III PREGÓN-RECITAL DE LA VENDIMIA. RAFAEL ALBERTI. 1989







El pregón de la Vendimia de 1989 no fue, en sentido estricto, un pregón. De ahí que ya en la primera edición del mismo se titulara Pregón-Recital.

                La idea de los organizadores de la Feria era traer a Mollina plumas de primer nivel para pregonar el vino. Los dos primeros pregoneros hicieron bastante bien su labor, pero, hablando de repercusión mediática, la verdad es que carecían de un atractivo en el mundo literario y periodístico, por mucho que lo tuvieran en el académico.

                Rafael Alberti, El Puerto de Santa María, 1902-1999, superviviente entonces de la mítica Generación del 27, había enviudado en el mes de diciembre anterior. La desaparición de María Teresa León, también magnífica escritora y madre de su hija Aitana, había hecho que cayera en un estado de desapego por la vida pública y encerrado con amigos. Uno de ellos era el poeta Marcos Ana, que mantenía una estrecha relación con Teodulfo Lagunero, residente en la costa. A través de estos enlaces el alcalde, Paco Sánchez, propone que sea Rafael Alberti pregonero de la Vendimia. Lógicamente sabíamos que era prácticamente imposible que Rafael Alberti escribiera un texto para Mollina. Pero también éramos conscientes de que, solo trayendo una figura tan inmensa e indiscutible como esa, Mollina podía enfrentar los años siguientes sin que nadie pudiera negarse a venir a pregonar sus vinos.

Así fue, en efecto. Rafael Alberti dio un recital de su obra. Con algunos poemas de circunstancia, es cierto, pero también con algunas de sus obras que hoy ocupan un lugar de privilegio en la lírica del español. La repercusión mediática fue enorme. El último informativo de Canal Sur del día 22 de setiembre de 1989, poco después de pronunciarse el Pregón-recital de la Vendimia de Mollina, abrió su edición con la noticia de la reaparición pública de Alberti tras los meses sin apenas salir después de la muerte de María Teresa León.  Al día siguiente todos los medios de comunicación, en mayor o menor medida, se hicieron eco de la noticia.

Bueno, todos no. Hubo uno que no dijo ni una sola palabra. El día 23 de setiembre de 1989 no apareció en ninguna de sus páginas lo que había aparecido en muchos otros medios. El día 24 de setiembre, en las páginas dedicadas a la comarca de Antequera, apareció en una reseña mínima la celebración en Mollina de la Feria de la Vendimia. Eso sí, irónicamente decía que si se daban prisa podrían asistir a las doce del mediodía a una ginkana para niños en el patio del Colegio. Ese medio era el heredero de la cabecera del diario fundado por el Movimiento Nacional en plena Guerra Incivil en Málaga. El medio que se jactaba de ser el decano de los diarios provinciales y defensor de los intereses de ésta, había silenciado de una manera ruin y mezquina la presencia de Rafael Alberti en nuestro pueblo.
          
Dentro de Mollina también hubo su cuota de mediocridad: un grupo juvenil, aprovechando que el conjunto pop Mecano iba a dar el viernes 22 de setiembre de 1989 un concierto en Écija, organizó un viaje a la Ciudad del Sol ese día. En fechas cercanas, este mismo grupo iba a dar otros conciertos en distintos lugares de Andalucía.  Por razones que desconocemos decidieron libremente elegir ese día y no otro para oír a los hermanos Cano y a Ana Torroja. 


                Lo cierto es que estas provocaciones no cuentan mucho, a toro pasado, en lo que nos interesa, que es el repaso de los pregones. A partir de ahí, con altibajos, es cierto, pero sin pausa, primerísimas figuras de las letras hispánicas han pasado por Mollina, han cantado sus vinos, han dejado escritas palabras que perduran en el tiempo y son embajadores de nuestra tierra. 


                Por su parte Rafael Alberti abrió el primer libro de firmas del Ayuntamiento de Mollina. Nos regaló un hermoso dibujo que ya es patrimonio de todos. Y lo que es más importante: la presencia de uno de los miembros de la Generación del 27 apoyando el esfuerzo de nuestros agricultores.


                Aquel año Miguel Ramos regaló a Mollina dos trabajos suyos: el diseño del programa de la Feria de la Vendimia que, con escasas variaciones, sigue en la actualidad tras treinta años, anunciando al mundo esta feria. Por otra parte, el diseño de una plaquette con textos y caligramas de Alberti donde se le daba la bienvenida al poeta a Mollina. De la portada de esta publicación se hicieron pegatinas para ser lucidas por los asistentes al pregón.



                Aparte de la novedad en el programa hubo otra. El cartel fue, a partir de ese año, en color –tal y como se venía haciendo desde 1987 con el primero de la Feria de Agosto- y con papel de mejor calidad. Ese año se encargó al pintor mollinato Antonio Segovia Fernández, Málaga, 1949 – Antequera, 2015, quien también hizo el cartel agostizo. El pintor colaboró en la financiación del cuadro firmando y numerando doscientos ejemplares en cartulina para su venta por parte de los servicios culturales del Ayuntamiento.




                Este es el Pregón-recital de Rafael Alberti en Mollina:



Estoy realmente conmovido en este primer día o noche de otoño en que comienza la Feria de la Vendimia de Mollina. Me siento verdaderamente maravillado, sinceramente conmovido con el esfuerzo extraordinario que habéis hecho para traerme acá, para ofrecerme este homenaje. Este homenaje popular es lo que a mí me puede halagar más.

Yo quiero dedicar este recital a Dolores Ibarruri la Pasionaria, esa mujer maravillosa y valiente que en estos días se halla enferma.

Ya saben que yo tengo un personaje popular, un poeta popular que se llama Juan Panadero, que ha hecho muchas coplas populares, muchas de las cuales se cantan al son de las guitarras andaluzas. Este Juan Panadero va a enviar su saludo a la Pasionaria.



Su corazón guerrillero,

desde el corazón de España,

te envía Juan Panadero.

Corazón dentro de un hombre

como todos los que empuñan

 en su desvelo tu nombre.

¡Lumbre que nos iluminas!

Dolores de los mineros

en el fondo de las minas.

Bandera de los caminos,

 Pasionaria de las manos

de los pobres campesinos.

Sol grande, estrella Polar.

Dolores de los obreros

de la tierra y de la mar.

Pasionaria del soldado,

Dolores del perseguido

 y de los encarcelados.

Esperanza del que espera,

fe del que sufre destierro

luchando en tierra extranjera.

 Alma de la reconquista,

fuego tendido en el viento

 del Partido Comunista.

Madre buena, madre fuerte,

madre que para la vida

le diste un hijo a la muerte.

Odio del cobarde, dura

sombra del que aflige a España

en una mazmorra oscura.

Temor del que la condena,

del que la tiene sumida

 en un castillo de penas.

Te canta Juan Panadero:

por ti es más certero el tiro

de fusil del guerrillero.

Por ti el monte lo sostiene,

 por ti marcha hacia la aurora,

 por ti de la aurora viene.

Y pone su duro empeño

en darle al pueblo que sangra,

 tu sueño, tu mismo sueño.

Que el pueblo por ti ha gritado:

¡Más vale morir de pie

que vivir arrodillado!

Deja hoy que mi canción,

desde el corazón de España,

 te mande su corazón.

Rencor del que a España ofende,

como el mal republicano

 que sin salvarla la vende.

Llore el que no te comprenda,

 sueñe el que no te conozca,

cante el que por ti se encienda.

No diga ¡Guerra!, que diga

¡Paz, Paz!, valerosamente

el que sin miedo te siga.

No espere que al enemigo

pueda tenderle la mano

 el que camine contigo;

 que eres toda corazón

de sangre limpia por donde

no se arrastra la traición.

Que eres toda valentía,

Dolores de los dolores

de España y sus alegrías.





Quiero ahora decir o recordar, para aquellos que no lo sepan, que yo soy gaditano (he nacido en la Bahía de Cádiz), que mi primera vocación fue la pintura, que luego, andando el tiempo, hacia el año 23, yo me hice poeta sin abandonar del todo la pintura; que recibí el Premio Nacional de Literatura dado de la mano de don Antonio Machado, Gabriel Miró, José Moreno Villa y don Ramón Menéndez Pidal.

Yo nací de pronto, salté de la pintura a la poesía como poeta nacional en el año 1924. Y salí con un libro que se llama Marinero en Tierra, que, como os digo fue premiado por don Antonio Machado.

Yo quiero, para que conozcáis también mis orígenes poéticos, recitar algunas de mis canciones de mi libro Marinero en Tierra.



El mar. La mar.

El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,

a la ciudad?

 ¿Por qué me desenterraste

 del mar?

En sueños, la marejada

me tira del corazón.

Se lo quisiera llevar.

 Padre, ¿por qué me trajiste

 acá?



Branquias quisiera tener,

porque me quiero casar.

Mi novia vive en el mar

 y nunca la puedo ver.

 Madruguera, plantadora,

 allá en los valles salinos.

¡Novia mía, labradora

de los huertos submarinos!

 ¡Yo nunca te podré ver

 jardinera en tus jardines

albos del amanecer!



¡Tan bien como yo estaría

en una huerta del mar,

 contigo, hortelana mía!

 En un carrito tirado

 por un salmón, ¡qué alegría

vender bajo el mar salado,

 amor, tu mercadería!

Algas frescas de la mar,

algas, algas!



 ¡Qué blanca lleva la falda

la niña que se va al mar!

¡Ay niña, no te la manche

la tinta del calamar!

¡Qué blancas tus manos, niña,

 que te vas sin suspirar!

 ¡Ay niña, no te los manche

 la tinta del calamar!

¡Qué blanco tu corazón

y qué blanco tu mirar!

 ¡Ay niña, no te los manche

 la tinta del calamar!



Si Garcilaso volviera,

yo sería su escudero;

que buen caballero era.

Mi traje de marinero

se trocaría en guerrera

 ante el brillar de su acero;

que buen caballero era.

¡Qué dulce oírle, guerrero,

 al borde de su estribera!

En la mano, mi sombrero;

 que buen caballero era.



 Si mi voz muriera en tierra,

llevadla al nivel del mar

y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar

 y nombradla capitana

 de un blanco bajel de guerra.

¡Oh mi voz condecorada

 con la insignia marinera:

sobre el corazón un ancla,

y sobre el ancla una estrella,

 y sobre la estrella el viento,

 y sobre el viento la vela!





Cuando se acabó la Guerra de España tuve la maravillosa fortuna de pasar a Francia en donde estuve trabajando durante un año con mi compañera María Teresa León en la radio francesa, en París Mundial, en las emisiones para América Latina.

Cuando llegué allí la primera noche, después de que traía toda el alma cargada de tantos muertos y tantas desdichas, escribí un poema que lo quiero decir porque luego ese poema mío es el que ha corrido más suerte, el que más ha dado la vuelta al mundo, que se llama La Paloma.





Se equivocó la paloma.

Se equivocaba.

 Por ir al Norte, fue al Sur.

Creyó que el trigo era agua.

Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;

que la noche, la mañana.

 Se equivocaba.

 Que las estrellas, rocío;

que la calor, la nevada.

Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;

que tu corazón, su casa.

Se equivocaba.

 (Ella se durmió en la orilla.

 Tú, en la cumbre de una rama)



Ese pequeño poema de La paloma que acabo de decir, cuando llegué a la Argentina le puso música un joven músico, muy joven, de 19 años. Se estrenó en Buenos Aires como después en Roma.

Y esta canción ha dado la vuelta al mundo. Yo la he oído cantar en francés, en italiano, en inglés y hasta en chino cuando estuve en aquel país.





Cuando en España cayó la Primera República, quiero decir los primeros años de república, y vino lo que se llamó el “Bienio Negro” con Gil Robles, etc., pues… cuando los mineros de Asturias se insurreccionaron, trajeron por primera vez a España a los moros de Marruecos para hacer la represión contra los mineros. Yo entonces hice esta canción para los valientes mineros que se defendieron hasta morir cinco mil.

Esto se llama El alerta del minero



De la mina salgo, amigo,

 de la mina, compañero.

Soy minero barrenero.

Ven conmigo.

Al álamo aquel que baja

lento, por el monte, dile

que se dé prisa y vigile

tu pobre choza de paja.

 También cuidará del trigo

que te hurtaron los señores.

Ven conmigo.

 ¡Venid todos los pastores!

¡Eh, muchacho! ¡Los corderos!

Los apacienten los pinos,

¡y vengan los campesinos,

que llegan los ingenieros!

 ¡La mulas, eh, los carreros!

¡Eh, los carros!

 (Quien se interpone lo quita

 a golpe de dinamita

la lumbre de los cigarros)

De la mina salgo, amigo.

 Ven conmigo.

Hoy cuide el pez de los remos

de la barca pescadora,

que ya nos llegó la hora

de ser lo que ser debemos.

¡Cargadores, descarguemos

 de su carga al enemigo!

¡Eh, pescador, ven conmigo!

 –¡Voy contigo!

Vengan las mozas viriles

 y sufra enterrado el miedo,

 que ya las torres de Oviedo

tiemblan de ver los fusiles

 en manos de nuestra gente.

¡Corre y vente!

¡Hasta el viento está conmigo!

 ¡Sigue la roja corriente!

 –¡Voy contigo!

- De la mina salgo, amigo.





Hacia fines del mes de agosto de 1936 se corrió por Madrid la noticia del fusilamiento de Federico García Lorca en Granada, su ciudad natal, terrible noticia que nadie podía creer. Días después de ser confirmada se presentó a la Alianza de Intelectuales Antifascista, de la que yo era secretario con Bergamín, nuestro grande y envejecido maestro don Antonio Machado para entregarme escrito en un papelillo todo arrugado el primer poema bello y acusador: El crimen fue en Granada dedicado al fusilamiento del joven poeta granadino.

El crimen fue en Granada, de don Antonio Machado:

Se le vio, caminando entre fusile

, por una calle larga,

 salir al campo frío,

aún con estrellas de la madrugada.

Mataron a Federico

cuando la luz asomaba.

El pelotón de verdugos

no osó mirarle a la cara.

Todos cerraron los ojos;

rezaron: ¡ni Dios te salva!

 Muerto cayó Federico

 –sangre en la frente y plomo en las entrañas–

...Que fue en Granada el crimen

 sabed –¡pobre Granada!–, en su Granada.



 Se le vio caminar solo con Ella,

sin miedo a su guadaña

–Ya el sol en torre y torre; los martillos

en yunque– yunque y yunque de las fraguas.

Hablaba Federico,

requebrando a la muerte. Ella escuchaba.

“Porque ayer en mi verso, compañera,

sonaba el golpe de tus secas palmas,

y diste el hielo a mi cantar, y el filo

a mi tragedia de tu hoz de plata,

te cantaré la carne que no tienes,

los ojos que te faltan,

 tus cabellos que el viento sacudía,

 los rojos labios donde te besaban…

Hoy como ayer, gitana, muerte mía,

qué bien contigo a solas,

 por estos aires de Granada, ¡mi Granada!”

Se le vio caminar…

Labrad, amigos,

de piedra y sueño, en la Alhambra,

un túmulo al poeta,

sobre una fuente donde llore el agua,

 y eternamente diga:

el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!



Federico García Lorca entre los años 1925 y 1930 me invitaba siempre a ir a su Granada para pasar con él las vacaciones. Yo dejé pasar el tiempo. Llegó al fin la Guerra Civil y Federico, temiendo que en Madrid pasaran cosas graves, se fue a su ciudad natal poco antes de estallar la Guerra Civil. En esa ciudad natal suya fue fusilado y yo nunca pude ir a Granada hasta hace muy pocos años.

Yo voy a recitar mi Balada del que nunca fue a Granada.



Si altas son las torres, el valor es alto.

Venid por montañas, por mares y campos.

 Entraré en Granada.



¡Qué lejos por mares, campos y montañas!

Ya otros soles miran mi cabeza cana.

Nunca fui a Granada.



Mi cabeza cana, los años perdidos.

Quiero hallar los viejos, borrados caminos.

Nunca vi Granada.



Dadle un ramo verde de luz a mi mano.

 Una rienda corta y un galope largo.

Nunca entré en Granada.



¿Qué gente enemiga puebla sus adarves?

¿Quién los claros ecos libres de sus aires?

 Nunca fui a Granada.



¿Quién hoy sus jardines aprisiona y pone

cadenas al habla de sus surtidores?

 Nunca vi Granada.



Venid los que nunca fuisteis a Granada.

Hay sangre caída, sangre que me llama.

 Nunca entré en Granada.





Hay sangre caída del mejor hermano.

Sangre por los mirtos y aguas de los patios.

 Nunca fui a Granada.



Del mejor amigo, por los arrayanes.

Sangre por el Darro, por el Genil sangre.

 Nunca vi Granada.





Cuando ya estalló la guerra y se acercaban los días graves de noviembre, días de la gran defensa de Madrid, una madrugada oscura en la que yo volvía a la Alianza de Intelectuales Antifascistas me encontré todo el suelo del Paseo de Recoletos lleno de hombres con fusiles, durmiendo. Al saltar sobre uno de ellos me tocó el pantalón y me dijo:

Oiga, dígame: ¿esta ciudad es bonita? Porque yo he venido a defenderla y no la conozco y a lo mejor puede ser que esta madrugada me maten.

Eran las Brigadas Internacionales, las primeras brigadas que habían llegado a defender a Madrid, y yo pensando en aquel joven que no sé si murió, hice este poema a las Brigadas Internacionales.



Venís desde muy lejos… Más esta lejanía,

¿qué es para vuestra sangre, que canta sin fronteras?

La necesaria muerte os nombra cada día,

no importa en qué ciudades, campos o carreteras.



 De este país, del otro, del grande, del pequeño,

 del que apenas si el mapa da un color desvaído,

 con las mismas raíces que tiene un mismo sueño,

 sencillamente anónimos y hablando habéis venido.



No conocéis siquiera el color de los muros

 que vuestro infranqueable compromiso amuralla.

La tierra que os entierra la defendéis, seguros,

a tiros con la muerte vestida de batalla.





Quedad, que así lo quieren los árboles, los llanos,

las mínimas partículas de la luz que reanima

 un solo sentimiento que el mar sacude: ¡Hermanos!

Madrid con vuestro nombre se agranda y se ilumina.





Pablo Neruda, el gran poeta chileno tan amante de España que escribió uno de los más grandes libros que se han hecho sobre nuestra guerra, España en el corazón, un día me llamó por teléfono y me dijo:

–Mira..., a mí me llamaba confrère, mira confrère, he encontrado un perro con la pata herida. Quiero subirlo a mi casa pero como aquí no tengo sitio y tú tienes terraza te agradecería muchísimo si te lo quieres llevar.

Entonces sí, yo me llevé a aquel perro que hizo toda la guerra conmigo, que se moría de hambre y que cuando sabía que había una lata que habíamos traído del Quinto Regimiento llena de carne en la habitación, se ponía delante de ella a defenderla así, con los dientes fuera y se portó muy bien; hasta que al final emigró con mi familia a Levante (Castellón de la Plana), y cuando mi familia se retiró a Valencia, porque se acercaban las tropas de Franco para cortar el frente por allí el perro mío no pudo llegar al coche donde iba mi familia y se perdió y creo que seguramente sería fusilado por las tropas franquistas.

Les voy a leer A Niebla, mi perro



«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas,

el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,

los largos resplandores que por el monte dejas,

al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.

Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados,

que de improviso surgen de las rotas neblinas,

arrastrar en sus tímidos pasos desorientados

todo el terror reciente de su casa en ruinas.

A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,

que transportan la muerte en un cajón desnudo;

de ese niño que observa lo mismo que un festejo

la batalla en el aire, que asesinarle pudo;

a pesar del mejor compañero perdido,

de mi más que tristísima familia que no entiende

lo que yo más quisiera que hubiera comprendido,

y a pesar del amigo que deserta y nos vende;

«Niebla», mi camarada,

aunque tú no lo sabes, nos queda todavía,

en medio de esta heroica pena bombardeada,

la fe, que es alegría, alegría, alegría.





Bueno, cuando se acabó la guerra yo pude pasar –como dije antes– a París y yo allí me asombro de que no se veían niños por las calles, que no sólo las señoras llevaban perros: los caballeros con sus cuellos de pajarita llevaban perros también. Cuando uno iba al cine y se encendía la luz, uno encontraba que junto al asiento de uno había un perro contemplando el cine. Y me pareció escandaloso, y entonces pregunté: –¿Qué pasa aquí en París? Me dijeron: –Que hay muy poca natalidad y por eso los niños están sustituidos por los perros.

Y yo entonces hice este pequeño poema satírico en París que dice así:



Pis,

sigo estando en París.



El perro se hace pis,

 los perros se hacen pi

todos los perros se hacen pis.

Sobre sus dos zapatos, caballero.

Sobre sus finas medias, madame.

 Pipiadero.

Pis a la puerta del Printemps,

 pis al pie de la estatua de Danton,

pis sobre la Revolución

y los Derechos del Hombre.

Pis reaccionario,

 pis burgués,

pis de pacto de Munich,

muniqués.

 El Sena –¡por Dios!–, pis,

y pis la Tour Eiffel.

Señora:

¿ha dado usted a luz un perro?

Pis.

¿Se salvará París?





La ciudad en que viví durante dieciséis años de mi exilio fue Roma. En ella escribí Roma peligro para caminantes, inspirado en la peligrosidad de su tránsito, sus velocísimos automóviles y motocicletas que le imponen a uno la atención infinita de salvarte la vida a cada minuto.

Yo vivía y vivo aún en el maravilloso barrio popular del Trastevere, barrio sobre todo ideal para aquellos que, tanto por placer como por incontinencia, pueden gustosamente echarse una pichada, leamos también meada, en el rincón más bello de una plaza o en medio de una calle.



Verás entre meadas y meadas,      

más meadas de todas las larguras:      

unas de perros, otras son de curas      

y otra quizá de monjas disfrazadas.      



Las verás lentas o precipitadas,      

tristes o alegres, dulces, blandas, duras,      

meadas de las noches más oscuras      

o las más luminosas madrugadas.      



Piedras felices, que quien no las mea,      

si es que no tiene retención de orina,      

si es que no ha muerto es que ya está expirando.      



Mean las fuentes... Por la luz humea      

una ardiente meada cristalina...      

y alzo la pata... Pues me estoy meando.



En Roma había un letrero que decía: “Se prohíbe arrojar basuras”. Pero en el barrio en donde yo vivía, las basuras era una obligación agruparlas. Estaba siempre lleno de gatos comiendo basuras, y después la gente por las noches pintaba en las paredes letreros políticos y amorosos. Y ahí se ponía: Si prohibisce di buttare inmondezze, pero pasaba lo contrario.



Cáscaras, trapos, tronchos, cascarones,

latas, alambres, vidrios, bacinetas,

restos de autos y motocicletas,

botes, botas, papeles y cartones.

Ratas que se meriendan los ratones,

gatos de todas clases de etiquetas,

mugre en los patios, en los muros grietas

y la ropa colgada en los balcones.

Fuentes que cantan, gritos que pregonan,

arcos, columnas, puertas que blasonan

nombres ilustres, seculares brillos.

Y entre tanta grandeza y tanto andrajo,

una mano que pinta noche abajo

por las paredes hoces y martillos.





En la Basílica de San Pedro de Roma había un San Pedro románico de bronce y los pies gastadísimos de los besos que le daba la gente. Y yo, sabiendo la profesión de pescador que tenía San Pedro y sabiendo que el río de Roma estaba muy cerca de la iglesia, le hice este poema:



Di, Jesucristo, ¿por qué

me besan tanto los pies?



Soy San Pedro aquí sentado,

en bronce inmovilizado,

 no puedo mirar de lado



 ni pegar un puntapié,

pues tengo los pies gastados,

como ves.



Haz un milagro, Señor.

¡déjame bajar al río!,

volver a ser pescador,

que es lo mío.





De mi libro Sobre los Ángeles, un libro especial y muy conocido de mi primera juventud, quiero leerles este poema, sólo como muestra del mismo, que dice así:



La flor del vino, muerta en los toneles,

sin haber visto nunca la mar, la nieve.



La flor del vino, sin probar el té,

sin haber visto nunca un piano de cola.



Cuatro arrumbadores encalan los barriles.

Los vinos dulces, llorando, se embarcan a deshora.



La flor del vino blanco, sin haber visto el mar, muerta.

Las penumbras se beben el aceite y un ángel la cera.



He aquí paso a paso toda mi larga historia.

Guardadme el secreto, aceitunas, abejas.





Yo fui un gran amigo de un inmenso pintor de nuestro siglo, andaluz, de Málaga: Pablo Picasso. Iba muchas tardes a visitarme y hablábamos a veces de verdaderas ingenuidades, tonterías y él decía: “La gente pensará que estamos diciendo cosas geniales y estamos diciendo cosas que no tienen importancia ninguna”.

Una tarde me confesó que él cuando nació, sus padres, cosa corriente entre la gente católica, le habían puesto ocho nombres de santo. Y yo le dediqué este poema que se llama Los ocho nombres de Picasso:

 ¿Qué hubiera sido de ti, Pablo,

si de entre los ocho nombres

 con que fuiste bautizado

hubieras preferido al de Pablo Picasso

 el de Diego Picasso

al de Diego Picasso,

el de José Picasso,

al de José Picasso

 el de Francisco de Paula Picasso,

al de Francisco de Paula Picasso

el de Juan Nepomuceno Picasso,

al de Juan Nepomuceno Picasso

el de María de los Remedios Picasso,

 al de María de los Remedios Picasso

el de Crispín Picasso,

 al de Crispín Picasso

el de Crispiniano de la Santísima Trinidad Picasso?



 ¿Cómo hubiera pintado Diego Picasso,

 cómo José Picasso

 cómo Francisco de Paula Picasso,

 cómo Juan Nepomuceno Picasso,

 cómo María de los Remedios Picasso

cómo Crispín Picasso,

 cómo Crispiniano de la Santísima Trinidad Picasso?

¿Cómo hubiera sido posible:

 PRIMERA EXPOSICIÓN EN BARCELONA DE DIEGO PICASSO

 HA LLEGADO A PARÍS JOSÉ PICASSO

 CUADROS Y DIBUJOS EN LA GALERÍA VOLLARD DE FRANCISCO DE PAULA PICASSO

ENCUENTRO DE MAX JACOB CON JUAN NEPOMUCENO PICASSO

 GUILLAUME APOLLINAIRE: “EL CUBISMO DE MARÍA DE LOS REMEDIOS PICASSO”

 DE GOYA A CRISPIN PICASSO

LOS GLORIOSOS 85 AÑOS DE CRISPINIANO DE LA SANTISIMA TRINIDAD PICASSO?



Pero no ha sido así

 y sólo en la partida de bautismo quedaron

 como siete posibles invisibles hermanos,

Diego,

José,

 Francisco de Paula,

Juan Nepomuceno,

 María de los Remedios,

Crispín

 y Crispiniano de la Santísima Trinidad Picasso.

Y salió sólo Pablo

 sin Diego,

sin José,

sin Francisco de Paula,

 sin Juan Nepomuceno,

sin María de los Remedios,

sin Crispín,

sin Crispiniano de la Santísima Trinidad Picasso.

Sólo PABLO PICASSO





Yo, cuando viví 24 años en Argentina, vivía mucho tiempo a orillas del gran río Paraná y allí, desde la barranca donde yo estaba, veía en un islote siempre a una persona que tenía un caballo y que cuando el río se salía de madre y había temporal agarraba su caballo y se perdía no sé dónde entre los montones de islas que allí había. Entonces, hablando con unos gauchos irlandeses de donde yo estaba, me dijeron:

“Mire Don –porque no me decían don Rafael–. Mire Don, creemos que es alguien de una guerra que hubo en España y se ha quedado por aquí, porque por aquí se ha quedado bastante gente sobre esa historia y ese debe ser uno que, no sabemos cómo, se salva siempre que el río se levanta”. Y yo hice esta Balada del andaluz perdido:



Perdido está el andaluz

del otro lado del río.

-Río, tú que lo conoces:

¿quién es y por qué se vino?

Vería los olivares

cerca tal vez de otro río.

-Río, tú que lo conoces:

¿qué hace siempre junto al río?

Vería el odio, la guerra,

cerca tal vez de otro río.

-Río, tú que lo conoces:

¿qué hace solo junto al río?

Veo su rancho de adobe

del otro lado del río.

No veo los olivares

del otro lado del río.

Sólo caballos, caballos,

caballos solos, perdidos.

¡Soledad de un andaluz

del otro lado del río!

¿Qué hará solo ese andaluz

del otro lado del río?





Ahora les voy a leer un poema contra mí mismo que se llama El tonto de Rafael. Yo, cuando era muy joven, pues no tenía dinero ninguno. Me esperaba a que fuera invierno para que las visitas que iban a mi casa, en sus gabanes que dejaban en los percheros, dejasen alguna perra gorda, una peseta, que yo iba coleccionando para tener. De todas maneras creo que tenía ciertas simpatías. Hice este poema contra mí que se llama Autorretrato burlesco.



Por las calles, ¿quién aquél?

¡El tonto de Rafael!

Tonto llovido del cielo,

del limbo, sin un ochavo.

Mal pollito colipavo,

sin plumas, digo, sin pelo.

¡Pío-pic!, pica, y al vuelo

todos le pican a él.

¿Quién aquél?

¡El tonto de Rafael!

Tan campante, sin carrera,

no imperial, sí tomatero,

grillo tomatero, pero

sin tomate en la grillera.

Canario de la fresquera,

no de alcoba o mirabel.

¿Quién aquél?

¡El tonto de Rafael!

Tontaina tonto del higo,

rodando por las esquinas

bolas, bolindres, pamplinas

y pimientos que no digo.

Mas nunca falta un amigo

que le mendigue un clavel.

¿Quién aquél?

¡El tonto de Rafael!

Patos con gafas, en fila,

lo raptarán tontamente

en la berlina inconsciente

de San Jinojito el lila.

¿Qué runrún, qué retahíla

sube el cretino eco fiel?

¡Oh, oh, pero si es aquél

el tonto de Rafael!





Les voy a leer este que se llama Rota Oriental Spain. Este fue el momento cuando Franco vendió –verdaderamente vendió- la Base Naval de Rota a los norteamericanos.



Rota, ¿Dónde están tus huertos:

tu melón, tu calabaza,

tu tomate, tu sandia?

Tú, el más dulce de los puertos

que la fina arena enlaza

al cuello de la bahía,

dime ¿dónde están tus huertos?

¡Ay poeta, bien lo ves!

Aunque no inglés de Inglaterra,

lo poco que en esta tierra

me dejaron ya habla inglés.

¿Cómo a ti, la gaditana

más airosa y más juncal,

te dicen: "Rota Oriental.

Spain" ... norteamericana?

¡Ay poeta, qué dolor!

Hasta mi nombre querido,

quien se aclama el Salvador

de España me lo ha vendido.

¿Qué van a hacer de tu mar?

¿Qué en tus campos van a hacerte?

Un camino militar.

un puerto para la muerte,

¡Ay Rota de pescadores,

Rota de blancos veleros!

Se abren ya tus miradores

a un cielo y mar extranjeros.

¿Pero tú duermes? Alerta

te miro por la bahía.

Sé tú la estrella despierta

que despierte a Andalucía.

Vayan tus barcos frutales

y tus hijos labradores

por todos los litorales

y las tierras interiores.

¡Españoles, despertad!

¡Es Rota, la marinera

quien levanta la primera

llama de la Libertad!



Ahora voy a leer algunos poemas escénicos y éste que se llama La imprevisión. Imagínense a dos grandes terratenientes muy ricos que están discutiendo en la calle de que el pueblo no sabe nada y que por lo tanto no hay que tener ningún miedo al pueblo.

                Imagínense a dos terratenientes que tienen miedo de que el pueblo aprenda algo y algún día se subleve y les quiten la riqueza.



-Lo que le digo: el pueblo

Aún no está preparado.

¡Esa gente, esa gente!

¡Ay, esa pobre gente!

Le falta educación.

Aún no está preparada.

Mire allá: un albañil.

Es lo que yo le digo:

Le falta educación.

Aún no está preparado.

Mire acá: un carpintero…

un obrero cualquiera…

Da igual… lo que le digo:

Le falta educación.

Aún no está preparado.

¡Son tantísimos, ay,

con la misma desgracia!

Podrían educarse.

Podrían prepararse.

¿pero cómo educarlos,

si no están preparados?

Les falta… ya lo sabe…

Lo que le digo… pero…

Mire , mire, allí vienen.

¿Adónde irán? Son muchos…

con la misma desgracia…

Se acercan… ¡pobres gentes!

Me conocen… me estiman…

Puedo hablarles… ¡Señores!

Se acercan más… ¡Amigos!

Más, más, más… ¡Camaradas!

¿Qué dice usted? ¿Yo miedo?

¿Miedo yo? ¿Por qué miedo?

Les falta educación…

¿Cómo? ¿Qué estoy temblando?



 ¡Atrás, atrás! ¿Socorro!

Aún no estoy preparado.

Yo tengo educación…

¡Ya estoy muerto! ¿Dios mío!

¿No estaba preparado!



Imagínense que ha ya sucedido una tremenda guerra atómica que ha acabado con todo, pero no se sabe porqué, en medio de un arenal y todo revuelto en medio de un hoyo, hay un general; un general que ha quedado allí, que se levanta, mira, y desea una nueva guerra nuclear.



-Aquí está el general.

¿Qué quiere el general?

- Una espada desea el general.

-Ya no existen espadas, general.

¿Qué quiere el general?

-Un caballo desea el general.

-Ya no existen caballos, general.

¿Qué quiere el general?

-Otra batalla quiere el general.

-Ya no existen batallas, general.

¿Qué quiere el general?

-Una amante desea el general.

-Ya no existen amantes, general.

¿Qué quiere el general?

-Un gran tonel de vino desea el general.

Ya no hay tonel ni vino, general.

¿Qué quiere el general?

-Un buen trozo de carne desea el general.

-Ya no existen ganados, general.

¿Qué quiere el general?

-Comer yerbas desea el general.

-Ya no existen los pastos, general.

¿Qué quiere el general?

-Beber agua desea el general.

-Ya no existe más agua general.

¿Qué quiere el general?

-Dormir en una cama desea el general.

-Ya no hay cama ni sueño, general.

¿Qué quiere el general?

-Perderse por la tierra desea el general.

-Ya no existe la tierra, general.

¿Qué quiere el general?

-Morirse como un perro desea el general.

-Ya no existen los perros, general.

¿Qué quiere el general?

¿Qué quiere el general?

Parece que está mudo el general.

Parece que no existe el general.

Parece que se ha muerto el general.

que ya, ni como un perro, se ha muerto el general,

que el mundo destruido, ya sin el general,

va a empezar nuevamente, sin ese general.





Imagínense ahora a un vendedor que está vendiendo su mercancía a grito pelado y hace el efecto que nadie le hace saso.



¡Empanadas de carne y de pescado!

¡Las hay también de dulce!

¡Compren, compren las ricas empanadas!

¿No hay quien compre las ricas empanadas

de carne y de pescado?

¡Las hay también de dulce!

¡Compren, compren las ricas empanadas!

¿Nadie quiere comprar las ricas empanadas

de carne y de pescado?

¡Las hay también de dulce!

¡Compre, compre, señora,

las ricas empanadas de pescado y de carne!

¡Las hay también de dulce!

¿No hay quien quiera comprar las ricas empanadas

de carne y de pescado?

¡Las hay también de dulce!

¡De pescado y de carne!

¡De carne y de pescado!

¡Las hay también de dulce!

¿Compren, compren las ricas empanadas!

¿Qué me preguntas, niño?

¿Qué de qué son las ricas empanadas?

¿Son de mierda, de mierda, son de mierda!

¡Las hay también de dulce!

¡Compren, compren las ricas empanadas!...





Y ahora, para terminar, este poema escénico que se llama El mendigo. Imagínense un día de mucha nieve. Cerca de la puerta de una iglesia está un pobre desvalido muerto de frío pidiendo una limosna.



¡Señoras y caballeros,

 den, por amor de Dios,

 una limosna a este viejo!



Por el amor de Dios, una limosna.

 Por el amor de Dios, una limosna.

Por el amor de Dios, una limosna.

 ¿Me dan una limosna, por el amor de Dios?

 ¿Me dan una limosna, por el amor de Dios?

¿Me dan una limosna, por el amor de Dios?

Para este pobre viejo, por el amor de Dios, una limosna.

Para este pobre viejo,

por el amor de Dios, una limosna.

 Para este pobre viejo,

 por el amor de Dios, una limosna.

 ¿No hay quien dé una limosna,

 por el amor de Dios, para este pobre viejo?

 ¿No hay quien dé una limosna,

por el amor de Dios, para este pobre viejo?

 ¿No hay quien dé una limosna,

 por el amor de Dios, para este pobre viejo?

¿No hay quien dé una limosna,

 por el amor de Dios, para este pobre viejo?

 Para este pobre viejo, que se muere de frío,

 ¿no hay una limosnita?

Para este pobre viejo, que se muere de frío,

 ¿no hay una limosnita?

Por el amor de Dios, una limosna.

Por el amor de Dios, una limosna.

Por el amor de Dios…

 Por el amor de… ¡Leche!

 ¡Cuántos hijos de puta hay en el mundo!









Las imágenes que acompañan este III Pregón-Recital de la Vendimia son una fotografía de Rafael Alberti en Mollina, el cartel de ese año, el dibujo del pregonero en el libro de firmas del Ayuntamiento, la plaquette de bienvenida y la portada de la primera edición del Pregón-Recital.
















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