaccionario.

Más que las ideas, hanse demostrado admirablemente el egoísmo y el desmedido afán de hacer prevalecer su amor propio los dirigentes de unos y otros sectores.

 La génesis, el principio verdadero, lo que constituye la base primordial de las aspiraciones del proletariado mundial, es la unión estrecha y solidaria de todos, en un solo grupo numeroso y compacto de todos los desheredados y explotados por el capitalismo.

El obrero del campo, menos acostumbrado a las luchas sociales y políticas que el de la ciudad, le ha obsesionado hasta tal punto la diferencialidad (sic) de «ideas» y «tácticas», que olvida la más verdadera y necesaria de todas: la unión de todos los trabajadores.

 Continuamente sucede—y esto es de lamentar—, salirse de las organizaciones obreras y hacer campañas contra ellas, a individuos que dicen sustentar otras ideas más «avanzadas» y más «democráticas»: estas son las víctimas que ocasiona esa diversidad tan abundante de «ideas» que improvisados «sociólogos» de todos los partidos le ha sugerido su imaginación.

No son los obreros, sea cual fuere su ideología o la del partido en que militan, los culpables de estas cosas, ya que por su ignorancia e incultura son irresponsables, sino los llamados dirigentes que, no teniendo en cuenta la incapacidad y el atraso mental de las masas obreras, enfrentan a unos obreros con otros para que pasándose el tiempo en discusiones sobre las ideologías, que si bien son necesarias e ilustran, perdemos un tiempo precioso y útil que deberíamos dedicar en afianzar y consolidar la unión, hacerla más fuerte y numerosa, para combatir al capital que se aprovecha de este desacuerdo general y se afianza más en sus trincheras.

 No pretendo tampoco censurar directamente y en forma particular a los dirigentes de los diferentes organismos nacionales de obreros: ya dije antes que esto obedece, a mi juicio, al desbordamiento del espíritu con motivo del cambio de Régimen. Cada sector político u obrero creyó llegado el momento de implantar radicalmente su programa y olvidó el estado de cultura en que se encontraban y aun (sic) se encuentran los obreros.

Me exaspera, eso sí, cuando leo u oigo hablar a los intelectuales o dirigentes de uno u otro sector social lanzando anatemas y acusaciones graves sobre el sector contrario. ¡Contrario, cuando son obreros!) (sic)

 Me he encontrado en un caso difícil, cuando por imperativos de mi conciencia y de mi razón heridas, he tenido que censurar la actuación de la U. O. T. o de la C. N. del T. He recordado que son obreros los que forman ambos organismos, y he enmudecido. Para mí, todo el que pertenece a la gran masa de los explotados y perseguidos, en una palabra, de los trabajadores, me merece una consideración y un respeto grande.

 ¿Cómo no le sucede igual a los que por sus conocimientos han tenido que tomar la dirección de los diferentes organismos obreros?

 Hemos llegado a un estado tal de encono entre los obreros de los diferentes organismos sociales de España, que puede decirse que gastamos más tiempo y más energías en combatirnos mutuamente que en combatir a los verdaderos enemigos del trabajador, que son todo el que explota, sojuzga y aprisiona.

 No pretendo yo, obrero de escasísima inteligencia y reducidos conocimientos en todas las materias, no pretendo, repito, con estas mal trazadas líneas, hacer que los obreros que militan en la C. N. del T., los afiliados a la U. G. T. o al partido comunista, fundirlos todos en un solo grupo o partido, abandonando cada cual de sus ideas, tácticas o programa, pues sé que eso es punto menos que imposible: es otra cosa lo que yo deseara y que es el motivo de estas líneas.

Observemos que la burguesía celebra grandemente nuestro general desacuerdo y nuestras luchas recíprocas en materia de “ideas” y tácticas. Yo sólo proclamo como base primordial, el respeto mutuo a que nos debemos todos. Y después...

Estudiemos mejor las causas para aproximarnos más unos a otros y depongamos un poco el egoísmo que en más o menos grado llevamos en sí. Recordemos que “todos somos obreros”, y lo más interesante y principal: que el Capitalismo vigila atento nuestro desenvolvimiento, aprestándose a la lucha para defender sus privilegios de clase cuando ve nuestra confusión y nuestro desacuerdo.

 Los intelectuales tienen la palabra,..

 FEMIO RENALDS.

Mollina y diciembre.

En la página 4 traía una dos noticias sobre organizaciones en Mollina. La primera decía:

En Mollina se organiza el P. R. R. S.

Se ha organizado en Mollina el Partido Republicano Radical Socialista.

El Comité de dicho Partido lo constituyen, en la forma que a continuación se expresa, los señores siguientes:

Presidente: José Rubio Gallegos.

 Vicepresidente: Antonio Morente Bermúdez.

 Secretario: José González Lozano.

 Tesorero: Francisco Carmona González.

 Vocales: José García Ramírez, Pablo López Gallegos y Pedro Pérez Arrabal.

La segunda noticia era esta:

La Sociedad obrera de Mollina renueva su Directiva

En reunión ordinaria y en votación secreta, la Sociedad de Obreros Agricultores «El Progreso» de Mollina, ha renovado su Junta Directiva, habiendo recaído los cargos en los compañeros siguientes:

Presidente, Joaquín Mejías Velasco; Vicepresidente, José Carmona Alvarez; Secretario, Antonio Gallegos Alvarez; Tesorero, José Parrado Matas; Contador, Francisco Rubio Fernández; Vocales, Antonio Pacheco Ruiz; Antonio Sevillano Gómez; José Casero Parrado; José Cebrián Rosas.

Esta nueva Junta saluda a todas las organizaciones obreras y proclama la más sólida unión de todos los trabajadores.

 ¡Obreros de Mollina, a unirse todos y a luchar contra nuestro enemigo común el capitalismo! El Presidente, Joaquín Mejías.




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