REPASO A LOS NÚMEROS 66 A 70 DE LA RAZÓN. 1932




El número 66 de La Razón apareció el 24 de abril de 1932. En su página 2 traía la tercera parte de la historia que nos estaba narrando Andrés González Páez:

Te contaré, lector... III

 El sol ascendía lentamente hacia el cénit.

Ni una nube empañaba el azul límpido del cielo.

La brisa íbase templando, era más suave. Caldeábase la atmósfera de aquella dulce y serena mañana de abril.

Los pájaros cruzaban el espacio en raudo vuelo e iban a posarse serenos sobre los terrones de los barbechos.

 De los sembrados se ofrecía a la vista una perspectiva poética y agradable. En medio de aquel silencio, de aquel panorama conjunto de bellezas patéticas, de aquella armonía de la Naturaleza, pletórica de amor y de vida, ¡oh, contraste!, aquella mujer, con su hijo en los brazos, contraídas sus facciones en doloroso gesto de amargura, simbolizaba la imagen encarnada del dolor.

Allí donde estaba la vida, la alegría, la belleza encarnada en la Naturaleza, boceto de una obra de arte, existía también el dolor y la desesperación representados en la pobre mujer, en la pobre madre.

 Lloraba su hijo. Hambre tenía.

 --¡Mamá, pan; yo chero pan!, pedía entre sollozos retorciéndose en los brazos de su madre, que le besaba y acariciaba con unción la rubia cabellera que en sedosos bucles caían sobre su rosada frente.

 —¡Hijo mío, hijo de mi alma!—, balbucía la pobre madre presa de dolorosa angustia.—¡Y no tener nada que darte... ni un bocado de pan con que saciar tu hambre!.. ¡Oh, Dios mío!: si existes, ¿por qué permites estas cosas, por qué?

Y elevaba los ojos al cielo. «Dios no escuchaba sus súplicas, o se consideraba impotente para remediar lo que era culpa de los hombres y que sólo éstos podrían evitarlo».

 Por el camino, en dirección adonde nosotros estábamos, se levantaba una nube de polvo producida por una piara de cabras que indudablemente iban a pastar a aquellos alrededores.

No bien hubieron pasado, cuando el cabrero que era del mismo pueblo me reconoció, y curioso se acercó a nosotros.

—¿Qué diantre haces por aqui?-me preguntó extrañado.

 — He salido del pueblo para dar un paseo—, contesté. Después miró a la mujer, y como viera que el niño no cesaba de llorar, inquirió:

—¿Por qué llora ese mocosuelo? Tendrá hambre sin duda. La mujer movió la cabeza afirmativamente. El cabrero extrajo de su zurrón un pedazo de pan y queso que se lo dió al niño, el cual se apresuró a cogerlo sin reparo alguno, y lo comía con gran apetito.

—Gracias, buen hombre, gracias. Aun no se ha desayunado mi hijo, y faltan unos dos kilómetros para llegar al pueblo, donde pudiera adquirir algunas provisiones.

 Como viera que las cabras seguían andando y se alejaban, se despidió de nosotros y continuó su camino.

El niño no lloraba ya.

 Aquella mujer reanudó el relato de su vida de esta manera...

 «Como antes le dije, un día, cansada de sufrir en silencio aquella vida de esclava deseando cambiar la monotonía de mí existencia, pensé marcharme de aquella casa donde me trataban de la peor manera pues sus moradores eran personas despóticas y crueles, gentes sin corazón y dotadas de malos sentimientos.

Sin decirles nada, un día, so pretexto de madrugar para lavar la ropa pronto, cogí mis vestidos, que eran pocos, y haciendo un bulto con todo lo que era de mi pertenencia, abandoné aquella casa para siempre, de la que sólo guardo amargo recuerdo.

 Tenía bien formado mi proyecto.

 Me iría a la ciudad; buscaría colocación en alguna parte, trabajaría en lo que fuese, y me ganaría la vida aunque tuviese que afrontar todas las penalidades que traen consigo la inexperiencia de la vida. Todo antes que continuar entre aquellas personas odiosas para mí, que me trataban peor que a una extraña.

 Tenía algunos ahorrillos, muy pocos, con los cuales podría sostenerme algunos días, mientras tanto encontraba ocupación en alguna parte.

 Y partí. Llegué a la ciudad y pregunté por la posada a los primeros transeúntes. Me dijeron dónde estaba y llegué a ella. Allí me hospedé. La posadera me dijo que había pocos cuartos vacíos, sólo uno muy malo, pero que si me gustaba podía quedarme. Me enseñó el cuarto; éste estaba muy oscuro, y a un lado había una cama desvencijada, una mesa de noche y una silla.

Le dije que me gustaba, que allí estaría bien y que me sirviera algo de comer. Tenía hambre y estaba muy cansada.

 Cuando la posadera me trajo la comida, le conté mi vida y le rogué, por último, hiciera por ayudarme a buscar una colocación, lo que me prometió cumplir y ayudarme en cuanto estuviera a su alcance, pues le había conmovido el relato que le hice de mi vida y de la situación en que me encontraba.

 Por fin, después de ir de un lado para otro en busca de trabajo sin ningún resultado, desesperada porque se me agotaban, los recursos escasos que poseía, la posadera, que desde mi llegada a la ciudad mostrábase conmigo muy afectuosa, me dió una recomendación para una casa particular, ya que ella tenía o había tenido relaciones íntimas con la familia y creía sería yo admitida en casa de don Félix, que así se llamaba el señor a cuyo servicio me proponía.

 Fui admitida en calidad de criada.

Poco tiempo llevaba de servicio y ya habíame captado la simpatía de los señores por mi constancia y aplicación en el trabajo.

Un nuevo horizonte se ofrecía a mi vista. Mi situación angustiosa cesaba.

Era estimada de toda la servidumbre y, principalmente, de la señora, que quedaba encantada de mis servicios. Aquella familia componíase de tres personas: don Félix, doña Consuelo y Ricardo, único hijo de aquel matrimonio.

 Los primeros meses de mi permanencia en aquella casa todo fué bien. Mas un día un acontecimiento vino a cambiar el curso de mi vida...

ANDRÉS GONZÁLEZ PÁEZ .

Mollina y abril, 1932.

(Continuará otro día.)

El número 67, que salió el día primero de mayo de 1932 traía este escrito desde Mollina en su página 2:

Explotados sin razón

El proletariado de hoy se agita y presenta cara a esa burguesía dominante y heredera de todos los privilegios históricos adquiridos a costa del sudor del proletariado.

 El ejemplo está a nuestra vista: todo lo que los trabajadores producen van a gozarlo los grandes terratenientes, que se apoderan de tierras incultas, y emplean a algunos obreros en sanearlas y roturarlas mientras él permanece tranquilo en el casino del pueblo o ciudad.

Algunos años después, aquella tierra improductiva se ha convertido en labrantía, jardines y huertas, y vale siete veces más, que lo que valía al adquirirla. Los hijos de los burgueses, que heredan esta fortuna, dirán también que gozan del fruto del trabajo hecho por sus padres, y a los hijos de los trabajadores, que fueron los que les hicieron producir al terreno, les queda una herencia, la cual consiste en morir en el abandono y la miseria.

FRANCISCO DOBLAS ALVAREZ.

Mollina.

El número 68, del 8 de mayo, ya traía la siguiente parte de la historia que nos contaba Andrés González:

Te contaré, lector... IV

Sucedió, pues, lo que puedes imaginarte. Joven, guapa para desgracia mía, sola, inexperta, ingenua, desamparada en el mundo, sin cariño de nadie, la maldad que acecha por todas partes, hizo presa en mí, y en mí se cebó con toda su monstruosa fuerza...»

Bajó la cabeza, miró al suelo fijamente, y después continuó:

 «¡Era una mañana como esta: alegre y plácida, poética!... Luz. Alegría. Vida. La Naturaleza, exuberante de plenitud y de belleza. El astro rey enviaba a la Tierra sus rayos de oro, en los que traía la fuerza vital para fecundizarla y hacerla feliz, ya que la cubría de flores y de plantas y la engalanaba con vistosos mantos de desposada...

“Enardecíase la sangre en las venas bajo la caricia y el beso del Sol. Sentía ganas de correr, de saltar, de gritar y embriagarme; guardar en mí la grandiosidad de aquellos momentos; respirar el aire cargado de esencias, besar todas las flores que, gallardas, sencillas y bellas erguíanse pletóricas de vida, de amor... poniendo al descubierto entre sus pétalos el cáliz virginal de su pureza, de su castidad, ofreciéndoselo al ardoroso ósculo del Sol para que él depositara arrogante, magnífico de fuerza pasional el calor y el germen vivificante que haría de la flor un fruto... eterno poema, eterna canción de la vida simplificada en una sola palabra: ¡Amor!...

“El arroyo, serpenteando caprichosamente, formando curvas onduladas, deslizábase sereno por entre los ribazos; abundante hierba nacía en sus márgenes; el agua, de una transparencia cristalina corría por el fondo del arroyo silenciosa, moviendo y ondulando las hierbas que había nacidas en el fondo, semejando una rubia cabellera de hilillos de oro por la transparencia de los rayos del Sol sobre la superficie del agua...

“Salimos al campo aquel día toda la dependencia de la casa, incluso la señora Consuelo y el señorito Ricardo. Domingo. Día de fiesta. En la ciudad, bullicio, alegría, risas.

 »Propusieron una jira al campo, y toda la servidumbre aceptó gustosa. Cada cual charlaba con quien mejor le parecía, y todos íbamos gustosos y alegres.

“Yo marchaba un poco detrás, cogiendo las flores más bellas y más lozanas. El señorito se acercó a mí.

“— Hoy te veo alegre, y de tu semblante ha desaparecido esa melancolía que roba gracia y belleza a tu cara preciosa—, susurró a mi oído con voz entrecortada, velada por una emoción que no sabía si era fingida.

»—¡La alegría es poco duradera en los pobres!—dije.

»—Eres buena, y no merecías sufrir tanto... Desde que estás en la casa no te he visto alegre, y, créelo, me preocupa mucho tu situación, y mucho más desde que supe que estás sola en el mundo... sin calor de nadie... sin una mano amiga que consuele un tanto tus penas... Tú me conoces—siguió cada vez más elocuente—; sabes cómo se desliza mi vida también un poco monótona. Tengo pocas amistades y casi todo el tiempo lo dedico al estudio. Frecuento poco la sociedad, porque comprendo la mentira y la hipocresía que reina en todas partes. Mi espíritu soñador, romántico, es incomprendido... No se puede tener corazón para ser feliz en la presente sociedad; hay que saber fingir y condescender con todos; acatar todos los formlismos rutinarios y actuar como un muñeco en la farsa, en la gran farsa que se representa en el escenario de la vida, en la que para nada interviene el corazón ni los sentimientos... sino la hipocresía personificada, revestida con todas las galas y con toda la maldad de los hombres.

»Calló al llegar aquí, y guardó silencio unos momentos.

 “Continuamos andando distraídos.

»Las mozas y la señora marchaban un poco delante.

»Yo pensaba en las palabras dichas por Ricardo y comprendía que no basta ser rico para ser feliz. El espíritu tiene exigencias que no pueden ser satisfechas con el dinero; y teniendo éste, para ser feliz hay que no tener corazón. ¿Cómo podría explicarse de otra manera?...

ANDRÉS GONZÁLEZ PÁEZ.

 Mollina y abril, 1932.

(Continuará otro día.)

Mientras esto aparecía en la página 2, en la página 4 traía un relato de la celebración del primero de mayo:

DE MOLLINA

El pasado domingo celebróse con un grandioso acto la Fiesta del Trabajo.

 A las seis de la tarde tuvo lugar el mitin en el Centro Obrero, con la intervención de los compañeros José y Antonio Parrado, Daniel Rojas, Rosario Palomino, Carmen Duran, Andrés Martínez, de la Juventud Socialista malagueña, Francisco Jiménez, de Madrid, Villalba y García Prieto.

 Todos abogaron por la unión proletaria, dentro del marco evolutivo del Socialismo, para conseguir arrancar de la burguesía los privilegios que detenta, de una manera firme, consciente, como corresponde a la aspiración del trabajador, dejando a un lado estridencias que sólo conducen al beneficio de la reacción capitalista, que aprovecha las discusiones encontradas de los obreros para afianzar sus baluartes.

 Resaltaron por la simpática inspiración de sus oraciones, las jóvenes Rosario Palomino y Carmen Durán, que prestaron al acto la gracia de su feminidad.

 La concurrencia fué tan numerosa, que rebasaba la capacidad del amplio salón del Centro Obrero, teniendo algunos compañeros que permanecer en la puerta.

 Destacó de una manera valiente, plena de elocuencia, la compenetración del pueblo obrero de Mollina, que se manifestó como un sólo hombre, consciente de su deber proletario.

Durante el acto imperó la mayor alegría, desarrollándose dentro de un orden perfecto y encomiable.

 Felicitamos a los compañeros de Mollina por la demostración de capacidad social dada con motivo del primero de. Mayo, fiesta roja del trabajo.

El número 69, de 15 de mayo, no traía nada relacionado con Mollina.

El número 70, de 22 de mayo, traía en sus páginas 3 y 4 una nueva entrega de la historia de Andrés González:

Te contaré, lector...

V

Los mirlos trinaban alegres en las ramas de los árboles. Los ruiseñores desgranaban las notas melódicas de sus cantos. Y sobre el verde tapiz del campo, sobre los sembrados ya espigados, movidos por la tenue brisa semejando un mar de mansas y tranquilas olas, los rayos del sol reverberando la luz viva en multitud de colores.

Nota pintoresca era el paisaje.

 Algo de ensueño semejaba para mí aquella aventura extraordinaria.

 Aquella joven mujer, silenciosa ahora, meditaba...

De pronto, irguió la cabeza, pasóse una mano por la frente, fijó en mi sus hermosos ojos negros y con aquella su voz suave habló ahora:

 — «¡Larga historia es la mía, y azarosa la vida mía también! ¡Mas seré lo más breve posible para no cansarte! —Me interesa mucho todo cuanto me ha dicho, y por mí no omita usted detalle; estoy verdaderamente intrigado por saber el fin de su relato que parece una novela.

Ahogó un suspiro y continuó:

— «¡Feliz aquel día, el más feliz de mi vida! Fué el preludio de lo que más tarde había de ser el único objetivo de mi vida... ¡la única ilusión! Ricardo, aquel hombre culto, distinguido, noble y correcto en todos sus ademanes, deslizó a mi oído las primeras palabras de amor, poniendo en ellas la sugestionadora fuerza de la emoción no fingida. «¡Te amo, te amo!», repetía ante la resistencia que por parte de mí era objeto. «Es imposible—decíame—, que yo pueda ahogar por más tiempo esta pasión abrasadora que arde en mi pecho. Ninguna mujer, puedes creerlo, ha llegado a interesarme lo más mínimo; en ninguna he visto lo que en ti. Buscaba en la mujer el corazón, los sentimientos, algo que no veía en ninguna otra. Me infunde desprecio la compostura, la coquetería, la ridiculez de esas señoritas cursis que no saben otra cosa que pasarse el día ante el tocador pintándose los labios, las cejas, los ojos, la cara y presumir mucho. Educadas religiosamente, ostentando despreciables en su provocación cruces sobre el pecho, sin otra misión ni preocupación que ir al templo de la hipocresía y de la mentira, como yo le llamo, y hojear el figurín de modas... En ti he visto a la mujer soñada: buena, guapa, laboriosa, inteligente, medianamente instruida y con un concepto amplio y bello de la vida y de sus múltiples manifestaciones. Mi corazón te pertenece; eres la única mujer que ha sabido inspirarme ese sentimiento del alma bello, delicado, que es el amor; que no reconoce fronteras ni diferencias sociales, ni formulismos rutinarios y que salta por encima de todos los obstáculos y nada puede oponerse a su fuerza avasalladora... ¡todo, todo lo vence el amor! Por él nos sentimos dignificados y por él somos capaces de afrontar todas las empresas, por difíciles que sean, y vencerlas. Por él la vida es bella; nimbados por su plenitud, los poetas cantan y ponen en sus versos la inspiración sublime del alma. Alentado por él, el escultor modela el mármol duro y la Idea avanza dándole la figura perfecta .del cuerpo humano... ¡Henchidos de verdadero amor por redimir a la Humanidad, los hombres de corazón, los que del Ideal hacen el único objetivo de su vida, sacrifican su existencia al bien colectivo...»

»Y aquel día, en que por vez primera una luz alumbró la oscura senda de mi vida, entre suspiros y promesas nos prometimos amor eterno.

 »Cogí una flor y, después de besarla, la puse sobre el ojal de su chaqueta.

»A todo el mundo ocultamos nuestro amor.

“Por una ventana de mi cuarto que daba al jardín de la casa, hablábamos Ricardo y yo, cuando todos en la casa dormían.

“¡Cuántas palabras, cuántos juramentos, cuántos proyectos para el porvenir!...

“Seríamos uno del otro a pesar de todo y de todos.

“Y con la vehemencia de mi corazón sediento de amor, entregué mi alma a aquel hombre que por primera vez en mi vida y de una manera tan original me prometió amor perdurable.

“Le quise con todas las fuerzas de mi sér (sic). Igualmente era correspondida.

»i De nuestro amor es este hijo!... ¡Fué una noche de verano! La tierra estaba calcinada por el calor sofocante de aquel día. La luna, en el firmamento, alumbraba con su luz tibia las olorosas flores del jardín. La quietud, el silencio, la calma de aquellos momentos felices... El amor hizo que nos entregásemos uno en los brazos del otro.

»Una ligera nubecilla ocultó la luna... Y sobre el verde césped del jardín, envueltos entre sombras y brumas, entre flores y plantas, dos seres, hombre y mujer, jóvenes, entre suspiros y besos y promesas entonaban la eterna canción,- el himno a la vida...

 »Fué un acto voluntarioso. Ninguno de los dos lo habíamos insinuado. Y, sin embargo, por el amor fué.

“ Pasaron muchos días, meses. Comuniqué a Ricardo que me hallaba encinta. ¡Era madre! >É1 calmó mis inquietudes. Estaba seguro, segurísimo de que sus padres no accedería a nuestro matrimonio. Pero él era mayor de edad y sin el consentimiento de los padres se casaría conmigo civilmente, me haría su esposa

 — »iUn hijo, un hijo del amor: cuán hermoso será!—me decía lleno de ilusión.— Con sus risas, con sus balbuceos será la alegría de nuestra vida, el único objetivo de nuestra existencia. Es ahora cuando puede decirse que eres divina... ¡Por el amor te has elevado de la categoría de mujer a la sublimidad de madre! ¡Santa, santa!

 — »Sería ofenderte, Ricardo mío, dudar de tus palabras y de tu amor. Confío que seremos muy felices, muy dichosos, tanto como tú mereces serlo y yo quiero que seas. ¡Felices, porque por encima de todo hemos puesto nuestro amor, el ansia de nuestros corazones! ¡Felices, porque nos elevamos por encima de todo formulismo y de toda farsa!

 ANDRÉS GONZÁLEZ PÁEZ.

 Mollina y mayo, 1932.

(Continuará otro día.)

La imagen corresponde a la portada de este último número donde aparece un escrito en contra de la enseñanza exclusiva en catalán en Cataluña.

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