CONSTRUCCIÓN DE LA NAVE DE LA EPÍSTOLA. 1914




Estado actual de la cabecera de la nave de la Epístola de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Oliva de Mollina. El retablo primitivo sería, suponemos, el de Santa Teresa.




Ya el trece de mayo de 1861 el ayuntamiento pleno de Mollina ve la necesidad de construir una nueva nave en la iglesia parroquial, puesto que la ermita de Santa Bárbara en el Barrio Alto se había destruido.  No debe extrañarnos esta permeabilidad entre Iglesia y Municipio ya que en ese tiempo el Estado destinaba más dinero público para el sostenimiento de la Iglesia que para la enseñanza primaria, por poner un ejemplo. Por el acta de seis de marzo de 1881 sabemos que el ayuntamiento pagaba al organista de la parroquia.

Con motivo de la epidemia de cólera de 1885 el ayuntamiento tomó el día dos de agosto una serie de medidas de orden sanitario como fue la de poner dos guardas a la entrada del pueblo para exigir cédula de salud –muchos antequeranos venían aquí huyendo de la aglomeración en la ciudad-, vigilancia de patios y estercoleros, prohibición de lavar en la fuente pública, sacar a los cerdos del casco urbano, alquilar una casa por si hubiera enfermos contagiosos…  Además de estas medidas el ayuntamiento decide hacer una suscripción pública. Si llega a haber cólera, será para atacar esa enfermedad. Si no, se destinaría para la construcción de la tercera nave de la iglesia. 

No sabemos cuánto fue lo recaudado. Sí sabemos que en 1887 –acta del ocho de febrero- en Mollina había 223 pobres de solemnidad.  El pueblo tuvo dinero para pagar quinientas pesetas que era el coste del traslado de una solería de mármol de Coín que había regalado a la iglesia don Francisco Jiménez Bocanegra, de Sevilla, material que debía traerse desde la estación de Cártama.

Por Real Orden de primero de mayo de 1896 se ordenó un reconocimiento de la iglesia parroquial que determinó se encontraba en ruina gran parte de la cubierta, el arco del presbiterio y los muros colindantes. Como la iglesia era pequeña, se había construido hacía pocos años, con limosnas, un colgadizo y muro lateral y acopiado la losa de piedra arenisca para el solado de la capilla. Las obras fueron proyectadas por Rivera Valentín y consistieron en la reparación de las partes ruinosas, sustituir por pilares de ladrillo el muro lateral y solado del templo. Se recogió en una placa aún existente que dice: Esta Iglesia se edificó el año de 1687 y se reedificó a expensas del que fue su párroco hoy Obispo de la Diócesis el Exmo. e Ilmo. Sr. D. Juan Muñoz Herrera. Año de 1897. Suponemos que ese a expensas se refiere a con dinero del obispado, no del personal del obispo.

Tenemos que llegar a 1914 para ver construida por fin la tercera nave de la iglesia. La de la Epístola. La que hoy ocupa la capilla de la Inmaculada, la de la Virgen de los Dolores, el Cristo de la Buena Muerte –rebautizado como de la Vid- y otra Inmaculada.

Todos los indicios apuntan a que la nave central lindaba con una calle ancha que el ayuntamiento cedería en parte para la construcción de esta nave. El dinero lo puso doña Ascensión Granados Blázquez que se hizo construir su sepultura en la capilla de la cabecera de la nave.

El domingo veinticuatro de mayo de 1914 El Heraldo de Antequera daba la siguiente noticia en su primera página:

NUESTRO PRELADO

El viernes, y acompañado del canónigo Sr. Lumpié, del Sr. Vicario, algún otro sacerdote, algunos parientes, y de los señores Alcalde de esta ciudad y D. Manuel Cernuda, estuvo en Mollina el ilustre Obispo de la diócesis, al objeto de ver las importantes obras realizadas en aquella iglesia parroquial, a costa de la virtuosa dama D.ª Ascensión Blazquez (sic). El pueblo en masa esperaba al que fué su cura párroco, queridísimo de todo el vecindario. Resultó emocionante el recibimiento. El prelado tardó en conseguir llegar a la Iglesia, mucho tiempo, pues la muchedumbre se esforzaba por aclamar al insigne antequerano, y besarle el anillo. Al cabo de muchos esfuerzos, dado el estado delicadiside (sic) salud y edad avanzada del prelado, y apoyado siempre en el brazo de nuestro Alcalde, pudo llegarse a la iglesia y recorrerla; todos los visitantes quedaron complacidísimos de la importancia y belleza de las obras verificadas.

Después visitó el Sr. Obispo la casa que habitara en el pueblo durante su estancia como párroco, ocupada hoy por la familia de nuestra estimada amiga Sra. Llamas, y allí fué expléndidamente (sic) obsequiado el prelado y acompañantes. El Sr. Obispo ante multitud de personas, de las más distinguidas del pueblo, expresó en elocuentísimas frases su agradecimiento y cariño a Mollina, dedicando algunas al Sr. León Motta, a quien tanto se le quiere allí; la concurrencia aclamó entusiasmada al Sr. Obispo, y el Alcalde de Antequera tuvo que contestar a su insigne amigo, en forma adecuada a la afectuosísima alusión que se le hacía. Al despedirse del pueblo de Mollina, se repitieron las efusivas manifestaciones de respeto y cariño.

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Ayer tarde regresó a Málaga el eximio antequerano Sr. Muñoz Herrera. Acudieron a despedirle en la estación, todo el elemento oficial, y numerosas personalidades. Hasta Bobadilla le acompañaron el Sr. Vicario y varios sacerdotes, y el Alcalde, primer teniente Sr. Casco y secretario Sr. Gálvez.

El Sr. Obispo va satisfechísimo de su estancia en su país natal. Deseamos verle pronto por aquí.



Las imágenes corresponden al estado actual del retablo de la Inmaculada –suponemos que ocupa el de Santa Teresa- y página de El Heraldo de Antequera.


Página de El Heraldo de Antequera, veinticuatro de mayo de 1914.


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