COLUMNA DE LUIS GARCÍA MONTERO EN EL PAÍS DEL 13 DE SETIEMBRE DE 1997








Los días 12, 13 y 14 de setiembre de 1997 Mollina celebró su Feria de la Vendimia. El encargado de pregonarla fue ese año el gran poeta, escritor y profesor granadino Luis García Montero. Aparte de su pregón –uno de los mejores, y eso que la lista es buena- pronunciado el día 12, García Montero nos regaló al siguiente día, sábado 13, con su columna en las páginas para Andalucía en el diario El País.

                Después de una búsqueda de muchísimo tiempo de este escrito, hoy, gracias a la complicidad generosa de Miguel Ramos, podemos rescatar este hermosísimo texto de uno de los escritores más importantes de nuestro idioma en la actualidad.

                Ésta es la columna a la que nos referimos:



Mollina

LUIS GARCÍA MONTERO

Las fiestas populares son las verdaderas plazas públicas de los calendarios. A la sombra de unas fechas, marcadas por tradiciones religiosas, por los ciclos de la agricultura o por el azar reciente de las asociaciones de vecinos, los calendarios se visten de fiesta, se llenan de plazas con olor a verbena. La caída del verano, esas semanas intermedias de septiembre en las que el azul del cielo se carga de lentitud y la vegetación se abandona a sus transformaciones secretas, parece una buena época para las ferias, porque los trajes limpios y los bailes ofrecen siempre una meditación sobre el tiempo. Las fiestas llegan, viven el presente con una vertiginosa fugacidad y se escapan por la rutina de los calendarios con voluntad de regreso. Todo es cíclico, monótono como el ruido de una noria, previsible como una lección de filosofía primaria dictada por la naturaleza. Todo está escrito, sólo cambian los figurantes.

                Las fiestas de la Vendimia de Mollina parecen otra cosa, una lección de historia y autoridad humana sobre la naturaleza. Durante muchos años este pueblo malagueño soportó la pobreza, la condena a una existencia dura, el totalitarismo de la necesidad. Aunque otras partes de España suelen pregonar ahora las ofensas nacionales recibidas (en busca de privilegios presupuestarios), será difícil encontrar en el Norte una existencia tan ofendida por el hambre como la del campesino andaluz. Los habitantes de Mollina quisieron oponerse a la razón de su miseria establecida, el orden razonable de los poderosos. La asonada de Mollina de 1861 se convirtió en un antecedente inmediato de la Revolución de Loja. En 1881 se constituyó una federación revolucionaria integrada en la Internacional Hispánica. La oposición de los campesinos de Mollina al ejército franquista supuso uno de los episodios más escalofriantes del golpe de estado de 1936.

Mientras la copla y el andalucismo barato alegraban los tablados de la postguerra española, Mollina, al igual que otros pueblos andaluces, se desangraba a causa de la miseria. Sus campesinos tuvieron que emigrar al País Vasco y Cataluña, dos comunidades muy ofendidas por los negocios millonarios del franquismo. Fue entonces cuando el pueblo decidió reaccionar, pero esta vez no sólo contra la razón de los poderosos, sino también contra las tradiciones de la naturaleza. Sustituyó un paisaje milenario de olivos por viñas jóvenes y fundó una cooperativa de viticultores. En pocos años Mollina consiguió producir el 80% del vino de Málaga. Hoy es uno de los pueblos más vivos de Andalucía.

Las fiestas de la Vendimia de Mollina son una lección de historia, un ejemplo de autoridad del ser humano sobre su futuro. El esfuerzo colectivo puede superar la avariciosa mezquindad de los caciques y el dogma de las tradiciones naturales, que a veces pasan con peligrosísima facilidad del paisaje a la conciencia de las gentes. Mollina ha demostrado que se puede escribir el futuro, que la historia no es cíclica, que los almanaques no esconden un argumento escrito por encima de nosotros. Y ha demostrado también que no basta con la protesta, que no debemos instalarnos en la queja perpetua, que no podemos cruzarnos de brazos, señalando lo injusto de la realidad y lo terriblemente mal que se portan los demás con nosotros. Hay también que ponerse a trabajar, buscar soluciones, crear infraestructuras, unirse a un esfuerzo colectivo. Andalucía tiene una deuda histórica con pueblos como Mollina.





Las imágenes corresponden al poeta Luis García Montero en su pregón de Mollina –imagen del Archivo Municipal- y al recorte de esta columna aparecida en las páginas para Andalucía de El País del día 13 de setiembre de 1997.











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