PRIMERA FERIA DE LA REPÚBLICA. 1931



La primera imagen corresponde a la de la Virgen de la Oliva y la segunda a Pablo Iglesias (1850-1925). Ambas, suponemos, muy parecidas a las desenrolladas en 1930 y en 1931.







El movimiento pendular en algunos aspectos de nuestro pasado en común, ese ahora mandamos, ahora decidimos, que tanto daño ha hecho a nuestro pueblo, ese pues si ellos hicieron esto, ahora nos toca a nosotros puede verse muy gráficamente en la crónica de la primera feria en la Segunda República Española. 
El derroche de energías que en vez de construir se dedicaba a destruir sin un mínimo de criterio, ese tira y afloja de esas dos mitades con una brecha profunda entre ellas lo tenemos retratado claramente en el semanario La Razón del día 30 de agosto de 1931, año II, núm. 32. 
En su página 2, apartado De los pueblos decía en una primera parte refiriéndose a la depuración de cargos en el ayuntamiento:



Mollina

 Este gallo que no canta, ¿si tendrá mala la garganta?

¿Qué pasa en Mollina? Desde antes de la gloriosa proclamación de la República, nos decían los dignos señores que hoy están en el Poder: ¡Si estalla la República, ya verán esos monárquicos que nos pegan en cara el Ordeno y Mando como en los tiempos de Maura y La Cierva! Y el pueblo que oía esas frases, debido al entusiasmo con que las escuchaba, sentía al par que más predilección por el nuevo Régimen, mayor repugnancia hacia la infame Monarquía. Y ¡oh gloria! El 14 de abril se vieron ya realizados los deseos de este hermoso pueblo, lo mismo que en todo el territorio español.

 Hubo vivas a la República, al Socialismo, a la Libertad y mueras a la Monarquía y a todo lo que quedaba del Régimen caído. Pero ¡oh, decepción!, decepción que todavía en este pueblo reina. ¡Si aquí, debido a la flaqueza de la autoridad, que es nuestra o de nuestro lado, lo mismo que la mayor parte de los concejales, soportamos todavía a varios súbditos de Alfonso XIII! Porque en realidad, aquí a los únicos seres que se les díó el puntapié, además de los concejales, fué a dos mozos del Ayuntamiento, a un sereno y a un municipal, y con eso se cubrió el expediente, como vulgarmente se dice.

 Pero, a los que tienen que regir el pueblo con la pluma sentados en los escaños de la Casa Consistorial ¿por qué no se les dá (sic) el puntapié, firmándoles el pasaporte para que se marchen? Nos dicen que tienen que presentar las cuentas y llevamos cuatro meses de cuentas.

¿Dónde está el obstáculo para no barrer, como se decía que había llegado la hora de barrer? ¿Dónde está la escoba? Pues hay que herrar, o quitar el banco.—UN SOCIALISTA.



Esa ansia revanchista no se queda ahí. El relato que a continuación se hace de la feria de Mollina de 1931 confirma la fisura entre las dos Mollinas teniendo el clericalismo como excusa para ahondar en esa brecha. Decía así:



Las fiestas de feria.

Con más entusiasmo que nunca se ha celebrado la feria en este pueblo, para que vean los caciques imbéciles que nosotros no necesitamos civiles para nada y es todo respetado y ordenado por los desgraciados, que nos quieren matar de hambre con no querer darnos trabajo, cosa que no está dentro de la justicia, que eso es un crimen que así lo piensen. Pero se han equivocado: no lograrán su deseo y sí crearán un odio personal que el día de mañana se ha de ver su obra porque las han de pagar como se merecen.

Antes de llegar estos días no les parecía que iban a ver lo que se han encontrado y nos echaban bravuconadas de que no se había de celebrar nada porque ellos lo impedirían; pero nosotros los socialistas no nos asustamos, siempre dispuestos a defendernos y a tener más orden que ellos sin tener que intervenir la fuerza pública, y eso lo han visto en la función de las cintas más ordenadas que nunca, y ellos los desordenados escondidos porque les venía muy grande no intervenir en nada y toda la función dirigida por socialistas, que son la honra de la nación, como se les hace ver en todas las ocasiones que se presentan, como ya han visto la música de Huétor que es la que nos ha asistido a la función, lo animados que estaban entre sus compañeros de infortunio y no coartados como el año pasado, que tenían que estar subyugados a ellos, a los esbirros de la nación, que son los caciques que este año se les ha salido el aire y parece que hay otro ambiente distinto del de siempre. Y al pirotécnico le voy a decir que les ha caído muy mal que acostumbrados a lo de años anteriores, aguardaban ellos en la función que hubiera salido la estampa de la Virgen en la rueda de cohetes; pero en vez de suceder así, cuando estaban entusiasmados mirando con mucha fe, se les presentó una virgen con bigotes—nuestro abuelo Pablo Iglesias.

 El pueblo se puso muy emocionado; la música tocó el himno; y ellos, si hubieran podido se meten bajo las mesas del casino para que no viéramos que miraban aquella estampa, que para ellos es una injusticia que ocupe el redentor del Socialismo el sitio de una Virgen que nadie ha conocido, cuando a nuestro abuelo todos los-hemos tratado y conocida su obra, que es verdadera: si ellos piensan de otra forma, se equivocan.

Y me despido, dando un ¡Viva el Socialismo! ¡Viva la Libertad! ¡Viva la obra de Pablo Iglesias!—FRANCISCO GONZÁLEZ.

Este Francisco González muy posiblemente sea Francisco González Vegas, miembro de la primera junta directiva de la Sociedad Obrera El Progreso, constituida en mayo de 1930.

Esta costumbre de desenrollar un retrato de la patrona en la función de fuegos artificiales –costumbre tanto de aquí como de muchos otros sitios- muy posiblemente se repitiera a principios de los años setenta del siglo XX cuando se desenrolló un retrato de la actual imagen de la Virgen de la Oliva realizado por el pintor Antonio Segovia. 

El ambiente para la feria había sido caldeado un día después de la festividad de la patrona. Justo el 16 de agosto aparecía en Antequera el número 30 de La Razón. En él aparecía este texto no llamando precisamente a la fiesta: 



Mollina


La gran farsa

. Cuando estas líneas aparezcan en nuestro querido semanario LA RAZÓN, en el pueblo de Mollina se estará celebrando la fiesta tradicional: el día de la Virgen de la Oliva.

Todo será entusiasmo, alegría, expansión. Las mejores galas que cuidadosamente permanecen conservadas en el fondo del armario se exhibirán en este día donde todo nos convida a divertirnos, a cantar a la vida, a vivir un día lleno de emoción, de paz y de franca camaradería.

La gente moza aguarda con impaciencia este día fausto; la satisfacción se refleja en todos los semblantes; todos ríen, todos cantan; se sienten felices... Pero ¡ah, la hipócrita felicidad! ¿Por qué se oculta con una farsa ridícula, con una farsa hipócrita, pretendiendo cubrir con un manto vistoso y brillante, el dolor que hay a nuestro lado, y aún dentro de nosotros mismos?

 Es inminente este contraste:

Comparemos la calle,—escenario donde se representa esta mentira—la plaza, donde todo es fingimiento absurdo, que deslumbra por el atavío, por las sedas, por los vistosos mantones de Manila, por las joyas, por los zapatos finos, por los trajes de lana... Comparemos este cuadro de alegría, de vida, con el dolor inmenso que hay en los hogares de los mismos que se agitan, confundidos entre la gran masa que llena la calle. Recordemos que en las míseras viviendas, en las bohardillas, en el tugurio negro, maloliente, falto de luz y de vida, está el dolor y la desesperación, con sus fauces abiertas, enseñoreándose por doquier.

Recordemos las escenas que en esos sitios se desarrollan y quizá sintamos un poco de remordimiento, de sonrojo, que nos hará ver aunque de manera muy distinta, la gran mentira, la gran farsa que se representa en la calle. Niños famélicos que piden pan y que a sus descoloridos labios se llevan las manos y se retuercen entre lastimeros ayes y dolorosos gemidos; madres que lloran sobre el niño que tienen en su regazo lágrimas de fuego que abrasan sus ojos mezclándose con los besos que le prodiga, para así mitigar el dolor del pequeñuelo que pide pan.

 Entretanto, y mientras el dolor y la miseria hacen presa en los parias del régimen capitalista en toda su asombrosa realidad, la calle en todo su esplendor, reirá, mezclándose el ruido bullicioso y alegre, presagio de una felicidad que podía existir, con los ayes y exclamaciones de dolor que salen de los negros tabucos donde habita el proletariado, el esclavo perpétuo del señor, del amo, del tirano, del déspota, que habiéndose aprovechado del sueño en que ha estado sumido durante siglos, lo ha explotado y ha acaparado en informe montón toda la riqueza producto de su sudor, de su trabajo, de su laboriosidad Sin embargo, punto final ha de tener todo cuanto censuramos. Un tenue rayo de luz ha iluminado el cerebro obscuro del obrero, y le ha hecho ver esta terrible farsa, en toda su asombrosa realidad.

ANDRÉS GONZÁLEZ, Presidente de la Juventud Socialista.



Decía la santa de Ávila irónicamente: No son buenos los extremos, aunque sea en virtud. De lo ocurrido en 1931 a la actualidad hay tal pendulazo que a la santa le daría algo de repelús.










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