II PREGÓN DE LA VENDIMIA. JUAN TORRES LÓPEZ. 1988
El segundo pregón de la Vendimia
de Mollina se pronunció el 24 de setiembre de 1988.
El
encargado fue el catedrático de Economía Juan Torres López, Granada, 1954,
entonces en la Universidad de Málaga y hoy bastante conocido por sus
intervenciones en medios de comunicación donde da sus opiniones sobre asuntos
económicos.
El
cartel era obra del artista mollinato Juan de la Cruz Ordóñez, que también había
hecho el cartel de la Feria de Agosto de ese año, aunque en color.
El
pregón de Juan Torres López era éste:
Gracias por confiar a mi pluma el pregonar el fruto de vuestro trabajo.
Gracias por ese vaso de vino que debe tanto a la tierra como al sudor de quien
lo trabaja. Te conocía poco, Mollina, pero siempre he sabido de ti, de tu
gente. Eres generosa.
No me es posible olvidar, cuando piso el asfalto, que allí duerme
sangre tuya. Del que fue tu primer ciudadano. Tu sangre, Mollina, con la que ha
quedado escrita para siempre la palabra generosidad.
Eres humilde, Mollina. Como si no quisieras presenciar de cerca un
bullicio que a todos nos recorre. Y, sin embargo, eres grande por tu gente,
desparramada como está en su trabajo. Eres ejemplo de cercanía, de amistad, de
sosiego. Conocer a un hijo tuyo, acabo de comprobarlo, es ser amigo del pueblo
entero. Eres, Mollina, un ejemplo silencioso, pero ejemplo eres para el que
quiera oír. Y eres altiva, Mollina. Porque no eres hija de favores, ni de
mandamases ni de tribunos.
Prosperas sólo por el sudor y por el esfuerzo. Y eres, ya te digo, todo
un ejemplo. Por tu ilusión, por tu trabajo, por la vitalidad de un pueblo que
avanza.
¿Y cómo puedo pregonarte a ti, Mollina, tu feria?
¿Qué puedo decirle a tu pueblo?
El solo hecho de que celebres la vendimia, tan lejos como estás del
tradicional asentamiento de las vides malagueñas, me advierte de las cosas que
están cambiando.
Podría, entonces, pregonar tu esfuerzo y demostrar, de esta forma, que
son posibles los cambios cuando se quiere. Que hasta se puede transformar, con
el trabajo, el mundo entero.
Quizás debiera fijarme en las miradas, en las personas, en el sosiego
de quienes ahora nos acompañan. Y pregonaría entonces que se acabó el orgullo
de algunos; que el ocio ya no se alaba; que se acabó, ya me entendéis, lo que
se daba.
Al veros allí abajo unidos se me ocurre pregonaros vuestra feria con el
lenguaje solidario que algunos quieren hacernos ver que está caduco, que no se
lleva. Me dan ganas, al veros juntos, de gritar que es infame que pretendan
convencernos de que cada uno de nosotros es un mundo, que nada tenemos que ver
el uno con el otro. Aprovechad la feria y unid las manos. Que entre todos se
puede todo.
Podría detenerme en algún momento de tu historia. Recordar el hito
rebelde, el espacio de tu gente en la historia de los obreros. Pregonaría
entonces la memoria valiente. Su propósito de afirmar la libertad siempre para
que no se pisen nunca los derechos de los pueblos.
Mas prefiero, sin embargo, pregonar tu feria, Mollina, con deseos:
proyectar hacia delante la esperanza. Desearte que la vendimia sea, cada año,
al acabar el trabajo, el esfuerzo final también para recoger racimos solidarios
de ilusiones. Que la tierra de tus vides no sea nunca el patrimonio ocioso de
quien no la trabaja. Que los arados escriban siempre sobre ella y con letras
grandes, igualdad; que no sean sólo para unos sus frutos y no se aprovechen
todos de lo que es un don natural.
Que las vides sean, cada año, réplica de vuestro progreso. Al igual que
el sudor de tu pueblo, Mollina, les da la vida, y su esfuerzo es la vigilia de
su crecimiento, que crezcan arbustos de ilusiones solidarias en tus gentes. Que
lo mismo que las vides se conjuntan, que se haga uno el empuje de todos y
forjéis unidos el mañana. Los racimos de estas tierras desearía que fuesen el
espejo de vuestro empeño.
Si no hay uvas aisladas, ¡que nadie disperse los corazones del pueblo!
Desprecia, Mollina, el egoísmo, como sabes repudiar el mal vino, arroja
lo insolidario como arrojan tus hombres en el campo los racimos marchitos.
Aprovecha el vino, Mollina, para escanciar de tu propia vida a los que se unen,
en todos los sitios, contigo; a los que tienen tu mismo destino.
Tal como llenas generosa los vasos con tus vinos, anega con tu afecto
hasta el último rincón del pueblo. Que se hermanen las voluntades. Que ni uno
de tus hijos deje de ser fermento para el futuro mejor que merecéis.
Los colores distintos de vuestros vinos desearía que se abrieran en
abanico, y, formando el arco iris, sirvieran de pórtico al nuevo mundo. Donde
la justicia fuera un tinto o la igualdad un fino que todos, como esta noche,
pudieran beber de continuo.
Mientras tanto, Mollina, disfruta de esta vendimia. Goza con salud de
tus vinos. Amigos, vestid el cuerpo por dentro con sus colores. Levantad, por
fin, las copas también unidos. Embriagaos de ilusión y de esperanza.
¡Viva tu vino, Mollina!
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