REPASO A LOS NÚMEROS 96 A 100 DE LA RAZÓN. 1932

El número 96 de La Razón, periódico socialista antequerano,
correspondiente al día 20 de noviembre de 1932 traía en su página 2 otro
escrito mollinato con pseudónimo. Esta vez era un relato erótico, rozando lo sicalíptico.
:
Flor Silvestre
En la vertiente de la
montaña, sobre unas peñas levantábase majestuosa en su soledad, enhiesta como
un vigía, la casita, blanca como una paloma, cara al sol de la mañana.
Dominando la llanura,
dijérase como si desplegando sus alas pretendiera alzarse sobre todo en sincero
esfuerzo de pureza y superación.
Construida con gruesos
peñascos, simbolizaba la fuerza con que había sido creada y la férrea y suprema
voluntad de los que la levantaron... Y allí ella, la “Flor Silvestre”, como la
denominaban los pastores de la sierra, crióse solitaria e ignorada de todos,
entre el olor aromático de los tomillos y floridos romeros.
Alma pura como puros
eran sus pensamientos, educados sus instintos en la escuela que Natura
ofrecíale, creció en la abrupta sierra como una flor más, abriendo al ardoroso
ósculo del sol sus pétalos de rosa de carne.
En sus correrías por la
sierra, saltando airosa por riscos y agudas peñas, trepando por los barrancos,
rodeando tos despeñaderos o ya reposando tras larga y penosa marcha en la ladera,
o adentrándose en lo más oculto del bosque virgen jamás hollado por la planta
humana, semejaba otra pastora Marcela, mas no recluida en la sierra por
estúpida voluntad propia, sustrayéndose al Amor y a sus naturales exigencias,
sino criada en ella, hija de la sierra, con su mismo espíritu fuerte y montaraz
de que gozaran los hombres primitivos.
Dotada de sublime majestad; erguida como una
Agustina de Aragón en actitud y gesto, altiva mirada, de soberana de su
libertad; rubia cabellera, esparcida sobre sus hombros y mecida y ondulada por
el viento; decididos ademanes de encantadora bestezuela rebelde; y sus
facciones, «las más verdaderamente bellas y naturales que jamás pudiera soñar
poeta, o pintor», al decir de los pocos que sabíanla por aquellos lugares.
Cambiando breves palabras con los pastores que
curiosos hacíansele encontradizos, alejábase y desaparecía como una incógnita
de la vida, como un misterio más de la Naturaleza.
* * *
Sobre las inaccesibles
cumbres de la montaña, asomó el sol, rojo disco de fuego.
La llanura, desde la altura, se divisaba
inundada de luz como un mar de mansas y tranquilas olas. Y desde muy temprano
la «Flor Silvestre» vagaba sin rumbo por la sierra, sintiendo su sangre
ardorosa correrle por las venas.
Una inquietud ignorada
extremecíale (sic), y en éxtasis, contemplando el inmenso e incomparable
panorama, su vista perdida en la lejanía, queriendo descubrir un misterio en
ella misma, la «Flor Silvestre» sentía una sed, un ansia de bebidas dulces e
ignoradas.
Seguía con la vista
escrutadora el caprichoso curso del agua que del manantial clara y limpia
salía, hasta perderse más abajo estrepitosa por entre los peñascos del arroyo,
en busca de la llanura árida y seca.
Sorprendía de momento
el delicioso revolotear de los pájaros por entre el espeso ramaje de los
árboles, y sus acoplamientos y posesiones seguidos de una música de
incomparables melodías.
La paz; la soledad del lugar; la maravillosa
perspectiva del paisaje; el lejano eco de las esquilas de los rebaños que
pacían tranquilamente por aquellos alrededores; alguna que otra canción lejana
que los rabadanes o pastores lanzaban al aire; el ambiente preñado de esencias
y densificado por la acción poderosa del astro rey, tantos y tan variados
atractivos conjuntamente comparados, influían de distinta manera que en días
anteriores en el ánimo de la «Flor Silvestre» en aquella florida mañana del
florido mayo.
* * *
Con su garrote al
hombro, sus botas de piel de becerro y su zurrón de pellejo de borrego, por
entre la maleza asomó tranquilo, indiferente, el hombre: un pastor que en
ocasiones habíanle también intrigado los decires de la «Flor Silvestre».
Su rostro curtido por
la inclemencia del sol y del aire, sus varoniles facciones, su frente ancha y
despejada, su acerada mirada y la desenvoltura, en fin, con que salvaba las
peñas y rodeaba los enmarañados arbustos, denotaban al hombre fuerte, habituado
al variado clima de la sierra.
Avanzó resuelto y
ágil, cayado en mano, al sorprender recostada, en absoluto abandono, con la
cabeza inclinada sobre un hombro, a la bella y misteriosa mujer, la «Flor
Silvestre».
Ella le vió venir, y tranquila esperó que
llegara. Ni un movimiento, ni una sorpresa. Algunas palabras incoherentes
salieron de sus labios, y con natural desenfado invitó a que tomara asiento a
su lado al hombre que llegaba.
Éste, con visible
emoción, aturdido, confundido por la extraña mirada y el fulgor de los ojos de
la bella mujer serrana, tomó asiento a su lado, y cogiéndole una mano y
reteniéndola entre las suyas, quedósele mirando a los ojos por donde asomábale
una llama de intensa pasión.
Ella, la «Flor
Silvestre», estremecióse al contacto de la mano del hombre que estrechaba la
suya con amor. Entreabrió los ojos dulcemente, y en sus labios rojos cual
sangrante herida dibujóse tenue sonrisa prometedora.
—¿Quieres ser, hermosa
serrana, la pastora de mi rebaño?—habló rendido el hombre, acariciando con
unción las blancas manos de la joven. La «Flor Silvestre» nada dijo; pero tal
expresión de dicha puso en sus ojos, tal estremecimiento recorrió todo su
cuerpo, que más que sus palabras dijo el arrebol con que se tiñeron sus
mejillas. Mutuamente se acercaron el uno al otro, y los robustos brazos del
pastor rodearon el cuerpo escultural de la joven. Ávidamente se juntaron sus
labios en un beso prolongado de fuego y de pasión.
…………………………………………………………………
Y el milagro estaba
hecho. Y la Naturaleza, madre de todo, imponía en aquellos dos seres sus
inmutables leyes: Ies había unido el instinto de reproducción.
FEMIO RENALDS.
Mollina y noviembre.
El número 97, de 27 de noviembre también traía otro escrito
del mismo autor en su página 2. Esta vez una soflama panfletaria contra la
guerra :
¡Auroras de paz!
¡Auroras de paz son el
constante esfuerzo que el proletariado mundial pone en contra de la guerra!
¡Auroras de paz son augurios libertadores del
imperialismo capitalista!
¡Auroras de paz, que
se vislumbran en lontananza; el monstruo Guerra, agotador de vidas, sediento de
sangre, es abominado por los hombres que al servicio del progreso y de la
civilización ponen su esfuerzo.
¡Auroras de paz! ¡Yo
me descubro; yo os saludo!
«La piqueta demoledora
de los siglos, ha derruido a las naciones que un día asombraron con el poderío
de su fuerza”, ha dicho un eminente escritor español
. Y nosotros decimos:
El constante esfuerzo que ha puesto el trabajador de todos los países en
contrarrestar la guerra, la debilidad y el atraso mental que ésta ha originado,
las radiaciones de los pensamientos emitidos unánimemente por las víctimas de
la avaricia capitalista, ha tenido como consecuencia natural el que la
guerra—cáncer gangrenista, epidemia infecciosa que la sociedad capitalista ha
legado a la Humanidad—sea considerada sumamente perjudicial.
El obrero de hoy no es el de ayer. Su vasta
inteligencia ha despertado del letargo en que siglos de oscurantismo habíanle
sumido, y se ha dado cuenta de que su misión es otra que la de formar en
ejércitos. La vida del campo y su continuo estudio, le ha hecho comprender que
los seres no han nacido para matarse entre sí, máxime cuando, como siempre ha
sucedido, la guerra ha sido provocada en todos los casos y en todas las épocas
por el egoísmo capitalista en consolidar y mantener sus privilegios.
El obrero ha
comprendido que su misión es otra y se decide a practicarla, a llevarla a
efecto.
Sabe muy bien el
obrero que su única arma de defensa es la cultura y la unión, y de esos dos
conceptos no habrá de separarse jamás. Tiene muchos y muy poderosos enemigos;
pero esto no le arredra: él está persuadido de que le asiste la razón y no
cejará jamás, antes al contrario, luchará con más bríos y denuedo para hacer
factibles sus propósitos.
El obrero sabe que
todo cuanto le ha rodeado ha sido para menoscabar su dignidad y apretar más las
cadenas de su esclavitud. Ha comprendido que la religión ha sido el narcótico
que le han aplicado para que no se diera cuenta de la realidad. Se ha
convencido de que el capital es el producto todo de su trabajo y de su sudor,
robado —tal como suena—por los que hoy lo detentan. Ya lo dijo Proudhon: «la
propiedad es un robo». Nosotros decimos: todo cuanto existe en el mundo, todo,
absolutamente todo, es del trabajador. Nosotros creemos que nadie podrá controvertirnos
en esta afirmación que tan categóricamente hacemos.
Por eso, teniendo el
obrero estas convicciones por lo que afecta a su emancipación, no se preocupará
de otra cosa que de llevarlas a efecto. Para él no habrá más religiones, ni más
privilegiados; el que no trabaje, el que no produzca, no tiene derecho a
consumir nada. Tal es su divisa.
El obrero no piensa ya en ir a combatir con
otros hombres de otros países por ésta o aquella preocupación de los
capitalistas, religiosos o políticos. El desarrollo de su inteligencia le ha
hecho comprender que aquellos otros hombres con quien combatía, son sus
hermanos y sufren igualmente el estigma de la explotación y de la esclavitud. Y
este sentimiento de fraternidad, traspasando las fronteras, ha anidado igualmente
en el espíritu de aquellos otros con quien en otros tiempos combatía
encarnizadamente.
El obrero se ha formado en su imaginación otra
vida, limpia de impurezas. Sueña con un porvenir radiante y bello. Ha creído
que lo mismo que en el campo quita las malas semillas para que el trigo se crie
sano y bueno, es necesario quitar los parásitos que nada producen y que
absorben el jugo nutritivo que él elabora y necesita.
Todas estas cosas cree
y sabe el obrero que alentado por el propio sentimiento del bien que alberga en
su corazón, no cejará en su empeño hasta ver implantada una sociedad igualitaria
y fraternal, donde acabándose las guerras, las religiones, la explotación y el
crimen, el capitalista y el poderoso, se abran paso el amor y la fraternidad universales,
haciendo de la tierra un verdadero paraíso de bienestar y armonía.
¡Auroras de paz! ¡Augurios de libertad y amor
a todos los hombres de la tierra: yo os venero; yo os saludo!
FEMIO RENALDS.
Mollina y noviembre.
Nada traía sobre Mollina el número 98, que salió el 4 de diciembre
de 1932. Tampoco el número 99, de 11 de diciembre.
El número 100, de 18 de diciembre sí que traía otro escrito
con el mismo pseudónimo que los anteriores en sus páginas 2 y 3 contra la
división en la clase obrera:
LUCHAS INTERNAS
Los obreros y las
ideologías
Puede decirse sin
temor a equivocarse, que desde el advenimiento de la República los obreros se
debaten en un estado de .confusionismo que considero perjudicial en extremo,
para la verdadera emancipación económica y moral de los trabajadores.
Y digo desde el advenimiento de la República,
porque desde entonces, «contagiados» del espíritu revolucionario que dicho triunfo
hizo germinar en las masas obreras, y aprovechando la libertad de prensa del
nuevo Régimen, los llamados dirigentes de todos los sectores sociales o
políticos se apresuraron a lanzar en forma de libros, novelas, folletos,
periódicos, manifiestos, circulares, mítines, conferencias, etcétera, etc., tan
grande y abundante chaparrón de ideas, que la clase obrera española, tan ayuna
de conocimientos, se ha atiborrado el cerebro de «tácticas», «fórmulas» e
«ideas», encontrándonos en un lamentable estado de confusión suicida que
solamente conviene al elemento religioso-capitalista-reaccionario.
Más que las ideas,
hanse demostrado admirablemente el egoísmo y el desmedido afán de hacer
prevalecer su amor propio los dirigentes de unos y otros sectores.
La génesis, el principio verdadero, lo que
constituye la base primordial de las aspiraciones del proletariado mundial, es
la unión estrecha y solidaria de todos, en un solo grupo numeroso y compacto de
todos los desheredados y explotados por el capitalismo.
El obrero del campo,
menos acostumbrado a las luchas sociales y políticas que el de la ciudad, le ha
obsesionado hasta tal punto la diferencialidad (sic) de «ideas» y «tácticas»,
que olvida la más verdadera y necesaria de todas: la unión de todos los
trabajadores.
Continuamente sucede—y esto es de lamentar—,
salirse de las organizaciones obreras y hacer campañas contra ellas, a
individuos que dicen sustentar otras ideas más «avanzadas» y más
«democráticas»: estas son las víctimas que ocasiona esa diversidad tan
abundante de «ideas» que improvisados «sociólogos» de todos los partidos le ha
sugerido su imaginación.
No son los obreros,
sea cual fuere su ideología o la del partido en que militan, los culpables de
estas cosas, ya que por su ignorancia e incultura son irresponsables, sino los
llamados dirigentes que, no teniendo en cuenta la incapacidad y el atraso
mental de las masas obreras, enfrentan a unos obreros con otros para que
pasándose el tiempo en discusiones sobre las ideologías, que si bien son
necesarias e ilustran, perdemos un tiempo precioso y útil que deberíamos
dedicar en afianzar y consolidar la unión, hacerla más fuerte y numerosa, para
combatir al capital que se aprovecha de este desacuerdo general y se afianza
más en sus trincheras.
No pretendo tampoco censurar directamente y en
forma particular a los dirigentes de los diferentes organismos nacionales de
obreros: ya dije antes que esto obedece, a mi juicio, al desbordamiento del
espíritu con motivo del cambio de Régimen. Cada sector político u obrero creyó
llegado el momento de implantar radicalmente su programa y olvidó el estado de
cultura en que se encontraban y aun (sic) se encuentran los obreros.
Me exaspera, eso sí,
cuando leo u oigo hablar a los intelectuales o dirigentes de uno u otro sector
social lanzando anatemas y acusaciones graves sobre el sector contrario.
¡Contrario, cuando son obreros!) (sic)
Me he encontrado en un caso difícil, cuando
por imperativos de mi conciencia y de mi razón heridas, he tenido que censurar
la actuación de la U. O. T. o de la C. N. del T. He recordado que son obreros
los que forman ambos organismos, y he enmudecido. Para mí, todo el que
pertenece a la gran masa de los explotados y perseguidos, en una palabra, de
los trabajadores, me merece una consideración y un respeto grande.
¿Cómo no le sucede igual a los que por sus
conocimientos han tenido que tomar la dirección de los diferentes organismos
obreros?
Hemos llegado a un estado tal de encono entre
los obreros de los diferentes organismos sociales de España, que puede decirse
que gastamos más tiempo y más energías en combatirnos mutuamente que en
combatir a los verdaderos enemigos del trabajador, que son todo el que explota,
sojuzga y aprisiona.
No pretendo yo, obrero de escasísima
inteligencia y reducidos conocimientos en todas las materias, no pretendo,
repito, con estas mal trazadas líneas, hacer que los obreros que militan en la
C. N. del T., los afiliados a la U. G. T. o al partido comunista, fundirlos
todos en un solo grupo o partido, abandonando cada cual de sus ideas, tácticas
o programa, pues sé que eso es punto menos que imposible: es otra cosa lo que yo
deseara y que es el motivo de estas líneas.
Observemos que la
burguesía celebra grandemente nuestro general desacuerdo y nuestras luchas recíprocas
en materia de “ideas” y tácticas. Yo sólo proclamo como base primordial, el
respeto mutuo a que nos debemos todos. Y después...
Estudiemos mejor las
causas para aproximarnos más unos a otros y depongamos un poco el egoísmo que
en más o menos grado llevamos en sí. Recordemos que “todos somos obreros”, y lo
más interesante y principal: que el Capitalismo vigila atento nuestro
desenvolvimiento, aprestándose a la lucha para defender sus privilegios de
clase cuando ve nuestra confusión y nuestro desacuerdo.
Los intelectuales tienen la palabra,..
FEMIO RENALDS.
Mollina y diciembre.
En la página 4 traía una dos noticias sobre organizaciones
en Mollina. La primera decía:
En Mollina se organiza
el P. R. R. S.
Se ha organizado en
Mollina el Partido Republicano Radical Socialista.
El Comité de dicho
Partido lo constituyen, en la forma que a continuación se expresa, los señores
siguientes:
Presidente: José Rubio
Gallegos.
Vicepresidente: Antonio Morente Bermúdez.
Secretario: José González Lozano.
Tesorero: Francisco Carmona González.
Vocales: José García Ramírez, Pablo López
Gallegos y Pedro Pérez Arrabal.
La segunda noticia era esta:
La Sociedad obrera de
Mollina renueva su Directiva
En reunión ordinaria y
en votación secreta, la Sociedad de Obreros Agricultores «El Progreso» de
Mollina, ha renovado su Junta Directiva, habiendo recaído los cargos en los
compañeros siguientes:
Presidente, Joaquín
Mejías Velasco; Vicepresidente, José Carmona Alvarez; Secretario, Antonio
Gallegos Alvarez; Tesorero, José Parrado Matas; Contador, Francisco Rubio
Fernández; Vocales, Antonio Pacheco Ruiz; Antonio Sevillano Gómez; José Casero
Parrado; José Cebrián Rosas.
Esta nueva Junta
saluda a todas las organizaciones obreras y proclama la más sólida unión de
todos los trabajadores.
¡Obreros de Mollina, a unirse todos y a luchar
contra nuestro enemigo común el capitalismo! El Presidente, Joaquín Mejías.
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