PROGRAMA DE FERIA DE 1980


 






Ese año el día de la Virgen cayó en viernes.

En las verbenas de las ferias sonaba Dime que me quieres, de Tequila.  En Nueva York finalizaba la convención demócrata sin acuerdo entre Carter y Kennedy. Un pescador asturiano denunciaba malos tratos por parte de las autoridades marroquíes que habían retenido su barco. Ya se empezaba a hablar en los medios de comunicación de la férrea censura cinematográfica que se respiraba en la programación de TVE. Aún en la transición política, pero abriéndose paulatinamente hacia la normalidad.

 


La situación de Mollina como colectividad era deprimente. La parte más dinámica de su población –en todas las clases sociales- se había marchado. De los poco más de dos mil habitantes que había en el censo, una grandísima proporción estaba fuera, a pesar de constar como residentes en el pueblo. O bien de temporeros en Francia o en Alemania, o bien –sobre todo la gente más joven- en los hoteles de la costa.

Una población envejecida, inactiva y con un futuro incierto esperaba un milagro para poder salir del atolladero.

El Ayuntamiento estaba en las últimas. Sólo decir que en una de las ferias de los primeros ochenta el Ayuntamiento puso de su bolsillo algo más de sesenta mil pesetas – trescientos seis euros-. Ahí estaban incluidos los cohetes que eran unas ciento quince mil pesetas.

Los esfuerzos de las distintas Comisiones de Festejos hacían el resto consiguiendo dinero donde no lo había. Trabajando desinteresadamente. Sin cobrar ni un duro.

A partir de la feria de 1980, ésta remonta muy poco a poco y se sale del hoyo en el que estaba sumida la celebración. El esfuerzo realizado fue inmenso. Hora es ya de que pongamos aquí algunos nombres aclarando antes que el Ayuntamiento se abrió incluso a actividades de índole religiosa sin ser de su incumbencia.

Empezaremos por José Antonio Ruiz Moreno –José Antonio Reina- concejal de Cultura y Festejos en el Ayuntamiento presidido por Gerardo Fernández Delgado –Gerardillo-, que la tierra le sea leve. Sin dejar de lado su trabajo en la fábrica de viguetas hizo un esfuerzo personal enorme, sin tener preparación específica para ese puesto político y cultural. Pero dejándose aconsejar. Y poniendo a disposición de Mollina su coche particular. No olvidemos que el Ayuntamiento de Mollina no tenía vehículo propio. José Antonio, además de militante socialista era hermano de la Hermandad de la Virgen de la Oliva.

Miguel Muñoz, Miguelín, primero como un miembro más, luego como concejal. Se dejó la piel en las ferias de su pueblo. Gratis. También miembro de la Hermandad.

Juan Andrés Palomino Rojas, Juan Andrés el de la Caleta, que la tierra le sea leve, ponía su tiempo y su casa a disposición de la Junta. Infinidad de recados que otros miembros no podían realizar por su trabajo, Juan Andrés lo hacía con sumo gusto. También era hermano de la Hermandad.

Antonio García López, López, maestro de Primaria, trabajó en las ferias de 1980, 1981, 1982, 1983 y buena parte de la de 1984, junto con José Antonio Reina y luego, a partir de 1987 con Paco Campaña.

Francisco Sevillano Llamas, Paco Mantecao, militante socialista y hermano de la Hermandad. Su esposa Oliva puso la máquina industrial con la que trabajaba diariamente al servicio de la Junta de Festejos. Las ropas de los cabezudos fueron confeccionadas por ella, así como elementos de decoración. 

Antonio Delgado Carmona, Antonio el Municipal, que se extralimitaba en sus tareas como funcionario, dedicando a la feria de Mollina cientos de horas extraordinarias. Gratis.

Antonio Díaz González, Carrión, que la tierra le sea leve, también hermano de la hermandad y dispuesto a arreglar cables y poner farolillos donde hiciera falta. Gratis.

Quizá olvidemos a algún que otro más. Disculpas. Pero esos eran básicamente los que dieron su tiempo y su esfuerzo por la feria de esos años.

Por parte de la Hermandad de la Virgen de la Oliva, hay que recordar que la misma no existía como  tal dentro del ordenamiento de la Iglesia Católica. Los actos se venían celebrando de manera mecánica y sin control alguno. Destacar dos nombres que trabajaron en esos años por el resurgir de la Hermandad: Gerardo Rodríguez Moreno, Gerardito, y Ramón Segovia Fernández, Ramón el Micaelo, que la tierra le sea leve, que intentaron elevar el número de hermanos para así poder disponer de un mínimo de dinero para gastos y que, junto a miembros de la Comisión de Fiestas organizaron por primera vez en 1980 la ofrenda floral el día 14 de agosto. El trabajo de ambos, gratis.

Ramón Segovia salió elegido el 25 de julio de 1980 Hermano Mayor de la Hermandad de la Virgen de la Oliva para el año de 1981. Esta elección, por sorteo, fue discutida en algunos mentideros, cosa en la que no vamos a entrar. Eso sí, la disposición personal con la Hermandad, sobre todo en el aspecto económico, ya que no tenía problemas de esa índole, fue total.

Ramón, junto con López, se había entregado años atrás a la Cooperativa del Pan.  Ya que Ramón residía en Sevilla, los dos se encerraban en la casa del cura, donde estaba el despacho de la cooperativa, durante la tarde y primeras horas de la noche del sábado y la mañana del domingo para poner en orden las cuentas. Así meses y meses. Gratis.  Ambos. El pago personal que Ramón recibió por parte de la cooperativa fue tan mezquino, tan soez, tan ruin, tan grosero, que mejor esperar algún tiempo más para hacerlo público.

Unos meses antes de que Ramón Segovia se marchara a Sevilla, éste, Miguel Ramos y Antonio García López organizaron el homenaje a los fusilados en Mollina durante la Guerra Incivil. El primero, el uno de noviembre de 1977 y el segundo al año siguiente. Al principio de la transición política en España, con los riesgos que ello conllevaba. Por cierto, ninguno de los tres jóvenes tenían parientes cercanos en la lista de asesinados.

 

 

 

Pasemos ahora a analizar el programa de la feria de 1980.

Repitamos: el Ayuntamiento de Mollina no tenía un duro. No había ni para hacer un programa de la feria. En conversaciones con el Alcalde, Gerardo Fernández, que también era director del Colegio, se llegó a la conclusión de que la única manera de poderlo confeccionar era encargar a la imprenta las páginas exteriores y las interiores se harían en el Colegio Público “San Ignacio” que tenía una multicopista –las llamadas vietnamitas durante los últimos años de la dictadura-, tinta y papel. Esta decisión, a todas luces fuera de cualquier legalidad, permitió que Mollina tuviera programa de feria en 1980.

Así que Miguel Ramos Morente y Antonio García López se ponen a preparar los distintos clichés que servirían para hacer el programa.  Ayudados por los hermanos Blas y Gregorio- que la tierra le sea leve- Palomino González y con el auxilio de reglas con las letras de molde. Con esas reglas y con la caligrafía de Miguel Ramos se hizo. Todo de manera artesanal, y, podríamos decir, cutre. Pero no había otra. Y salió. El programa que hoy publicamos aquí es el modelo que servía para sacar los clichés del definitivo.

 

La portada, en tinta azul, traía el dibujo del blasón que el Ayuntamiento de Mollina colocó en los años sesenta en la fachada del mercado municipal y que reproducía el del retablo mayor de la parroquia, pintado a finales del siglo XIX o principios del XX sobre un blasón real anterior.  La Feria y fiestas en Mollina lo eran en honor de su Patrona la Santísima Virgen de la Oliva. El blasón fue delineado por un jovencísimo Alejandro Páez Carmona. Alejandro también hizo una variante del mismo para la Hermandad.

En la página dos, hecha en la imprenta, un llamamiento de Antonio Delgado para reavivar la feria de Mollina. Este escrito debería haber ido en la penúltima página, pero la imprenta lo puso ahí.

La página tres, venía con anuncios de tiendas y negocios de Mollina. Con una novedad importante. Muchas calles habían recuperado sus nombres, despojándose así de tanto y tanto general que empañaban y ensombrecían el callejero mollinato. Así que el Tele-Club ya no estaba en la calle General Franco, sino en la calle de la Villa –calle Alta-; el bar Madrona ya no estaba en la calle del General Queipo de Llano, sino en la calle de Carreteros; la tienda de Eugenio en la calle Real, no en la del general Varela; el bar de El Pelao, dejó de estar en la plaza de Monseñor de Rojas, para situarse en la plaza de Málaga –sin dejar de estar en la Encrucijada, como siempre lo había estado-; José Montilla Reyes, en el apéndice de la calle Alta de toda la vida, ya no ponía plaza de Muñoz Herrera, sino plaza de Ronda; la tienda de Luis Palomo abandonó al general Goded para recuperar su calle de la Camorra; las cooperativas Panificadora y de Consumo, así como la de Confección y Textil ya no estaban en la plaza de José Antonio, sino en la plaza de la Constitución;  las chacinas de Francisco García Carrión se compraban en Las Cañadas, no en la calle del general Cabanellas; la discoteca Brothers dejó de estar en la prolongación de general Varela para estarlo en la avenida de Andalucía; el representante de los piensos Biona ya no estaba en General Mola, sino en la calle Córdoba, de siempre la calle del Aire; el Niño María no vendía a sus vecinos en la calle del Alcázar de Toledo, sino en la de Huelva; Juan Coca, vendedor de frutas, no estaba domiciliado en la calle del  Cuartel de Simancas, sino en la de Cádiz –aunque dos años antes lo había estado en la calle de la Virgen de la Cabeza, la actual calle de Almería- y el representante de los vinos F.E.O. no se domiciliaba en la plaza del general Sanjurjo, sino en la plaza de la Verdura, renombrada como plaza de las Flores.

 

La página cuatro traía un escrito defendiendo a Andalucía, muy de moda en ese tiempo. Sin firma, obra colectiva, aunque con bastante impulso de quien esto escribe. Lo más seguro.  para rellenar una página en la que la Junta no sabía qué poner.

Las páginas cinco, seis y siete estaban ocupadas por anuncios.

Las páginas ocho y nueve reflejaban el programa oficial de la feria. La novedad más importante fue la ofrenda floral del día catorce. Así que el día quince el paso de la Virgen de la Oliva iba adornado en su totalidad por flores naturales. Sin música, como hacía ya muchos años, pero con flores de verdad. En la procesión ya empezaron a salir mujeres luciendo mantilla, tras la campaña orquestada entre la Hermandad y la Junta de Festejos.

La noche del quince actuaron los miembros del grupo Los de la Trocha, con sus sevillanas y rumbas. Y, otra de las novedades con más  relación con el pueblo: el conjunto Zeus, formado por jóvenes de Mollina, ya empezaron a intervenir en los bailes de la plaza.

La página diez estaba ocupada por anuncios y por la programación del Teatro Cinema. Como ya dijimos, el programa aquí reproducido es el modelo del cual se sacaron los clichés para hacerlo en el Colegio. Pues bien, la empresa del cine comunicó la programación momentos antes de la confección del programa, de ahí que la página que aquí se reproduce vaya en blanco.

Las páginas once, doce y trece estaban ocupadas por unos Apuntes para una pequeña historia de nuestro pueblo hasta 1868. Vamos a explicar un poco esto.

Durante unos meses Antonio García López iba a la Biblioteca Municipal, en la calle de Carreteros. Allí Antonio Delgado, también bibliotecario, le proporcionaba los libros de actas del Ayuntamiento de Mollina que, al parecer, habían sido leídas escasas veces y nunca estudiadas. De esas anotaciones y de los estudios de Antonio Nadal sobre los sucesos de Loja de 1861 ya se pudo sacar esos apuntes. Aunque hoy sobraría la referencia al conde de Mollina –mea culpa- lo cierto es que en esa primera publicación seria sobre nuestra historia ya iban saliendo a la luz tres datos importantes: la dependencia histórica de Mollina respecto a Antequera; el reparto de tierras como origen del pueblo y, por último, la participación de Mollina en los sucesos de 1861. Dentro del programa de 1980 que teníamos en el archivo personal apareció un escrito con la bibliografía usada en esos apuntes que también pondremos al final de esta publicación.

Las páginas catorce, quince y dieciséis traían más anuncios.

La página diecisiete, otra de relleno y que también seguía la tónica andalucista del momento:  se reproducía la letra de A una bella durmiente que cantaba Carlos Cano –que la tierra le sea leve-.

Más anuncios en la página dieciocho.

En la página diecinueve un escrito de Miguel Muñoz, encargado de la Comisión de Fiestas.  Saludo que debería haber ido en la página dos, y no en ésta.

La página veinte y última, traía el anuncio de la Feria del Libro y el agradecimiento de la Comisión de Fiestas a todos los que habían contribuido para que la feria fuera posible. Lógicamente no se agradecía a sí misma, como hubiera sido de justicia, ya que la mayor parte del dinero lo buscaba y lo gestionaba ella.

 

Además del esfuerzo del programa hay que resaltar un detalle importante. El baile de la plaza estaba rodeado por unas vallas metálicas negras. Las anteriores de madera pintadas de verde ya estaban inservibles. Así que durante unos años el baile estaba cercado por algo que daba una impresión de tristeza apabullante. De modo que empezaron a pintarse con motivos alegres. Primero dando una mano de pintura blanca en 1980. Luego, en varios años, llenando de alegría las chapas con motivos coloristas. Cuatro personas destacaron en esta tarea: Juan de la Cruz Ordóñez –que la tierra le sea leve-, Rafael Moreno García, Lucio Vergara Rodríguez y Antonio García López. Tal fue el empeño y la entrega que incluso se llegó a pintar unas paredes allá por la Calle Alta, ya en 1984.

 

Éste es el programa de la feria de 1980.

 

Página 2.



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Página 18.


Página 19.


Página 20 y última.



Ésta es la bibliografía sobre los Apuntes de Historia: 



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