LA IGLESIA PARROQUIAL DE NUESTRA SEÑORA DE LA OLIVA DE MOLLINA EN LOS INVENTARIOS ARTÍSTICOS.
La primera vez que aparece la Iglesia Parroquial de Nuestra
Señora de la Oliva de Mollina en un inventario artístico -que sepamos- es en el libro de Juan
Temboury Álvarez La Orfebrería Religiosa
en Málaga, Ensayo de Catalogación, editado por la Delegación de Cultura del
Exmo. Ayuntamiento de Málaga en 1948 en su colección Libros Malagueños, volumen
IV, e impreso en la Imprenta Zambrana.
En la página 282 nos habla de la custodia de Mollina y la da
como desaparecida en la revolución de
1936. También nos dice que de ella hay fotografías en el Archivo
Fotográfico del Instituto Diego Velázquez, de Madrid, dependiente en un primer
momento de la Junta de Ampliación de Estudios y luego, ya en el
franquismo, del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.
Hay indicios suficientes para dudar de la verosimilitud de
esta afirmación de Temboury.
Existe una tradición oral en Mollina según la cual el
alcalde republicano José Rojas Palomino, Pepe Tirones, antes de partir de viaje
hacia Málaga avisó al cura de que iban a venir grupos anarquistas de esa ciudad
y que era imposible salvaguardar la iglesia. La memoria colectiva añadía eso
de: Quite el reservado, para referirse
al Santísimo. Algo de verdad hay en esa
tradición ya que, por poner un ejemplo, el cáliz que le regalaron a Francisco
de Rojas García en América a principios del siglo XX se conserva en la
parroquia. Otro ejemplo lo tenemos en la media luna de Félix de Gálvez, platero
antequerano del siglo XVIII que siendo dada por desaparecida en esos lamentables
sucesos apareció intacta el 8 de mayo de 1982, víspera de la primera romería,
junto con otra con más plata, pero menos labrado: totalmente lisa con el
anagrama de María en el centro. Luego la desaparición de la orfebrería
parroquial en el 36 es algo dudoso en sentido estricto. Otra cosa es la
desaparición de mobiliario, retablística, mesas de altar, o imágenes
devocionales menores. De su desaparición no hay duda. Excepto de una mesa de
altar –mariana- que hoy ocupa su lugar en la actual capilla de San Francisco y
que, según la tradición, sirvió unos días como mostrador cuando la iglesia fue
convertida en depósito de víveres.
La aparición en el diario madrileño católico El Siglo Futuro el 27 de setiembre de
1887 de la noticia del robo de objetos de orfebrería en la iglesia habría que
contrastarla con lo que consta en el Archivo Diocesano de Málaga donde en su
sección II, Málaga, subsección Antequera, Legajo 103.6 hay un inventario de la
plata de la iglesia de Mollina y Fuente Piedra de 1806-1836.
También de Juan Temboury Álvarez se conserva una nota
manuscrita en la Biblioteca Provincial Cánovas del Castillo sobre el platero
Pedro de Rojas diciendo que en 1677 hizo varias obras para Mollina. La nota,
tomada de las notas del Padre Llordén sobre el Archivo Catedral de Málaga no
especifica qué obras eran.
La revista Jábega, editada por la Diputación Provincial de
Málaga, en su número 7, correspondiente al segundo semestre de 1974 traía un
estudio precisamente del padre Andrés Llordén en sus páginas 80 a 86 sobre Noticias históricas de los maestros plateros
antequeranos. Siglos XVI y XVII.
Pues bien, en su página 86 afirma que en 1677 se le abonaron 4.522
maravedíes a Pedro de Rojas por la
hechura de una patena nueva y dorar un relicario pequeño por dentro y por
fuera, para la iglesia de Mollina.
La media luna aparecida en 1982 y que lució la Virgen de la
Oliva en las primeras romerías y ahora en su paso procesional del quince de
agosto tiene el cuño de Félix de Gálvez, activo a finales del siglo XVIII y
principios del XIX en Antequera y autor del paso templete de la Virgen del
Rosario, media luna de la Virgen de la Espera o de la Esperanza de la iglesia
de San Sebastián y el portaviático de esa misma iglesia exhibido en el Museo de
la Ciudad de Antequera. Consultado el experto platero antequerano actual José
Cantos sobre la autoría de esa media luna la adjudica a ese mismo platero del
siglo XVIII.
Pasemos ahora a publicaciones más recientes. En 1985 el
Ministerio de Cultura edita el Inventario
Artístico de Málaga y su Provincia. El tomo II correspondía a los partidos
judiciales de Antequera, Marbella y
Ronda. El responsable de la edición en Madrid era el Ministerio de Cultura.
Dirección General de Bellas Artes. Centro Nacional de Información Artística,
Arqueológica y Etnológica. La dirección del Equipo redactor correspondió a la
doctora Rosario Camacho Martínez que ya nos había dado cuenta de noticias sobre
Mollina en Málaga barroca, publicado
por la Universidad de Málaga en 1981. El equipo redactor estaba formado por
personal bastante bien preparado: María Dolores Aguilar García, Agustín Clavijo
García, Isidoro Coloma Martín, Aurora Miró Domínguez, José Miguel Morales
Folguera, Rafael Puertas Tricas, Jesús Romero Benítez, José Luis Romero Torres,
Fernando Rueda García, Rafael Sánchez-Lafuente Gemar y Teresa Sauret Guerrero.
Mollina aparece en las páginas 195 a 198. Pocos son los
elementos que destaca al hablar de la iglesia: cuando afirma que la imagen de
la Virgen de la Oliva es una reproducción de 1937 de la donada por el obispo
Fray Alonso de Santo Tomás no afina mucho. No hay más que ver las fotos de la
imagen primitiva con el niño sin vestir para desmentirlo. Destaca la media luna
de plata –otra más- de esa imagen con
decoración de ces y ramos de olivo y las marcas: A/RUIZ, 99/MARTINEZ y león de
la ciudad de Córdoba de finales S. XVIII.
En la nave de la Epístola destaca la imagen de la Inmaculada, copia de Cano, de mediados del siglo XX,
puerta de sagrario de plata blanca repujada, de comienzos del siglo XIX
–otra pieza más de orfebrería que no ardió-; Dolorosa de vestir de taller granadino y mediados de este siglo.
–XX-
De los paramentos altos de la nave central destaca el
Apostolado en lienzo de finales del siglo XVII proveniente de la capilla de la
Vía Sacra de la Iglesia de los Remedios de Antequera. De esta capilla salieron
cuadros y esculturas para las iglesias de la comarca que habían sufrido
destrozos en 1936.
De la capilla
bautismal dice que hay una buena pila de
taza gallonada de caliza roja del Torcal del siglo XVIII.
En noviembre de 2006 la Fundación José Manuel Lara edita en
Sevilla la Guía Artística de Málaga y su
provincia. La dirección de la misma es también de la doctora Rosario
Camacho Martínez, con la colaboración, en la comarca de Antequera, de Francisco
J. García Gómez, Francisco José Rodríguez Marín y Belén Ruiz Garrido. En el
tomo II y en sus páginas 147 y 148 aparece Mollina.
Hace notar la media luna cordobesa de finales del XVIII, la
imagen de la Inmaculada y la Dolorosa granadina de vestir. Coincide con el
inventario del Ministerio de Cultura en destacar el Apostolado en lienzo y la
pila bautismal del XVIII.
Añade dos piezas más de las que el Inventario no habla: Un
crucificado que corona el retablo principal que, dice, podría ser sevillano del
siglo XVII y un San Francisco de buena talla en una de las capillas de los pies
de la nave del Evangelio.
Pasemos a analizar estas dos obras. El crucificado al que se
refiere es el Cristo de las Ánimas. Una de las imágenes salvadas de la quema de
aquel julio de 1936, cuando se argumentó que aquel Cristo al que iban a quemar, predicaba las mismas ideas por las que luchaban los pobres de la tierra. Miguel
Ramos en su magnífico libro Días de plomo
editado en 2011 narra este suceso. Una vez Mollina en el bando franquista se
realiza un retablo casi idéntico al de la parroquia de San Bartolomé de Paterna
del Campo sobre todo en su segundo cuerpo y en el ático. En el ático del de
Mollina se coloca la imagen del Cristo de las Ánimas, de tamaño menor que el
natural. Su bajada a un nivel más accesible podría proporcionarnos la
oportunidad de contemplarlo con más comodidad. El vacío dejado podría ocuparlo
una cruz arbórea.
La otra imagen que destaca la Guía es el San Francisco. Antes de hablar de esta escultura debemos
hablar de Manuel Roldán de la Plata. Según Miguel Moreno Romera y Miguel Ángel
Moreno Rodrigo en la Historia del Arte en
Andalucía *, Medio siglo de vanguardias. III La plástica de nuestro tiempo.
Imaginería. Obra dirigida por el Dr. Enrique Pareja López y editado por
Editorial Gever, S.A., Sevilla, 1994, allí, en sus páginas 343 y 344,se nos
dice: Tal vez uno de los últimos grandes
maestros de la escultura barroca granadina sea Manuel Roldán de la Plata
(1874-1954). Nació en los Ogíjares, Granada, y se formó con los maestros
Francisco Morales y María en la Escuela de Artes y Oficios y ha ejercido, a su
vez, el magisterio con destacados discípulos como José Gálvez y Benito Barbero.
Si queremos saber algo más de su vida podemos visitar http://www.losmoraos.es/images%2075%20Aniv%20Nazareno/MANUEL%20ROLDAN%20DE%20LA%20PLATA%20Copia%20para%20la%20Web.pdf
Uno de los últimos neobarrocos granadinos que tuvo junto con
Domingo Sánchez Mesa y José Navas Parejo, entre otros, infinidad de encargos
una vez tomada Granada por las tropas rebeldes debido a la necesidad de reponer
las imágenes destruidas o desaparecidas en los sucesos revolucionarios. Esto, unido a las prisas hizo que algunas de
las obras de estos escultores –y no solo en Granada, sino en muchos otros
sitios- adolecieran de una falta de calidad y aparentar ser obras de serie. De
ahí que ni el Inventario Artístico del Ministerio de Cultura, ni la Guía de la
Fundación José Manuel Lara se hubieran fijado en el Sagrado Corazón ni en el
San José del retablo principal. La Inmaculada sí que llamó la atención por ser
copia a tamaño natural de la otra de tamaño académico de la sacristía de la
Catedral de Granada. La de la Virgen de la Oliva por haber sido informados de
ser una copia de la imagen original, algo no totalmente cierto.
Sin embargo la imagen de San Francisco sí que merece una
atención especial. Y para ello nos vamos a Gaucín, en la serranía de Ronda. En
esta población había antes de la Guerra Civil una imagen del Niño Dios que
según la tradición había sido regalada por San Juan de Dios y otra de este
mismo santo. Destruidas estas imágenes, los hermanos de San Juan de Dios de Granada
regalan a Gaucín una imagen del Niño Dios de autor desconocido y con cierto
parecido con el primitivo, aunque con rasgos más refinados. También le regalan
una imagen de San Juan de Dios para sustituir a la desaparecida.
Pues bien, por azares del ciberespacio topamos con esa
imagen del santo hospitalario que sorpresivamente resulta tan semejante al San Francisco de Mollina. Tras varias
averiguaciones comprobamos que el doctor en Historia del Arte Sergio Ramírez
González había estudiado la imagen gaucinata. Informado el profesor de la
existencia de la talla de Mollina convinimos en que había similitudes entre ambas
imágenes y nos envía su estudio: RAMÍREZ GONZÁLEZ, Sergio. “La aparición del
Niño Jesús a San Juan de Dios, fundamento iconográfico de la Orden
Hospitalaria. Aproximación al patrimonio artístico y avatares históricos de la
ermita del Santo Niño de Gaucín”, en Boletín
de Arte nº 23, Universidad de Málaga, 2002, págs. 229-251.
Lo que nos
dice el doctor Ramírez González hablando de esta imagen podemos aplicarlo en
muchos aspectos al San Francisco mollinato:
“Esta talla
en madera de naranjo policromada fue donada al pueblo, en 1939, por los
Hermanos de San Juan de Dios de Granada. La escultura del Santo portugués debía
pertenecer antes de la Guerra Civil española, y durante varios siglos, a la
Orden Hospitalaria. En el transcurso de los enfrentamientos la pieza sufrió
varios desperfectos importantes, por lo que decidieron restaurarla y
recomponerla, además, de cederla a Gaucín, población con la que mantenían, en
esos momentos, una estrecha relación. Por esta cuestión, se ponen en contacto
en 1938 con el artista granadino Manuel Roldán de la Plata, quien se encarga de
devolverle su original esplendor. El testimonio de este hecho se dejó patente
en un pequeño pergamino introducido en el interior de la escultura y que dice
lo siguiente:
Esta imagen se reconstruyó en el año de 1938 en la triste tragedia del
enfrentamiento.
Costeada por los hermanos hospitalarios de San Juan de
Dios.
Esculpida
por Manuel Roldán de la Plata.
Una vez en
la población malagueña la talla no ha sufrido altercados mayores, por lo que
sigue reflejando, en toda su plenitud, una clara patente de estirpe barroca.
Viste el hábito negro de la corporación con capuchón,
escapulario, cinturón de cuello y mangas anchas, todo ello configurado por
finos y uniformes pliegues que insinúan el volumen corporal. En actitud
itinerante, avanza el pie izquierdo sobre el derecho, orientando, este último,
de manera oblicua. Iconográficamente la figura de San Juan de Dios solía representarse,
en la Edad Moderna, portando un niño tullido en brazos, azotado en el Hospital
Real, curando enfermos, enarbolando la granada abierta coronada con la cruz,
orando ante un crucifijo en su lecho de muerte, siendo transportado al cielo
por ángeles o, especialmente, en el momento de su conversión. En esta ocasión
concreta se muestra en actitud penitente acorde a su imagen oficial de
fundador, con corona de espinas y asiendo fuertemente un crucifijo. Sin duda
alguna, la cabeza de la imagen, de leve inclinación, constituye lo más logrado
del conjunto. El personaje, representado como un hombre de mediana edad, exhibe
un rostro que, a pesar de ser bastante alargado, mantiene continuos perfiles y
volúmenes redondeados en pómulos, ojos, nariz y mentón. Estas facciones se
complementan con planos sinuosos en la boca, cejas y pabellones auditivos.
Refleja, por otra parte, en su rostro, una concentración interiorizada de dolor
y tristeza, canalizada a través de la mirada baja y absorta, la boca
entreabierta y las cejas arqueadas. La policromía está exenta de marcadas
estridencias, basándose en unas carnaciones de oscura gradación. Las
tonalidades grisáceas del mentón dan la sensación de una barba ciertamente
crecida, deteniéndose el artista en los acentos realistas que le vienen
brindados por el uso efectista de la policromía.
La armonía cromática se ve alterada con las gotas de sangre
jalonadas en su amplia frente y los matices rojizos, más delicados, aplicados a
la entonación de los labios. El cabello, más que tallado en sí, se deja
entrever con cortos y leves mechones de poca profundidad que se adaptan
perfectamente a la superficie craneal y dejan entrever una incipiente calvicie,
por lo que es evidente que, de nuevo, la policromía juega en este sentido un
papel fundamental. La disposición de los brazos se mantiene totalmente
contrapuesta. De este modo, mientras lleva y extiende la mano derecha con
profundo sentimiento hacia el pecho, la izquierda sostiene con fuerza una tosca
cruz arbórea, que se presenta como objeto de sus meditaciones, signo de su fe y
vida ascética, y símbolo redentor del Mundo. De igual forma este crucifijo
rememora el instante, previo a su muerte, en la que San Juan de Dios abrazado
al Crucificado le exclama: Jesús en tu
mano me encomiendo. El modelado de estas extremidades, de marcado
pronunciamiento óseo, es más tosco y desproporcionado que el de la cabeza, por
lo que debemos suponer que en ellas haya una mayor intervención de Manuel
Roldán de la Plata. Los complementos de la efigie se encuentran integrados por
un nimbo o galleta de plata sobredorada, compuesta a partir de una venera
central, y por una sencilla corona de espinas del mismo material. Tales
características vinculan esta interesante escultura a la estética granadina de
finales del siglo XVII, recordando, entre otros, los modelos impuestos por
Alonso Cano y Pedro de Mena y Medrano.”
Cabe suponer que Manuel Roldán de la Plata al verse
comisionado por Mollina para tallar su San Francisco tuviera en su taller al
San Juan de Dios granadino para su restauración. Cambio de color de hábito, un
poco de pelo y barba y ya tenemos el San Francisco mollinato.
Aunque no es en sentido estricto un inventario ni una guía
artística debemos mencionar la publicación Semana
Santa en la provincia de Málaga, dirigida y coordinada por Eduardo Nieto
Cruz, siendo su editor Miguel Pedregal Bueno. Plagado con multitud de anuncios
publicitarios que desmerecen el libro, fue editado por el Servicio de
Publicaciones del Obispado de Málaga, con la colaboración de la Universidad de
Málaga en 1994. El responsable de las páginas en que aparece Mollina –las 266 y
267- fue Francisco Luis Jiménez Valverde. Aunque con alguna que otra errata y
errores de apreciación –muy seguramente imbuidos por el informante mollinato-
contiene elementos que conviene destacar.
Aunque no lo nombra por esta advocación, cuando se refiere
al Cristo de las Ánimas, se extraña de encontrar en él verdaderos alardes
artísticos en cabeza, musculatura y paño de pureza cuando por su ubicación
debería tener rasgos abocetados. De esto inferimos que no fue informado de la
procedencia de esa imagen. Sí afirma que puede ser una escultura sevillana del
siglo XVII.
Sobre la Virgen de los Dolores dice que es dolorosa de
antigua hechura, muy repintada, perdiendo así muchos de los valores de su forma
originaria. Afirma que las manos no parecen corresponder a la dolorosa,
sospechando que las originales estuvieran unidas y no separadas como en la
actualidad.
Con respecto a la imagen de la Virgen de la Oliva, de mucha
más devoción que el resto de imágenes del templo, da la autoría de Manuel Roldán
de la Plata que la entregó en el verano de 1937. Habla de la anterior,
desaparecida en un incendio en el 36, dice, y que fue donada por Fray Alonso de
Santo Tomás. Esta afirmación entra en discordancia cuando afirma que las
coronas actuales de Virgen y Niño son dieciochescas y pertenecieron a la
anterior imagen.
La descripción que hace de la imagen es la siguiente:
La imagen de la Virgen
de la Oliva, como se hace constar en un documento de la historia de ésta,
fechado en septiembre de 1991 –inédito para quien esto escribe-, es talla completa y mide un metro y
cuatro centímetros. Los paños y el mantolín que la cubren, ambos tallados,
están realizados con la técnica del estofado. La Virgen se encuentra sobre una
nube de ángeles de diversas posturas, mirando uno de ellos hacia la cara de la
Virgen.
Destaca la corona de salida adquirida en Córdoba en 1961.
Esta corona, decimos, inapropiada para una imagen de este tamaño, tiene una
gran similitud en su resplandor y ángeles sujetando la Cruz de Jerusalén con
una corona algo posterior: la de la Virgen de los Dolores de la sevillana
hermandad de Santa Cruz. Y aunque no
esté ahora en el interior de la iglesia –sí en 1994- habla del paso procesional
comprado en Sevilla en los talleres de San Juan de Dios -como pasocristo- al que
se le adaptaron varales en los respiraderos.
Aunque en los inventarios artísticos o en las guías no
aparezca la imagen actual de la Virgen de la Oliva por no considerarla obra
mayor, sí que debe hacerse mención a ella aunque solo sea por la carga
devocional que supone.
Realizada por Manuel Roldán de la Plata sigue las normas de la
escultura barroca granadina. Su silueta fusiforme recuerda al logro conseguido
por Alonso Cano (1601-1667) cuando le dio esa forma a su Virgen de la Oliva de
Lebrija perfeccionando así las siluetas de su maestro Martínez Montañés. Al
igual que su homónima lebrijeña la de Mollina insinúa la pierna derecha bajo
los pliegues de la túnica. En actitud erguida, majestuosa, sostiene al Niño en
su brazo izquierdo mientras que la mano derecha se reserva para el sostén del
cetro y ramo de olivo.
Los paños de túnica y mantolín están policromados con la
técnica del estofado. Esto es, la talla se prepara con una capa de yeso para
dar el pan de oro y sobre ese pan de oro se dibuja la policromía. La túnica
roja y el mantolín azul es muy característico de la iconografía mariana barroca
andaluza. Salvando las distancias, la policromía de los de la Virgen de la
Oliva de Mollina recuerda, sobre todo en el borde del mantolín, a la de la
Virgen del Rosario de la Cartuja de Granada, obra de José Risueño (1665-1732).
El velo que cubre la cabeza de la Virgen, blanco crudo,
cubre también la parte superior del pecho de la imagen. La nube sobre la que
reposa ésta tiene talladas las cabezas de tres querubines. La imagen de la
Inmaculada del facistol de la catedral de Granada, obra de 1655 de Alonso Cano,
ahora en la sacristía, descansa sobre una nube parecida. Cuando Roldán de la
Plata realiza posteriormente una réplica
de la Virgen de la Caridad de Loja la coloca sobre una nube con querubines que
recuerda a la de Mollina.
La pose majestuosa de la imagen se une a un cierto
hieratismo en la expresión. Con la mirada perdida hacia abajo, ensimismada, no
parece tener diálogo ni con el Niño ni con un posible devoto. El Niño,
adocenado, parece más bien obra de serie. Recordemos nuevamente la gran
cantidad de encargos a los talleres de imaginería religiosa en la época de la
Guerra Incivil. El intento de semejanza con la desaparecida imagen anterior
queda en eso, intento fallido, cuando comparamos fotografías antiguas con la
actualidad. Ni siquiera en tamaño logra igualar a la anterior. Podríamos decir
sin temor a equivocarnos que la imagen actual es obra exclusiva de la
creatividad y el arte de Manuel Roldán de la Plata (1874-1955).
Retomando la Dolorosa de la nave de la Epístola decir que en
el archivo diocesano de Málaga se conserva escrito de la parroquia solicitando
una imagen de las que había en la iglesia de los Remedios de Antequera y que
tanto surtió a las parroquias de la zona. Si hacemos caso a una nota colocada
hace pocos años al lado del retablo repintado con purpurina esa imagen sería de
Juan Jiménez Mesa que la creó en 1946, siendo restaurada por Antonio Solís
González en 2003.
Por último lamentar la abundancia de burritas, ovejitas,
ritas, angelitos –todos seriados en escayola de Olot-, láminas supuestamente
devocionales o incluso azulejos de porcelanosa regalados por un periódico
provincial, que contaminan una
edificación del siglo XVII. Alguien debería poner coto a todo eso. O a la
abundancia de elementos de Olot de mayor tamaño, pero de ningún valor estético.
O al dorado de orfebrería en plata. O a la repetición de
advocaciones. O al repintado con purpurina de algún que otro retablo. O…
©López 2018
Mollina, 14 , 15 y 26 de agosto de 2018
Las imágenes que acompañan este artículo corresponden a la imagen de San Francisco de Asís, de Manuel Roldán de la Plata; la de San Juan de Dios de Gaucín, granadina, restaurada por este autor; y por último el Cristo de las Ánimas, muy posiblemente obra sevillana del siglo XVII.
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