REPASO A LOS NÚMEROS 71 A 75 DE LA RAZÓN. 1932

Página cuatro del número 75 de La Razón, del veintiséis de junio de 1932.
El número 71 de La Razón, de 29 de mayo de 1932 traía en su
página 3 lo siguiente:
Diálogo con un árbol
Al principio de
primavera, pasando por un camino bastante frecuentado, sentí una voz muy
profunda que decía:
—¿No hay quién me
labre? ¿Así querrá mi propietario que le dé el fruto de años pasados, cuando me
tenía bien labrado?
Era un árbol frutal el
que hablaba, y dirigiéndose a mí ahora preguntó:
—Tú, sér (sic) humano, ¿me puedes decir a qué
obedece este abandono en que nos tienen?
Me quedé un rato pensativo y le dije:
— Ya hace más de un
año que entró la República en España, y se pensó subir nuestros salarios,
siendo este el motivo de que te tengan abandonado de esa manera.
—¿Pero nosotros qué
culpa tenemos de esas cosas que me dices, sér humano?
— El que antes le
costaba un poco menos dinero labrarte y ahora le cuesta un poco más.
— Pero si nosotros no pertenecemos a ningún
partido, nada más que a la tierra, que es vuestra madre también... ¿Por qué
motivo nos tienen abandonados de esa manera, que las malditas hierbas no nos
dejan recibir el jugo para sacar nuestra producción adelante?
— Entonces no me comprendes, arbolito. Es que
tu propietario no quiere que ganemos el sustento suficiente y permite que
vosotros desaparezcáis del mundo con tal de boicotear a la República.
—¿Pero esos hombres no
saben que boicoteándonos a nosotros acabarían con el mundo entero? Porque a la
vista lo tienes: soy un árbol que todos los años le daba a mi propietario dos
fanegas de aceitunas, y este año no he podido echar el fruto que me corresponde
a causa de tenerme abandonado. Y antes los padres de estos labrantines me
cuidaban mejor, me daban tres o cuatro rejas, me cavaban los pies, me cortaban
las ramas que me perjudicaban, me blanqueaban el tronco para quitarme los
microbios, y de esta manera estaba siempre dispuesto a dejarle el fruto que la
labor me permitía, y ahora es lo contrario, le dan la labor a los cardos
corredores, a los jaramagos que están gozando de una verdadera República...
Y el que esto escribe
fácilmente puede demostrar que en el cortijo de Oribe está todo sin labrar.
FRANCISCO DOBLAS
ALVAREZ.
Mollina, mayo 1932.
El número 72, de 5 de junio, ya traía algo de la huelga comarcal
que en Mollina tendría bastante éxito y de la que trataremos en la próxima
publicación. En su página 2 traía una nueva entrega de la historia de Andrés
González:
Te contaré, lector…
VI
“Sucedió, pues, que
Ricardo, el hombre amado, el hombre que por encima de conveniencias había
logrado elevar su espíritu y apartarse de la gazmoñería y bajeza de la sociedad
actual, tuvo que ausentarse para llevar a cabo unos negocios que sus padres
habíanle confiado, y que le retendrían por algún tiempo alejado del hogar.
“Aquella noche él me
lo contó, cuando como de costumbre nos veíamos en el jardín.
“—Nada temas, nenita,
que cuanto antes volveré a tu lado, y entonces nos ausentaremos de esta casa y
pondremos nuestro amor en sitio seguro, a cubierto de las traiciones y de las
persecuciones.
»—Confiada espero tu regreso, Ricardo mío; pero
no tardes en volver, ya que mi estado acusará pronto la maternidad y me será
difícil ocultarlo...
“ —¡Volveré pronto,
amor mío, volveré pronto!
»Un beso puso fin al
diálogo.
“Poco tiempo hacía que
Ricardo habíase marchado, cuando un día la señora Consuelo me llamó y me dijo:
.—Te he llamado para decirte cosas muy graves que, personas en quienes tengo
absoluta confianza y que no me engañan, me lo han dicho...
»Dijo esto,
conteniendo la cólera y poniendo en su mirada un rayo de odio, la faz
desencajada y contraídas sus facciones donde se adivinaba que una batalla
fuerte se estaba librando en su espíritu.
«Comprendí lo que
sería: habrían descubierto nuestro amor... Un temblor y una emoción se
apoderaron de mí, que no pasó desapercibido a la madre de mi amado, que
encarándose conmigo me lanzó al rostro estas palabras:
“—¡Indigna! ¡Mala mujer! ¡No merecías ni
siquiera que te mirara a la cara! ¿Es así como pagas el favor que te hicimos de
recogerte cuando hambrienta, sucia y desarrapada llegaste a nuestra casa en
demanda de trabajo?...
»Una oleada de sangre sentí afluir a mi
cabeza. Aquel insulto me sacó fuera de sí, y precipitada le atajé:
»—¡Señora, señora, esas palabras, esos
insultos!... ¡Yo no soy una mujer indigna; yo no soy una mala mujer! ¡De nada
malo me acusa mi conciencia, porque siempre he obrado de acuerdo con mi
dignidad de mujer honrada! ¡Sépalo usted bien! En cuanto a mi llegada a esta
casa, no sé qué favor he recibido, si no es que usted le llama favor al mucho
trabajo que a cambio de unas miserables monedas me veo obligada a soportar. Por
lo tanto, le advierto, que no toleraré más insultos; y dígame usted qué son
esas cosas graves que de mí le han dicho, porque por su actitud de usted y sus
palabras será de mí indudablemente.
»—¡Sí, de ti es; y antes de llamarte, por mí
misma me he cerciorado de la verdad.
“— Pues dígame qué es
ello—le repliqué.
»—¿Es verdad que amas
a mi hijo Ricardo? ¿Es verdad que habláis de noche, cuando todos en la casa
duermen, aprovechando la soledad y el silencio? ¿Por ventura es verdad todo
esto?... Porque yo me resisto a creerlo, a pesar de haberlo visto por mis
propios ojos.
“ Anhelosa esperó mi
respuesta.
“Serena y consciente,
le contesté:
“ -Es verdad, señora;
no tengo por qué ocultarlo, puesto que no es ningún crimen el que yo ame a
Ricardo.
“ — ¡Cómo! ¡Y lo
afirmas rotundamente! ¡Y te atreves a decírmelo cara a cara, como si se tratara
de una cosa natural y sencilla!.. ¡Habrase visto cinismo!..
»—Vuelvo a rogarle —repuse —deponga usted su
actitud. Nada malo veo en mi acción. Vi a Ricardo; lo conocí, lo traté, lo
comprendí, y le amo con todas las fuerzas de mi corazón. Amor que aunque no se
hubiese declarado, aunque hubiese quedado oculto en mi corazón, no por eso
hubiera dejado de amarlo con toda la potencia de mi ser. ¿Por ventura puede una
mujer mandar en su corazón? ¿Puede torcer su voluntad? Yo hubiera ahogado la
pasión que por él sentía, a no ser que Ricardo no se hubiese declarado a mí.
Porque, sépalo usted de una vez: ¡Ricardo me ama!
»—¡No continúes hablando así: eso no es
cierto, no puede ser! Mi hijo no puede enamorarse de una cualquiera; en todo
caso será un flirteo que pasará, que se acabará cuando te hayas marchado de
esta casa. Tú no puedes continuar aquí...
“ Diciendo esto
recorría de un lado a otro la habitación a grandes pasos. De pronto, se paró
ante mi y habló así:
»—¿Y cómo te has atrevido a poner tus ojos en
mi hijo y a aceptar sus galanterías interpretándolas como amor? ¿Crees acaso
que eso podía continuar y que de yo saberlo no habría de oponerme lo mismo que su padre?
“ - Señora, serénese y
escúcheme de una vez. En primer lugar tengo que decirle, que yo no soy una
cualquiera, sino una mujer consciente de mi misma y de mis actos, ya que estos
responden siempre a mi voluntad; que ni usted ni nadie puede echarme nada a la
cara, por la sencilla razón de que nada malo he cometido, ni en mi conducta hay
nada que pueda ser censurado.
“ En segundo lugar,
que yo no me hubiese entregado a un flirt o pasatiempo con su hijo ni con
nadie, sin antes amarlo y que me amara. Me ofende usted con esas palabras, en
mi dignidad y en mi honor.
“ No crea que no sabía
qué sería de nuestro amor caso de ser descubierto, porque sé por experiencia
que vosotros los ricos, los poderosos, “los amos” de todo, sólo amáis el dinero
y no os cabe en la imaginación que por encima del dinero, de las conveniencias
y formulismos de rutina, hay seres que ponen su voluntad y su vida, sometiendo
sus actos a las leyes naturales que son las que no reconocen castas, colores ni
posición social, y que esos seres no son una utopía ni ensueño, sino que viven
como los demás, pero más dignamente. De estas condiciones es su hijo Ricardo y
de estas condiciones me precio de ser yo
“ Con vuestro dinero,
con vuestro poder tal vez podáis conseguir apartarnos uno del otro; pero lo que
no podréis alcanzar ni ustedes ni nadie, lo que es completamente imposible, es
que apartéis nuestros corazones unidos ya desde hace tiempo por la
inextinguible llama del amor, por el afecto mutuo que nos profesamos, por la
afinidad de condiciones y de caracteres y aún más, señora, óigalo usted bien,
¡por nuestro híjo, que ya lo siento vivir en mis entrañas!
ANDRÉS GONZÁLEZ PÁEZ.
Mollina y mayo, 1932.
(Continuará otro día.)
En la página 3 de ese mismo número aparecía una crónica
sobre la conferencia dada sobre sexualidad libre precisamente por Andrés
González. Decía:
Merece un artículo
Sí, merece un artículo
la conferencia sobre la sexualidad libre dada por Andrés González el miércoles
18 de mayo en la asamblea de la Juventud Socialista.
Yo no soy repórter de informaciones y mucho
menos articulista; pero me tomo la libertad (con perdón de los profesionales)
de narrar un extracto de dicha conferencia donde se destacó Andrés como orador
fácil y psicológico, por la sencillez y la verdadera comprensibilidad de sus
palabras impregnadas de dulzura y amor por el engrandecimiento de nuestra
causa, y por sus verdaderos conocimientos, hijos todos ellos de gran constancia
en el estudio.
Después de su preparación para el asunto a
tratar, sus palabras fueron éstas:
«Hacer un hijo no es
nada: hacer un hombre lo es todo; y esbozó con tan gran facilidad, de que los
hombres somos unos egoístas porque adoramos más la virginidad que la maternidad
debiendo ser al contrario; adorar la virginidad es adorar la esterilidad de una
tierra que nada produce porque no se siembra, y adorar la maternidad es adorar
el ideal santo de todo hombre consciente, pleno de sus derechos y deberes, de
cómo los hombres no buscamos más que la satisfacción de la carne dejando el
espíritu aparte.
De esta forma crear un hijo no es nada, pero
si por el contrario todo nuestro instinto sexual de la carne lo unimos a esa
afinidad de sentimientos, rumiada tantas veces por los poetas y psicólogos sin
sacar en concreto lo que se puede definir de ello, pues cada uno lo pinta a su
manera de sentir, desde el punto de vista espiritual el hijo que viene, será un
hombre con una buena y esmerada educación, porque viene despojado del egoísmo
material con lo que se contribuye a crear una verdadera generación consciente.
Pero para esa
generación ideal debemos prepararnos los jóvenes de hoy, para que mañana no
seamos abochornados por nuestros hijos, de no haberles dado la cultura
necesaria, para disfrutar un ideal más amplio y más digno de vivirlo, es
preciso dejar el vicio y todo lo que sea perjudicial para nuestra salud; que si
nosotros estamos contaminados con enfermedades bochornosas traídas del
alcoholismo y el prostíbulo forzosamente las traerán ellos porque han sido
engendrados en una verdadera inconsciencia, y el padre que lo hace en tales
circunstancias no merece el calificativo de tal.
¿El por qué somos así? Porque hemos nacido de
padres iguales de egoístas que a su vez la heredaron de los suyos y así sucesivamente.
Nos han educado en la moral del pudor y la castidad, siendo un contraste con la
voz de la Naturaleza ese mandamiento de «no fornicarás».
Jehová dijo: «Creced y
multiplicáos (sic) y poblad la tierra en todos sus ámbitos».
De ahí la hipocresía que existe al reservar el
origen de nuestro organismo, que es más tapado siempre por la mujer que se
colorean sus mejillas al encontrarse con la insistente mirada del varón, llena
de atracción sexual.
El voto de castidad
(que fué lo mejor de su conferencia) lo explicó como antinatural y desenvolvió
con gran maestría, de cómo hacen las mujeres y los hombres voto de castidad, es
decir de no hacer el menor caso de la materia humana ni aun con el pensamiento
siendo uno de los mayores absurdos que se conocen. Dice fray Luís de León que
se ha visto muchas veces a una monja en su celda besar y prodigar caricias a un
crucifijo no como a Dios sino como hombre, porque es inverosímil y absurdo que
no se pueda escuchar los instintos que la natura nos dota en nuestro organismo.
Pero para tales deferencias nos debemos
dedicar doblemente al estudio, para ver si podemos traer, si no esa generación
consciente, otra un poco más educada que la actual. Tales cotejos sé yo que
serán censurados por nosotros mismos, zahones miopes que no vemos más allá de
nuestro egoísmo de machos.
En total fué un discurso de todo mérito: mi
enhorabuena, Andrés.
FRANCISCO GARCÍA
VELASCO.
de la Juventud Socialista.
Mollina, mayo 1932
En esa misma página venían dos sueltos sobre el pueblo:
DE MOLLINA
Acto civil.
Ha sido inscrita en el Registro Civil con el
nombre de Armonía, la hija de nuestro estimado camarada Antonio Parrado Matas,
y su esposa Victoria González Fernández.
El acto fué muy regocijado. Nuestra más
sincera enhorabuena.
Nueva directiva.
La nueva Junta directiva de la Sociedad de
obreros agricultores «El Progreso», ha quedado constituida de la siguiente
forma: Presidente, Antonio Parrado Matas; Vicepresidente, Andrés González Páez;
secretario, Francisco González Vegas; Contador, Antonio Gómez Díaz; Tesorero,
Rafael Rodríguez Llamas; Vocales, José Morente Bermúdez, José Morente Becerra,
José Rodríguez García y José García Álvarez.
CORRESPONSAL.
Por último, en su página 4 aparecía el relato de los sucesos
del día 2 de junio que trataremos en la siguiente publicación.
El número 73, del 12 de junio traía una carta desde la
cárcel de dos apresados por la huelga y que reproduciremos próximamente y
además un suceso curioso. Decía en su página 3:
Creemos que será una
venganza
Habiéndose dedicado
nuestro camarada Francisco Doblas Álvarez, de Mollina, a construir una hornilla
económica y a aprovechar unos tubos que poseía dicho aparato para el alumbrado
de su casa, seguramente algún cavernícola que le tuviera odio por cualquier causa
«soplilleó» que estaba construyendo una bomba, y logró que la policía
practicara su detención y lo pusiera a disposición del juzgado de esta
localidad.
Con motivo de ello, el periodiquillo «El Sol
de Antequera», que es raro cuando en sus columnas no trae una notita o un
articulito que nos cause repugnancia, también la semana pasada nos hizo de...
provocar-¿por qué no decirlo?—, al publicar la noticia de la detención de dicho
camarada, al cual pretende ridiculizarle de una manera chabacana poniéndolo en
parangón con cierto célebre «inventor».
No nos extraña esto en
el «colega», desde el momento en que vimos que porque tres mujeres fueron a
rebuscar aceitunas, (seguramente para buscar dinero y alimentar a sus hijos),
las denominaba así en unas aleluyas:
«Por robar aceitunas
han detenido a tres tunas».
Ningún periódico, y
menos ese libelo reaccionario, debe atacar de una manera tan descarada a la
clase trabajadora, que se halla limpia de toda impureza, y que muy pronto, sin que
nadie pueda evitarlo, acabará con tanta ignominia como cometen con ella los
periódicos cavernícolas, las autoridades sectarias y toda la clase capitalista
que es a la que con más saña debemos combatir.
Esperamos que,
comprobada la verdad, nuestro camarada siga construyendo su hornilla y que no
vuelva a ser víctima de ninguna venganza.
R. TORRES.
Antequera, Junio de 1932.
La noticia a la que se refiere apareció en El Sol de Antequera de 5 de junio de
1932, año X, número 447, que con el tono despreciativo como siempre que se
refería a gente trabajadora y sin recursos decía en su página 8:
EL INVENTOR DE UN APARATO MISTERIOSO
Por la Guardia civil de Mollina ha sido detenido un
individuo llamado Francisco Doblas Alvarez (a) Chiquichaque, el que, según
denuncia, era poseedor de un aparato explosivo cuya utilidad no podía suponerse.
Según parece, el detenido ha declarado que el cacharro,
construido con una especie de bidón, era un aparato de su invención con el que
se proponía tener una hornilla alimentada con carburo, que al propio tiempo,
por medio de una combinación de tubos, serviría para el alumbrado, aprovechando
el gas que origina dicho producto.
El Juzgado de Instrucción está estudiando el invento de este
nuevo Velasco por si procede mandarlo a alguna exposición.
El número 74 de La Razón apareció el día 19 de junio de
1932. En su primera página –junto a un artículo contra el estatuto catalán, que
finalizaba preguntando: ¿Es que los catalanes no son españoles?- aparecía una
carta escrita desde Mollina y que tenía que ver con la huelga.
En su página 2 traía una nueva entrega del relato de Andrés
González:
Te contaré, lector...
VII
Se encontraban frente a frente. Por un lado, el egoísmo, la
maldad personificada, la incomprensión de la especie hija del relajamiento y
del vicio de una sociedad hipócrita y homicida, cruel y despótica, producto a
su vez de una educación «religiosa» que, ahogando los instintos del bien, los
impulsos del corazón, creara una humanidad dividida en castas, privilegiadas
unas, y despojadas de todo otras.
Esto en lo que se
refiere a la madre de Ricardo.
La otra, la joven
mujer que ha vivido esta historia, el gesto viril, la protesta ante ese verdugo
sin conciencia, seco el corazón, ahogados los sentimientos; la idea
personificada en armonía con la belleza en un ser que no ha recibido más que
humillaciones, sacrificios, dolores... Nada sabe de hipocresía, de
fingimientos, siendo ella lo que son sus acciones, o lo que es lo mismo, siendo
sus acciones lo que es ella.
Frente a frente se
encontraban: el pasado, representado en doña Consuelo; el futuro, en mi joven
interlocutora. ¿Quién vencería?...
Continuemos escuchando a esta mujer:
» — Aun no hube
terminado de decir las anteriores palabras, cuando abrió los ojos
desmesuradamente. Una convulsión agitó todo su cuerpo. Tuvo que apoyarse en una
silla para no caer... Un mazazo que hubiera asestado sobre su cabeza, no
hubiera causado en doña Consuelo más efecto.
»—¡Maldición! —rugió
más que dijo, y se dejó caer pesadamente en una silla.
»Tem¡ por un momento
que la señora fuera víctima de un desvanecimiento, pero enseguida reaccionó y
dijo;
“—¿Conque le has
engañado? ¡Te has entregado a él, a mi hijo, creyendo que así conseguirías
atraparle, ilusionada quizás en poder ser su esposa!... ¡Has vendido tu cuerpo
como lo hubiera hecho una meretriz! ¡Y pensar que puede ser mi nieto, el hijo
de mi hijo, el que llevas en tus entrañas! Mas, ¡quién sabe si Ricardo es el
padre del que llevas en tu seno! Con la misma facilidad que te has dado a él te
habrás dado a otros!
“—¡No continúe, señora, no continúe! — expuse decidida a no
tolerar tamañas injurias que me desgarraban el corazón. ¡Es usted incapaz de
comprenderme a mí, de comprender mi acción, ni de comprender aún a su hijo!
¡Usted no sabe lo que es el amor, porque tiene seco el corazón! ¡Usted es,
señora, el prototipo de esta sociedad caótica que agoniza, educada en el
engaño, adiestrada en el crimen, queriendo encubrir con el manto de una fe —que
no es tal fe —en una religión falsa sus monstruosas infamias!
«Usted es imposible que pueda concebir que dos seres que se
amen se entreguen por amor, sin antes haber sometido éste a todos los actos
vituperables e indignos, propios, más bien que de personas, de seres
irracionales, de fieras ayunas de carne.
«Usted se vuelve loca
ante la unión por amor de dos seres dotados de salud, de belleza, de
entusiasmo, sin que antes esta religión fratricida de usted le haya dado el
visto bueno, «legalizando» un sentimiento que de antemano estaba legalizado, ya
que nació puro y espontáneo en el corazón de ambos. ¡Y a esto le llama usted y
los suyos «especie de concubinato». ¿Y no es concubinato, más aún,
prostitución, eso que ustedes llaman «uniones legales», desdé el momento en que
lo hacen por el interés, por la conveniencia social, sin consultar ni
intervenir para nada los sentimientos de uno y otro? Y los que hacen tal, ¿no
venden su cuerpo por el interés? ¿Y qué es vender el cuerpo por el dinero,
señora? Me contestaréis, y no podréis contradecirme, que esa es la verdadera
prostitución... Entonces, ¿cómo llamáis meretriz a una mujer que sin interés de
ninguna clase se entrega al hombre que ama por amor?...
ANDRÉS GONZÁLEZ PÁEZ.
Mollina y mayo, 1932.
(Continuará otro día.)
Efectivamente, en el número 75, página 2, del día 26 de
junio de 1932 se nos continuaba narrando esta historia:
Te contaré, lector...
VIII
»En fin, señora, no quiero continuar porque sería
inútil pretender convenceros, cosa que yo no busco. Me importa poco que piense
de otra manera, en el momento que yo estoy convencida de que me asiste la
razón.
»Y ahora mismo le ruego me deje salir de esta
casa, que es lo que quiero. Desprecio hasta las mismas monedas que me adeuda
usted.
»Conque ya lo sabe: me
marcho; pero tenga la seguridad que Ricardo no verá en usted a su madre, porque
ha destruido su felicidad o la mía, que es lo mismo.
»Y no es madre, no puede llamarse madre, la
que destruye la felicidad de su hijo.
«Dichas las anteriores palabras, y sin
aguardar respuesta alguna, salí de la habitación donde había sostenido con la
madre de Ricardo tan acalorada discusión, encaminándome a mi modesta alcoba.
»Estaba excitada. Me serené un poco. Cogí mis
vestidos, mis zapatos, todo lo que era mío, y lo coloqué en una maleta que tenía.
«Miré por última vez aquella ventana que daba
al jardín, donde tantas noches Ricardo y yo habíamos hablado formando proyectos
sobre nuestra vida futura.
»Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Tuve
la sensación de que no la volvería a ver. Ricardo hacía poco tiempo que había
marchado y, por lo pronto, no volvería, aunque no tardaría mucho.
“Las lágrimas asomaron
a mis ojos.
“¡No le vería más!... ¡Pobre vida la mía!
¡Sola, sola otra vez en el mundo, deshecha mi ilusión, rota mi existencia; sin
padre, sin madre, sin nadie!... ¡Sola, sola! ¡Y el único hombie que amé y al
cual entregué mi amor, que era lo que poseía, lejos de mi!... ¡Pero tema a mi
hijo! ¡No, no estaba sola! Por él tendría que trabajar. Pero, ¿dónde? ¿No es un
baldón, no se conceptúa como degenerada a una mujer joven que lleve un hijo en
los brazos y no pueda decir quién es su padre?... ¿Dónde me admitirían a mí,
dónde?
«Abandoné aquella casa, sin despedirme
siquiera de nadie. Con mi maleta en la mano anduve por las calles como una
sonámbula, sin saber a dónde dirigirme, hasta que, por último, vino a mi
memoria el recuerdo de la posadera, y a la posada me encaminé.
»La buena mujer me recibió como otras veces
que había llegado allí cuando salía de la casa donde servía.
«Varias veces la había visitado y habíamos
intimado más. Mas al verme llegar ahora con la maleta en la mano, la amargura y
la desolación reflejadas en el rostro, la buena mujer se alarmó un poco y me
rogó le contara cuanto hubiera podido sucederme.
«Todo, todo se lo conté sin omitir detalle
alguno. Y al mismo tiempo le hice saber que me hallaba encinta.
«En la posada permanecí unos días, con objeto
de marcharme donde fuera en busca de trabajo, pero un malestar íbase apoderando
de mí y me impedía emprender la marcha.
“La posadera se oponía
a que yo me marchara.
— «Deberás guardar
cama por unos días, pues estás muy pálida y comes muy poco, — me había dicho —
. Es preciso que te serenes, que vuelva a ti la tranquilidad. Tu estado no es
para que te vayas de aquí; yo no consentiré tal cosa. Aquí no ha de faltarte
nada y estarás muy bien. Conque no pienses ni siquiera en irte.
«Así, aquella buena
mujer se oponía noblemente a que yo me marchara.
“Por ella supe que
Ricardo no había vuelto aún.
«Una nostalgia se
apoderó de mí, y mi semblante se tornaba sombrío. Apenas probaba bocado, y caí
enferma.
«Como si fuera mi
madre me cuidaba aquella mujer.
«Y en mis delirios, en
mis noches de insomnio, la imagen de Ricardo poblaba por completo mi
imaginación loca y desenfrenada».
Guardó silencio al
llegar aquí aquella mujer extraordinaria. Elevó los ojos al cielo después, y
exclamó:
» -¡Ah, sociedad ruin y miserable! ¡El peso de
tantas víctimas como tienes inmoladas te vencerá, te ahogará, sociedad
fratricida, en la misma sangre de tus hijos y hermanos!«
ANDRÉS GONZÁLEZ PÁEZ.
Mollina y junio, 1932.
(Continuará otro día.)
En su página 3 traía un escrito del mollinato que había sido
objeto de burla de El Sol de Antequera con
su invento. Decía:
YA ESTOY EN LIBERTAD
También he sufrido las
persecuciones de una autoridad burguesa, que creyéndome incapaz de soportar sus
fechorías mandóme a pasar unos días a la Cárcel de Antequera, al lado de otros
cuantos compañeros que igual que yo sufren las consecuencias de un tenebroso
manejo caciquil.
Ya he sido víctima una
y mil veces de las inicuas arbitrariedades de un acusador, que valiéndose de la
intriga del reaccionario cacique de este pueblo, dijo ahora que yo me dedicaba
a construir bombas y otras clases de explosivos, y que me hallaba complicado
con los pistoleros de Sevilla para sembrar el terror en este pueblo, cosa
completamente incierta y falsa.
Y yo le digo al
cacique rastrero de Mollina: ¡Falso, mil veces falso! Querías desacreditarme
pero no lo conseguirás; no te sirven las artimañas cobardes que empleas. Quisiste
vestir un pueblo de luto con tus farsas y con tu llanto de cocodrilo.
¡Farsantes! que entre tú y tus secuaces
quisisteis sembrar el confusionismo entre los trabajadores.
Yo sigo construyendo
mi aparato que puede ser que algún día salga a flote.
EL DE LA BOMBA.
Mollina, junio de 1932.
En la página 4 Francisco González pedía la apertura del
Centro, cerrado por orden gubernativa:
¿Qué pasa en Mollina?
Pregunto esto porque aquí
se están adoptando unos procedimientos que, de seguir así, habrá que echar la
llave por debajo de la puerta y abandonar el pueblo. ¿Y todo por qué? Por estar
mangoneando en todo los funcionarios de la dictadura, que no son dignos de ocupar
los puestos que hoy tienen ni de estar al frente de la administración de un pueblo,
porque su conducta ha sido siempre, allí donde han estado, pésima, y hoy se
aprovechan de la circunstancia de que nosotros, los obreros, no sepamos
defendernos bien de sus abusos.
Desde que entró la
República, ¿no ve el señor Gobernador las calumnias levantadas en favor del
cacique y en contra de los trabajadores?
El pueblo pide justicia y es preciso dársela
si es que estamos en una República democrática, porque este es un pueblo
honrado y trabajador, que viene soportando estoicamente todas las provocaciones
de los caciques por evitar que ocurran cosas que todos tendríamos que lamentar.
Aquí nos han cerrado
el Centro obrero, sin causa justificada, y, a pesar de haber transcurrido más
de los veinte días que, según la ley, tienen marcadas estas clausuras
arbitrarias, todavía no se nos ha dicho nada sobre el particular.
Señor Gobernador:
supuesto que aquí no hay elementos perturbadores de ningún matiz político, ¿por
qué no ordena la reapertura de dicho Centro para que siga en funciones y no
haya más contra entre los elementos de un lado y otro? ¿No está viendo que nos
humillamos a todo porque no haya desórdenes en el pueblo?
Es preciso que esto
tome otro rumbo; que se ordene inmediatamente la reapertura del Centro, que se
nos dé trabajo y que nuestras peticiones justas sean atendidas.
De seguir prestándole atención y oído a los
caciques de todas las layas, éstos se darán con los trabajadores, con los
pueblos y con la República, que es lo que quieren, porque de republicanos
tienen muy poco, ya que la idea de República está en pugna abierta con los
procedimientos que ellos emplean de ametrallar a los pueblos, de ir a misa y de
colgarse una cruz al cuello para mitigar el dolor de su conciencia, si la
tienen.
Así son los republicanos de Mollina. Y del
concepto mezquino que tienen de la República y del trabajo, nacen esas bases
que nos han dictado que, al no permitirnos siquiera discutirlas, constituyen
para nosotros una afrenta.
Yo quisiera que esos dictadores de bases, sean
quienes sean, se encontraran con uno de esos jornales miserables y con cuatro
hijos, para ver qué hacían.
Estos señores debían
ponerse en el sitio del desgraciado que tiene que comprar hasta el agua-porque
de ella carecemos — y, después, estudiar y dictar bases, y de esta forma
resultarían éstas en condiciones que nos permitieran vivir como vivir debiera
todo el que trabaja.
FRANCISCO GONZÁLEZ.
Mollina y junio, 1932.
Debajo del artículo contra las campanas de Fuente Piedra aparece la relación -con nombres, apellidos y apodos- de obreros que no habían secundado la huelga.
Decía:
¡Traicioneros!
Los nombres de estos siervos del capital son:
Juan Manuel Borrego (a) Molina; Francisco Rojas (a) Piñonate; Manuel Ramos (a) Matero; José Matas (a) Bizcocho.
Estos desgraciados han sido menos afortunados que los del Canal: no han trincado nada.
¡Trabajadores de la Comarca: que en vuestra mente queden los nombres de estos siervos del capital!
Estos son siempre traidores. Son perros malditos que le lamen las manos a la burguesía. No olvidarlo.
UN OBRERO.
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